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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Mar 26, 2024 - 10:51 am

Ya va a ser un año que el presidente Gustavo Petro estuvo en la Universidad de Stanford, el 18 de abril de 2023, en donde pronunció su conferencia ‘Desafíos del cambio climático, el crecimiento económico y la inclusión social que históricamente han acosado el desarrollo en Latinoamérica’. De ahí, pasando por otros importantes escenarios mundiales, hasta una actividad de su administración la semana pasada denominada ‘Gobierno con el pueblo’, en San Onofre (Sucre), ha movido la misma idea: el mundo se va a acabar.

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Tanto frente al auditorio erudito de estudiantes y profesores del prestigioso centro académico de California como ante los campesinos sanonofrinos reunidos para entregarles 1.400 hectáreas de tierra, el mandatario ha agitado la misma divisa de la extinción de la especie humana por culpa del calentamiento global, que, a su vez, es culpa exclusiva del capitalismo, según él. El catastrófico riesgo, que ha estado en el horizonte de la ciencia desde hace rato, lo pone en un término de décadas, “máximo un siglo o dos”.

En esa ocasión, después de explicar qué es el cambio climático, en su intervención de 35 minutos, adobada con expresiones como “fin de la humanidad” y “generación de la extinción”, en alusión a los jóvenes de hoy, el presidente mencionó ocho veces el término “extinción”. El auditorio de Stanford, sin embargo, y de acuerdo con el video que difundió la Presidencia de la República, lució con una mirada crítica, analítica, a veces incrédula. Era lo esperable por su nivel de formación.

Allí, el jefe de Estado colombiano mencionó al matemático y físico francés Joseph Fourier, exaltó al historiador sueco Andreas Malm —para algunos, autor fetiche de Greenpeace— y se refirió a los economistas William Nordhaus, Léon Walras y Vilfredo Pareto, estos dos últimos liberales a quienes descalificó debido que sus teorías, para el presidente, “nos tienen al borde de la extinción”.

En el cierre de su intervención, el mandatario invitó a la humanidad a adelantar una revolución mundial contra el capital, siempre con figuras retóricas tremendistas. “Tiempo para hacerla nos encontraría a todos y todas en las tumbas”, por lo que se tendría que “acoger un camino corto y pragmático que también implica una complejidad política, y es que no es el mercado el que va a resolver la crisis climática, y por tanto la vida de la humanidad”.

La única manera que planteó Petro en Stanford para resolver la encrucijada es “construir un espacio nuevo desde el punto de vida de la historia”, que no es otra cosa que más poder público “capaz de planificar la transición a una economía descarbonizada, no nacional, sino que haría operar a los estados del mundo en una nueva multilateralidad”.

Ese “espacio nuevo desde el punto de vida de la historia” también tiene su correlato en el ámbito nacional de Colombia, y que el mandatario comenzó a agitar en esa gira por la costa Caribe: el llamamiento a una asamblea nacional constituyente o “proceso constituyente” para sacar adelante las reformas que tiene embolatadas en el Congreso.

Gustavo Petro habla de apocalipsis a los campesinos

Para impulsar esa constituyente, como ha hecho en toda su correría, en San Onofre también buscó sensibilizar a su auditorio con la idea de la extinción de la humanidad. La concurrencia, menos preparada y menos crítica que la de Stanford, no se dio cuenta de que el presidente —que con frecuencia se sumerge en su propio estanque de obras de literatura o de economía para volver a salir a la superficie con algún nombre o alguna frase célebre aprisionada entre los dientes— se equivocó gravemente.

Como buen orador que es, Petro buscó un efecto más profundo entre los labriegos de San Onofre que lo escuchaban y mencionó, en vísperas de Semana Santa, la Biblia, invocando el último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, que habla fin del mundo. Además, incluyó, como en Stanford (“Nuestros hijos vivirán peor que nosotros y nuestros nietos peor que nuestros hijos”), unas palabras pavorosas relativas a las nuevas generaciones.

“Lo que manda el CO2 a la atmósfera es el capitalismo. Qué pena”, les dijo el presidente a los sanonofrinos. “En cincuenta años, que yo no estaré aquí, nuestros hijos o nuestros nietos van a vivir una cosa peor que la que estamos viviendo nosotros. El apocalipsis, que no era de mentiras, sino era porque estaba en la Biblia, es porque el mismo ser humano en su codicia está creando las condiciones de una Agamenón, se llama en griego. ¡Agamenón! La destrucción del clima que mata la vida”.

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El penoso lapsus que llevó a Petro a confundir Armagedón, lugar donde se supone ocurrirá la batalla entre el bien y el mal en los últimos días del mundo, que aparece en el libro del Apocalipsis (capítulo 16, versículo 16), con Agamenón, el legendario rey de Micenas a cuyo hermano Menelao el príncipe troyano Paris le robó su mujer, Helena, lo cual desató la guerra de Troya, pasó inadvertido para los labriegos, pero no así para el resto del país.

Además de esto, también ha llamado la atención que una persona formada y cientificista como es el presidente Petro atribuyera a lo dicho por la Biblia la categoría de verdad absoluta. Cada auditorio requiere de un discurso diferente (Stanford Vs. San Onofre), pero el mensaje es el mismo: el reclamo por más poder público, es decir, más Estado, y quizá más tiempo para gobernar con el fin de alcanzar fines políticos, incluso apelando a exacerbar el infinito miedo humano por el fin del mundo. Mejor dicho, el apocalipsis.

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