El coronavirus mató a más de 1,7 millones de personas en todo el mundo y los focos de contagios que siguen surgiendo recuerdan que, pese a la llegada de las primeras vacunas, la vida no volverá tan rápido a la normalidad, y las fiestas de fin de año son la prueba principal.

El papa Francisco celebró su tradicional misa de Nochebuena con apenas 200 invitados, rigurosamente separados y con mascarilla, en la inmensa basílica de San Pedro. Afuera, la monumental Plaza de San Pedro, iluminada con su gran árbol de Navidad, estaba totalmente desierta.

En la Basílica de la Natividad de Belén, núcleo del mundo cristiano en Nochebuena, un puñado de fieles y clérigos celebraron juntos la misa del Gallo a medianoche, buscando juntos un poco de “luz” tras un año de “tinieblas”.

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En la capilla aledaña a la basílica, en general atestada de gente en Nochebuena, las autoridades religiosas solo permitieron el acceso de unos cuantos invitados. “No pueden darse la mano pero pueden desearse paz“, lanzó el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, en el momento en el que, habitualmente, los fieles se estrechan la mano en la iglesia.

Durante el día, una pequeña multitud asistió a la tradicional procesión de Navidad en las calles, que atrae normalmente a miles de peregrinos, bajo un cielo gris y lluvioso, al ritmo de tambores y gaitas. “Este año es diferente porque no venimos para rezar en la iglesia de la Natividad, no podemos reunirnos en familia, todo el mundo tiene miedo“, confiesa Jani Shaheen, que asiste a un desfile con su marido y sus dos hijos, en la plaza de la Mangeoire, delante de la basílica construida donde habría nacido Jesucristo.

Papá Noel con tapabocas

En Estados Unidos, donde el COVID-19 sigue causando estragos con casi 3.300 muertos y 223.000 casos confirmados en 24 horas, la víspera de Navidad también está marcada por la pandemia. En su club en Mar-a-Lago, Florida, el presidente saliente Donald Trump, cada vez más aislado en su cruzada para tratar de revertir la victoria presidencial de Joe Biden, publicó sus deseos de fin de año en Twitter, entre varios otros tuits insistiendo sin pruebas en el “fraude” de una elección “amañada”.

En un mensaje grabado en compañía de Melania Trump, el multimillonario estadounidense elogió el “milagro navideño” del inicio de la campaña de vacunación que ya ha permitido administrar una primera dosis a un millón de estadounidenses, según las autoridades. Quizás Trump pueda presenciar otro “milagro” la madrugada del viernes, y ver a Santa Claus, quien ha recibido un permiso formal del Departamento de Agricultura de Florida para ingresar allí con sus renos, sin pagar derechos de aduana, e ingresar a todos los hogares para entregar sus regalos.

Sin embargo, Papá Noel tendrá que usar una mascarilla durante su recorrido, especifica el departamento del que dependen los animales y el ganado, a pesar de que el doctor Anthony Fauci dijo la semana pasada que viajó al Polo Norte para vacunar al famoso personaje del traje rojo.

El COVID-19 divide familias en todo el mundo

Australia, que este año fue citada varias veces como ejemplo de buena gestión sanitaria, se enfrenta actualmente a un repunte de casos en el norte de Sídney, cuyos habitantes solo podrán invitar a sus a casas a diez adultos, o cinco si viven en “el epicentro” del foco de contagios.

En el noreste de Siria, controlado por los kurdos, los habitantes ignoraron la pandemia y asistieron a una ceremonia de iluminación de un abeto en barrio cristiano, bajo la atenta mirada de las fuerzas de seguridad. La mayor parte de Europa también se enfrenta a uno de los inviernos más tristes, con un resurgimiento epidémico en varios países.

En Reino Unido, miles de camioneros pasaron la Nochebuena bloqueados cerca del puerto de Dover, en el sur de Inglaterra, sin saber cuándo podrán pasar, obligados a presentar una prueba negativa de COVID-19 para ingresar al continente.

Ante el repunte de la pandemia en Brasil (el segundo país más enlutado del mundo con casi 190.000 muertos, por detrás de Estados Unidos), el alcalde de Río de Janeiro prohibirá la noche del 31 de diciembre el acceso al barrio de la famosa playa de Copacabana, para evitar las aglomeraciones en la última noche del año. Habitualmente, millones de personas se dan cita en esta playa para admirar los fuegos artificiales de la tradicional fiesta de fin de año, cuya cancelación se anunció en julio.