
El 14 de septiembre de 2024, Manuel Alejandro Tique cruzó la oficina de migraciones en Venezuela con el objetivo de llegar a Guasdualito. Llevaba carpetas de capacitación, no armas; la misión era enseñar, no combatir. Nunca llegó a su destino. Ese día desapareció entre trámites y funcionarios, y comenzó un limbo que ya completa 365 días.
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Qué pasó con Manuel Alejandro Tique
La familia pasó ocho meses sin saber siquiera dónde estaba. El 15 de mayo de 2025, una llamada inesperada rompió el silencio. Cinco minutos que parecieron eternos. Una voz entrecortada, la suya, preguntando por sus padres y amigos. Alcanzó a decir que estaba en la cárcel El Rodeo I, en las afueras de la capital venezolana. Después, otra vez la nada.




Pulzo habló en exclusiva con Yann Cornic, director de DRC para América Latina, quien describió la incertidumbre que rodea el caso:
“Entre la detención y esa primera llamada no sabíamos realmente en dónde estaba Manuel Alejandro. Es la única información que tenemos. No hemos recibido informaciones oficiales o informales a través del gobierno”.
Mientras tanto, la Cancillería colombiana asegura que ha intentado abrir puertas diplomáticas, pero los esfuerzos no han logrado avances. Ni la familia ni la organización humanitaria tienen noticias oficiales sobre su paradero exacto ni sobre su estado de salud.
El Consejo Danés para Refugiados acompaña a sus familiares con asesoría legal y apoyo emocional, pero la sensación de abandono crece con cada día sin noticias. “Es una violación flagrante a los derechos humanos más básicos”, insisten desde la organización.
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