Por: Más allá del silencio

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Este artículo fue curado por Andrea Castillo   Jun 20, 2025 - 8:49 am
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Adriana Vargas, su exesposa, rompe el silencio y revela los años de maltrato físico y psicológico que vivió. Desde el control extremo y las humillaciones, hasta una cirugía que marcó su cuerpo y su alma, esta es una historia de valentía, huida, resistencia y justicia.

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En una entrevista cargada de confesiones que estremecen, una mujer reconstruye los inicios de una relación marcada por el control extremo y la violencia silenciosa. Lo que parecía amor terminó convirtiéndose en una obsesión que ella no supo reconocer a tiempo.

Todo comenzó con un gesto que hoy identifica como una primera alerta: su pareja le exigió las claves de sus redes sociales. Al obtener acceso a su Facebook, eliminó a todos sus amigos de Houston, ciudad donde había vivido por años. No era un simple acto de celos; era el inicio de un aislamiento planificado.

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La situación se volvió más opresiva con el tiempo. “Esas cámaras eran para vigilarme”, cuenta. En la casa donde vivía con su hija, las cámaras de seguridad no eran por protección: eran ojos constantes controlados únicamente por él. Si ella las desconectaba para tener algo de privacidad, él llamaba furioso exigiendo que volvieran a conectarlas. Incluso debía buscar “puntos ciegos” para poder hablar con su madre sin ser observada.

Él la llamaba obsesivamente si hablaba por teléfono más de 10 minutos y justificaba su actitud diciendo que otras mujeres soñarían con tener a un esposo como él, un cirujano plástico exitoso.

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La historia toma otro giro cuando descubre que el iPad que él dejó a su hija no había sido borrado. En medio de su búsqueda espiritual y emocional, se topó con tiquetes aéreos, mensajes con visitadoras médicas de distintos países, y evidencias de encuentros que desmentían sus supuestos viajes laborales.

“Fue muy doloroso”, confiesa, reconociendo que todo lo que descubrió era apenas la punta del iceberg.

A pesar de estar embarazada y a punto de casarse, decidió escribirle a su expareja en Houston para agradecerle por su apoyo durante años. No borró el mensaje. Él lo leyó. “Luis Fernando estaba muy pensativo”, recuerda.

Ese mensaje fue la última chispa de libertad en una relación que ya ardía en silencio.

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