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La red de salud pública y privada en los departamentos del Quindío y Risaralda atraviesa en estos momentos una crisis alarmante, agravada tras el cierre de la Clínica San Rafael, tradicionalmente considerada una de las estructuras médicas más especializadas y aptas para casos de alta complejidad en la región. Esta clínica tenía un papel fundamental para la atención de miles de usuarios, en especial afiliados a la Nueva EPS. Según denuncias de Roberto Acosta Garcés, presidente de la Asociación de Usuarios del Quindío, recogidas por LA PATRIA, el abrupto cierre puso de manifiesto la vulnerabilidad de un sistema que enfrenta grandes dificultades de gestión, financiamiento y cumplimiento contractual.
El cierre de la Clínica San Rafael respondió –según información confirmada por el Ministerio de Salud de Colombia (2024)– a una combinación de problemas administrativos y financieros que derivaron en conflictos con la Nueva EPS, la principal aseguradora en la zona. Al cesar sus actividades, sus pacientes tuvieron que ser trasladados de urgencia al Hospital San Juan de Dios y a la Clínica La Sagrada Familia, dos instituciones ya saturadas y con recursos limitados. Esta recarga ha elevado el riesgo de dilaciones y errores médicos, afectando la calidad de la atención y poniendo en evidencia las limitaciones estructurales de la capacidad instalada.
La situación se complica aún más por el incumplimiento de acuerdos pactados en reuniones en las que participaron la Defensoría del Pueblo, el Puesto de Mando Unificado y demás entidades de control, destinados a restaurar el funcionamiento normal del sistema. El plazo definido para avanzar, que expiró el 25 de julio último, fue sobrepasado sin resultados concretos. Lo más preocupante, según un reportaje de El Espectador (2025), es que directivos de la Nueva EPS y funcionarios designados por el Gobierno Nacional habrían ignorado una tutela judicial que exigía la inmediata restitución de servicios, generando órdenes de arresto en su contra y dejando en evidencia un grave desorden institucional interno.
Un componente adicional de la crisis es la entrega demorada y deficiente de medicamentos. Según el Observatorio Nacional de Salud de Colombia (2024), campea la práctica de incumplir los plazos legales para abastecimiento, lo que obliga a los usuarios a asumir con sus propios recursos el costo de tratamientos vitales y someterse luego a procesos engorrosos de reembolso, muchas veces infructuosos por vencimiento de documentos. Esta incertidumbre ha mermado la confianza de la ciudadanía y agudizado el sentimiento de desprotección frente al sistema de salud.




El prolongado silencio institucional de la Nueva EPS sobre la crisis, y la reciente sustitución del agente interventor sin concreción de un plan de contingencia efectivo, han generado un vacío que amenaza con profundizar la desconfianza social. Organismos independientes, como el Centro de Investigaciones en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (2025), advierten que este diagnóstico puede repetirse en otras regiones, ya que las deficiencias obedecen a factores estructurales persistentes en la prestación de servicios de salud.
El deterioro de la Nueva EPS no es sorpresivo. La Superintendencia Nacional de Salud reportó en su informe anual de 2023 reiteradas sanciones por demoras, incumplimientos y falencias de red, situación que ha resultado inmanejable particularmente en departamentos de menor dotación médica. Estos problemas, sumados a la crónica distribución desigual de recursos, la falta de inversión en infraestructura y el desajuste entre la demanda y la capacidad médica disponible, alimentan una crisis nacional que, según la Organización Mundial de la Salud (2023), incide en el aumento de la mortalidad y perpetúa la inequidad social.
Como conclusión, la experiencia reciente en Quindío y Risaralda ilustra la crucial necesidad de una reforma que priorice la vigilancia estatal, la asignación transparente de recursos, la modernización hospitalaria y la participación activa de usuarios. Fortalecer la logística de medicamentos y asegurar el cumplimiento de derechos fundamentales en salud son tareas urgentes para evitar que historias como esta se repitan en todo el país.
Preguntas frecuentes relacionadas
¿Qué es una tutela en el sistema judicial colombiano y por qué es relevante en el contexto de la salud?
En Colombia, la tutela es un mecanismo jurídico previsto en la Constitución que permite a cualquier ciudadano solicitar ante un juez la protección inmediata de sus derechos fundamentales cuando considere que están siendo vulnerados. En este caso específico, el recurso de tutela fue usado por pacientes y usuarios de la Nueva EPS para exigir la restitución urgente de los servicios médicos, pues consideran que el acceso a la salud –reconocido como derecho fundamental– estaba siendo irrespetado por la aseguradora y las entidades involucradas.
La importancia de la tutela radica en su capacidad para forzar, mediante una decisión judicial, la corrección inmediata de una situación que ponga en peligro los derechos básicos. El desacato a una orden de tutela, como se evidenció en este caso con órdenes de arresto a directivos, puede tener graves consecuencias legales y demuestra la gravedad de la falta cometida por los agentes responsables del sistema de salud.
¿Cómo afectan las demoras en la entrega de medicamentos a los derechos de los pacientes?
El suministro oportuno de medicamentos forma parte del derecho integral a la salud; cualquier demora en la entrega pone en riesgo tanto el tratamiento como la recuperación del paciente. Cuando los medicamentos no se entregan dentro de los plazos legales, las fórmulas médicas pierden su vigencia, forzando a los pacientes a pagar de su propio bolsillo y generando gastos inesperados que pueden ser imposibles de reembolsar, debido a la caducidad de los documentos requeridos o la acumulación de trámites administrativos.
Además del daño a la salud, estas demoras generan un clima de vulnerabilidad e inconformidad en la población, aumentando el riesgo de abandono de tratamientos y afectando a quienes padecen enfermedades crónicas o requieren intervención urgente. Por ello, la logística eficiente y la transparencia en la entrega de medicamentos son elementos fundamentales para asegurar el pleno ejercicio del derecho a la salud en Colombia.
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