Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 16, 2025 - 8:57 pm
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La reciente decisión de la Procuraduría General de la Nación de abrir una investigación disciplinaria y suspender provisionalmente a Jorge Andrade Molano, alcalde de Puracé, ha generado un debate relevante en torno a la ética que debe regir a los servidores públicos en Colombia. El proceso se inició tras la difusión en redes sociales de un video en el que el alcalde presuntamente agrede a su esposa durante celebraciones patronales, sumado al presunto uso indebido de un vehículo oficial bajo los efectos del alcohol. Estos hechos han sido fuente de conmoción en un municipio caracterizado por su alta vulnerabilidad y desigualdad, aspectos que inciden en la percepción comunitaria y el acceso a la justicia.

Según cifras de la Procuraduría, entre 2016 y 2021, 653 servidores públicos fueron sancionados en Colombia por conductas relacionadas con la violencia de género, y 38 de ellos eran alcaldes o exalcaldes. Este dato oficial evidencia la persistencia del problema y adquiere especial gravedad en territorios apartados y con recursos limitados, donde el acceso a la justicia es una barrera. Además, la investigación incluye el presunto uso irregular de bienes públicos, una infracción disciplinaria contemplada en la Ley 734 de 2002, que regula el comportamiento de los funcionarios y cuyo incumplimiento afecta la eficiencia administrativa y debilita la confianza institucional.

La credibilidad de lo ocurrido ha estado marcada por la circulación del video en redes sociales, elemento que aunque no cuenta todavía con validación forense, ejerció presión pública sobre el caso. Fuentes como la Fundación Gabo destacan que los medios con mayor reputación, entre ellos El Espectador y Reuters, suelen respaldar sus informes en datos oficiales y testimonios de las partes implicadas antes de difundir informaciones sensibles. Una cobertura responsable, por tanto, debería revisar información proveniente de la familia, vecinos de la zona, autoridades y especialistas en ética pública y violencia de género, para asegurar una narrativa completa y evitar juicios prematuros.

El contexto nacional refuerza la gravedad del hecho. Informes de la organización Sisma Mujer revelan que en 2023 al menos cinco alcaldes colombianos enfrentaron investigaciones disciplinarias por situaciones de violencia de género, un indicio de que, pese a los avances en la visibilización del problema, aún existen falencias en prevención y sanción. El caso de Puracé además plantea dudas sobre la idoneidad de los procesos de selección de funcionarios y subraya la urgencia de fortalecer controles internos y apoyo psicológico institucional.

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La repercusión de estos hechos trasciende el ámbito disciplinario y afecta la confianza de las comunidades en sus líderes, como concluye el estudio de DeJusticia sobre confianza en municipios pequeños. Más allá de la medida cautelar, el caso lanza un mensaje claro sobre la necesidad de consolidar políticas integrales que incluyan vigilancia social, formación específica para funcionarios públicos y comunicación transparente desde medios verificados, para evitar la propagación de información no confirmada y la estigmatización. En suma, el periodismo debe asumir un rol de vigilancia y contextualización procurando no revictimizar y garantizar la veracidad de los hechos reportados.

¿Por qué es importante la formación en género para funcionarios públicos? La formación en género ofrece a los servidores públicos herramientas para identificar, tratar y prevenir situaciones de violencia o discriminación dentro y fuera del entorno institucional. En municipios donde existen brechas de acceso a justicia y un alto índice de violencia, estas capacitaciones resultan fundamentales para garantizar respuestas adecuadas y evitar la repetición de conductas perjudiciales. Su implementación contribuye no solo a la protección de derechos, sino a restablecer la confianza de la ciudadanía en las instituciones que los representan.

Además, la ausencia de formación en este ámbito puede provocar que los funcionarios, incluso de manera involuntaria, perpetúen estereotipos de género o minimicen denuncias de violencia. Por ello, la existencia de programas continuos en ética y perspectiva de género, según han señalado organizaciones como Sisma Mujer y DeJusticia, se considera una herramienta clave para cambiar la cultura organizacional en la administración pública y contribuir a la prevención efectiva de situaciones semejantes a las ocurridas en Puracé.

¿Qué significa una suspensión provisional en el contexto disciplinario? Una suspensión provisional es una medida preventiva aplicada por órganos de control para apartar temporalmente a un funcionario investigado, mientras se determina si hubo una falta disciplinaria. Esta acción busca evitar la obstaculización de la investigación o la repetición de los hechos objeto de la denuncia. De acuerdo con la Ley 734 de 2002, la suspensión no implica una sanción definitiva, sino una medida cautelar, y su duración está limitada al tiempo imprescindible para el avance del proceso.

En el caso del alcalde de Puracé, la suspensión tiene como objetivo garantizar la transparencia y la adecuada recolección de pruebas, además de resguardar los intereses de la administración y de las personas afectadas. Esta figura es usual en los procedimientos disciplinarios contra servidores públicos y representa una manifestación del principio de precaución al afrontar denuncias graves hasta que se esclarezcan los hechos.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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