Oct 2, 2025 - 4:07 pm

Luego de la cancelación del concierto del rapero estadounidense Kendrick Lamar, previsto para el pasado sábado 27 de septiembre en el escenario Vive Claro de Bogotá, persisten las dudas sobre las verdaderas razones de la suspensión. Aunque se han mencionado algunos posibles motivos, hasta el momento no hay una explicación oficial que aclare lo sucedido.

(Vea también: Se conocen los motivos por los que cancelaron concierto de Kendrick Lamar, ¿qué dijo la productora?)

Uno de los empresarios de eventos que están al tanto del entretenimiento en el país, es Julio Correal, quien desde su cuenta de YouTube se pronunció sobre lo ocurrido.

En sus palabras, el Vive Claro es un proyecto ambicioso que desde su origen ha provocado divisiones, tanto políticas como funcionales. La comparación con el estadio El Campín es inevitable: ambos escenarios se disputan ser el epicentro de los grandes conciertos en Bogotá, pero detrás de esa competencia hay lo que Correal denomina una “guerra política” entre el Gobierno nacional y la Alcaldía de Carlos Fernando Galán.

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Para Correal, el caso resulta aún más polémico porque el Vive Claro ya había demostrado ser apto para grandes eventos. El primer concierto hecho allí, con la banda estadounidense Green Day, fue un éxito rotundo en términos de producción, asistencia y organización. Aunque hubo quejas de algunos habitantes, el balance fue positivo y no se registraron incidentes mayores. En contraste, recuerda Correal, cuando se celebran espectáculos en el Parque Simón Bolívar —como el Festival Cordillera, Rock al Parque o eventos masivos similares— los reclamos por ruido o afectaciones ambientales casi nunca trascienden.

El empresario destaca que, luego de ese precedente exitoso, la llegada de Kendrick Lamar a Bogotá causaba gran expectativa. El cartel incluía además a los artistas argentinos Ca7riel y Paco Amoroso, lo que prometía una jornada musical memorable. Sin embargo, en lugar de una fiesta, el público se encontró con una sorpresiva cancelación minutos antes del inicio, sin explicaciones claras y con múltiples versiones circulando.

Correal asegura que en estos casos existe un procedimiento establecido: los organizadores deben presentar la documentación ante el programa SUGA, encargado de gestionar los permisos para espectáculos públicos, con un plazo mínimo de 30 días hábiles antes del evento. Este trámite, aunque complejo, es una práctica habitual para todas las productoras.

Lo llamativo, según Correal, fue la aparición repentina de una entidad hasta ahora ajena a la organización de conciertos: el Idiger, Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático.

De acuerdo con su testimonio, funcionarios del Idiger llegaron al lugar el mismo sábado, alrededor de las cuatro de la tarde, y exigieron un documento que nadie sabía de dónde surgía ni por qué era requerido. Esta situación llevó a que, en cuestión de horas, se tomara la decisión de suspender el espectáculo, causando indignación entre organizadores, artistas y asistentes.

El problema, para Correal, no es técnico ni ambiental, sino político. Señala que detrás de la cancelación se esconde una disputa por el control de los escenarios de gran formato en Bogotá, donde sectores del poder no están dispuestos a permitir que el Vive Claro compita con El Campín.

“El Campín es un estadio con baños deplorables y una infraestructura que apenas sirve para el fútbol, pero aun así quieren mantenerlo como la única opción. Eso es corrupción pura”, enfatizó.

El costo económico de la cancelación es otro de los puntos críticos. Lamar ya había sido contratado, y ahora los organizadores deberán pagarle de nuevo, además de pagar a los teloneros, asumir los gastos de producción y devolver el dinero de las boletas. Correal recordó que un caso similar ocurrió con la cancelación de un concierto de Shakira en Medellín por temas de infraestructura, que dejó pérdidas cercanas a los 10.000 millones de pesos.

“Estoy un poco emberracado por este tema, así es la vida, uno se ve en medio de  una guerra de políticos pepuecos”, expresó Correal.

Lo sucedido con Kendrick Lamar refleja mucho más que un problema logístico: pone en evidencia la fragilidad de la industria del entretenimiento en Colombia frente a decisiones políticas y administrativas que afectan tanto a empresarios como a fanáticos. “Perdimos todos: la ciudad, las marcas, las empresas y, sobre todo, la gente. No le metan política al entretenimiento”, sentenció Correal.

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