Por eso, en esta entrevista, la instructora deportiva Viviana Cartagena hace un llamado a que se les respete y a que el tema de la diversidad sexual se hable en las familias.

El Estado colombiano ha reconocido en múltiples leyes, decretos y sentencias judiciales los derechos de las personas LGBT+, y entidades, como la Defensoría del Pueblo, han llamado a que tanto instituciones como personas en general los protejan y garanticen, pues las personas diversas se han enfrentado a discriminación y violencia por el hecho de ser quienes son. Según la organización Colombia Diversa, entre 2019 y 2020 al menos 448 personas LGBT fueron violentadas

¿Quién es Viviana Cartagena?

Viviana Marcela Cartagena Taborda se asumió públicamente como una mujer lesbiana a los 15 años. A pesar de que desde entonces ha sido discriminada, su autorreconocimiento le dio libertad. Algo esquivo para la población LGBT+ de El Carmen de Atrato.

Viviana, a pesar de las agresiones verbales, se ha atrevido a mostrarse como le gusta, a actuar como quiere y a no esconderse. Esto la ha convertido en una figura visible e incluso irreverente en este municipio chocoano en el que el tabú alrededor de la diversidad sexual es tan fuerte que aún no existe un colectivo o una organización que defienda los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans. En la Alcaldía ni siquiera tienen un estimado de cuántas personas se reconocen como personas diversas en términos de sexualidad y género.

En una ocasión estuvieron cerca de visibilizarse públicamente cuando, entre 2018 y 2019, alrededor de 20 personas comenzaron a reunirse para hablar sobre sus derechos con el acompañamiento de la Fundación Johana Maturana. Sin embargo, el proceso se detuvo con la llegada de la pandemia y, de nuevo, se impuso el silencio.

Sentada en un café del parque principal, Viviana Cartagena —quien a sus 30 años trabaja como instructora deportiva en la Alcaldía— habló con Consonante sobre el rechazo que existe en el pueblo hacia las personas LGBT y la necesidad de que la población local les dé el respeto que merecen.

Cuando te asumiste públicamente como lesbiana, ¿enfrentaste discriminación?

Viviana Cartagena: Sí, eso fue de todo. “Machorra, lesbiana, usted es un hombre, usted va a acabar con todo aquí en El Carmen de Atrato. Eso es del diablo, tan cochina, tan desagradable”.

Con mi mamá especialmente viví algo muy fuerte, porque ella no lo aceptaba, nunca me trató mal, pero no paraba de llorar. No entendía el tema. ¿Por qué si yo era mujer me gustaba otra mujer? Y el bullying, o que las personas que uno quería se alejaran porque lo trataron a uno como si tuviera una enfermedad. En ese momento yo salí del clóset con una pareja y la suegra de ese entonces nos trataba súper feo, nos hacía escándalos, le pegaba a mi pareja de ese momento por ser lesbiana. Fueron episodios muy duros.

¿Conocías otras personas que se autorreconocieran como población LGBT en ese momento?

V.C.: Cuando yo salí del clóset, si había cuatro personas declaradas, eran muchas. Decir lesbiana y gay eso era como.. O sea, sigue siendo un tabú, pero decir esas palabras era hasta malo. “No, no voy a dejar juntar a mi hija con usted, porque se va a volver lesbiana”, decían.

¿Ha cambiado ese panorama?

V.C.: realmente, y con el dolor en el alma, tengo que decir que no. No ha cambiado y tal vez vamos de mal en peor. Cuando se me hace la pregunta de si ha crecido el número de lesbianas y gays, sí se lo puedo decir: ha crecido bastante, pero el hecho de que crezca este número no quiere decir que nos acepten.

Tal vez las familias se hacen las que entienden cuando son cosas de lejos, pero cuando es alguien de la familia, que los toca a ellos, se vuelve un descontrol total. “No acepto, no apoyo, se me va del pueblo, no le voy a dar más estudios”. Y eso no es algo que uno elige, uno nace. Uno nace así y se demora en mostrarse como es verdaderamente por el miedo, el estigma, el rechazo, el bullying.

Lastimosamente, desde hace 15 años que salí del clóset a pleno 2022, las cosas no han cambiado. El rechazo es algo fuerte con lo que tenemos que trabajar todos los días y a lo que nos tenemos que enfrentar las personas de la comunidad LGBT aquí en El Carmen de Atrato.

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C: ¿Cómo explicas que más personas están asumiendo públicamente su orientación sexual o identidad de género diversa a pesar del rechazo de la sociedad? 

V.C.: Suena muy cliché, pero yo creo que es el amor. Nadie es ajeno a que el amor lo toque. Eso es lo que ha hecho que la gente diga: soy lesbiana, no me voy a esconder, quiero quiero vivir mi amor, quiero saber qué es esto. Yo creo que puede más la fuerza del amor y el querer ser y el mostrarse como uno es. Nos enfrentamos a mucho bullying y rechazo. ¿Qué otra respuesta podemos dar si vamos a darnos el lujo de demostrarnos y enfrentarnos a todo esto? ¿A son de qué? A son de ser lo que queremos ser.

C: ¿Cuáles son las principales barreras que impiden que muchos se atrevan? 

V.C.: La barrera principal es la familia. Por ejemplo, por el hecho de que yo sea lesbiana, no dejan juntar a sus hijas conmigo porque “se le va a pegar la enfermedad de ser lesbiana”. En mi trabajo como instructora deportiva, manejo todo tipo de edades y algunas personas dicen: “No, no voy a permitir que mi hija vaya allá, porque la profe es lesbiana”. O: “usted me la va a volver lesbiana”. O: “usted va a querer estar con todas las niñas”.

El hecho de que yo sea lesbiana no quiere decir que me gusten todas las mujeres, y hay algo que cuando uno es profesional los profesionales no tiene que ver absolutamente y son cosas que tienen que entender las madres de familia y las personas que hacen parte de estos procesos deportivos. Pero no puedo decir que he tenido algún rechazo en el trabajo, son más bien como chismes de pasillo.

C: ¿Qué ha pasado con la política pública LGBT?

V.C.: La política pública hace demasiada falta. Se han demorado en crearla, en constituirla, hacerla institucional. Por medio de la política pública podemos crear estrategias con la ayuda de las diferentes instituciones para que este tema se vuelva más visible y la gente tenga un mejor conocimiento y no siga creyendo que esto es una enfermedad. También para que desde todas las instituciones se pueda tener el apoyo para que para que entiendan que uno necesita ser. Una persona lesbiana, gay, bisexual que sepa lo que quiere y no pueda mostrarse tal cual es, va a tener consecuencias en todos sus ámbitos, en toda su personalidad, no va a poder ser.

Vamos a tener niños tristes, vamos a tener jóvenes que no van a saber qué quieren ser cuando sean grandes, porque si no saben aún cómo salir verdaderamente de lo que son, no van a tener sus ideales claros y no van a ser personas que crean en sí mismos. Entonces la política pública se necesita urgentemente para educar a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros tíos, a los abuelos, a los profesores. Los profesores son los primeros aquí en juzgar, en decir: “a usted no le gustan las mujeres, es que usted es una esto, eso es un bobada suya o usted tienen que quejar que un hombre le haga lo que ya sabemos para que vea que no le gustan las mujeres”. O: “usted no me va a entrar a clase”, o “usted no se me va a hacer en grupo con aquellas porque usted es lesbiana”. Desde las desde los salones de clase, vemos esto, entonces necesitamos políticas públicas que sean de apoyo para las mujeres, para la comunidad LGBT y para las diferentes organizaciones.

C: ¿Qué crees que debe pasar para que esto empiece a cambiar?

V.C.: En los colegios debería de ser un tema. Así como se habla de planificar, del aborto, y de todos esos temas intrafamiliares. El tema de la comunidad LGBT es algo sumamente importante. Aquí hay mucho machismo. Aquí ven un niño jugando con una muñeca y de una se la quitan: “No, es que usted es un hombre”, le dicen.

Es importante comenzar a tratar estos temas desde las familias. Que las familias tengan un buen conocimiento de esto y que no cierren las puertas a hablar con sus hijos, porque muchas cosas pasan por falta de conocimiento. Y no solamente en la comunidad LGBT. Nos tratan esto como si fuera una enfermedad y no lo es. Siempre he dicho que no necesitamos que nos comprendan, que nos echen al bolsillo, como se dice, pero que sí nos respeten, y respeten nuestra forma de ser. Somos un mundo diferente.