Qué dice la Biblia sobre temblores y tsunamis, como el que pasó en Rusia: ¿el fin de los tiempos?
Muchas personas se hacen la pregunta luego de una seguidilla de fuertes movimientos telúricos en el mundo desde hace varios días, incluido en Colombia.
En las últimas horas, un poderoso terremoto de magnitud 8,8 sacudió la costa de la península de Kamchatka, en el Lejano Oriente ruso, generando alerta de tsunami en varios países del Pacífico. Las imágenes de evacuaciones, olas de hasta tres metros y mensajes de emergencia han generado preocupación a nivel mundial. Frente a este tipo de acontecimientos, muchas personas se preguntan si tienen alguna relación con lo que enseña la Biblia.
Aunque la Biblia no menciona eventos específicos de nuestros tiempos, sí habla en múltiples ocasiones sobre terremotos, tsunamis y otros fenómenos naturales. En la tradición cristiana, estos eventos pueden entenderse desde diferentes perspectivas: como parte de la creación, como señales de advertencia o como elementos del juicio final.
De qué terremotos habla la Biblia
Los terremotos aparecen en varias partes de las Escrituras. A menudo, se presentan como señales que acompañan momentos trascendentales. Por ejemplo, cuando Jesús murió en la cruz, se registró un gran terremoto:
“Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mateo 27:51).
También en el Antiguo Testamento, los terremotos se describen como manifestaciones del poder de Dios: “Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan” (Nahúm 1:5).
Esto no significa necesariamente que cada temblor es un castigo divino. Más bien, en muchos pasajes, el movimiento de la tierra representa la soberanía de Dios sobre la naturaleza y la historia humana.
¿Los temblores son señales del fin de los tiempos?
Uno de los versículos más citados cuando ocurren desastres naturales es Mateo 24:7, donde Jesús habla de las señales previas al fin: “Y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares”.
Este pasaje ha sido interpretado por muchos como una advertencia de que, a medida que se acerque el fin de los tiempos, los fenómenos naturales se intensificarán.
Sin embargo, Jesús también dice más adelante: “Pero aún no es el fin. Todo esto será apenas el principio de dolores” (Mateo 24:8).
Es decir, estos eventos no deben generar pánico, sino más bien una reflexión espiritual y un llamado a estar atentos y preparados.
¿La Biblia habla de tsunamis?
Los tsunamis, aunque no son mencionados literalmente en la Biblia con ese término, sí tienen cierta representación simbólica en las Escrituras. En Lucas 21:25, Jesús dice: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las naciones confundidas a causa del bramido del mar y de las olas”.
Este pasaje ha sido relacionado con tormentas, maremotos y caos en la naturaleza como reflejo del desequilibrio moral y espiritual de la humanidad. Nuevamente, se enfatiza que estos hechos deben llevarnos a la reflexión, no al miedo.
Un mensaje de confianza, no de temor
A pesar de las imágenes impactantes y las noticias alarmantes, la Biblia también ofrece palabras de consuelo en medio de los desastres:
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida” (Salmos 46:1-2).
Para los creyentes, la fe no elimina los riesgos del mundo natural, pero sí ofrece una esperanza y un refugio. En tiempos de incertidumbre, la Biblia invita a mirar más allá del caos y confiar en que Dios sigue teniendo el control.
El reciente terremoto en Rusia y la amenaza de tsunami han vuelto a poner sobre la mesa preguntas sobre el futuro, el clima, y el papel de Dios en medio de todo. La Biblia no promete que la vida estará libre de desastres, pero sí enseña que estos eventos pueden tener un propósito mayor: despertar a la humanidad, invitarla al arrepentimiento, y recordarle que su verdadera seguridad no está en la tierra, sino en Dios.
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