Un amplio debate se ha abierto sobre dos flujos de personas que transitan por la inhóspita selva del Darién, que separa a Colombia de Panamá: el más importante por el número de individuos y por su precaria condición es el de los migrantes que, de diferentes nacionalidades, aspiran a llegar a Estados Unidos desde Colombia; el otro es el de turistas que pagan millones de pesos por vivir simplemente una aventura extrema.
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La situación de los migrantes hizo que Estados Unidos y Colombia acordaran la creación de unas oficinas de movilidad segura. Estados Unidos había señalado, tras una reunión con el canciller Álvaro Leyva Durán, que a partir del pasado lunes 19 de junio los migrantes iban a poder solicitar citas para presentarse en estos centros, coordinados por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Sin embargo, Colombia aún no ha definido con el país norteamericano los detalles sobre el funcionamiento, dijo la vicecanciller colombiana, Elizabeth Taylor Jay.
La preocupación por la seguridad de los migrantes, expuestos a todo tipo de vejámenes por parte de bandas criminales que convirtieron en renta esa tragedia hizo incluso que Panamá lanzara una operación para atajar al ‘Clan del Golfo’ en tráfico de personas por el Darién.
Con todo, en medio de esa crisis, florece también el turismo de aventura aplaudido por el mismo gobierno de Panamá.
Turismo por la selva del Darién
“Nuestro objetivo es atravesar la que probablemente sea la selva más infame del mundo”. Esto lo podrían decir los miles de migrantes que cada día pasan el Tapón del Darién, pero la frase es una oferta de la empresa de turismo de lujo de aventura alemana Wandermut, que vende dos semanas por esta densa jungla con “desafíos enormemente diversos y duros” y que supondrán “la aventura de tu vida”. Esas experiencias valen 3.643 euros (casi 4.000 dólares, unos 16 millones de pesos).
Justamente este viernes, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) también salió en defensa de la empresa y del turismo que puede ofrecer el Darién, rico en diversidad, y que desde hace más de una década está abierto a excursiones, expediciones naturales y otro tipo de turismo.
“Este tipo de conexión no existe, ya que estas dos actividades tienen lugar en áreas completamente diferentes del Darién, separadas por más de 55 millas (más de 90 kilómetros) de bosques tropicales y territorios tribales”, subraya la ATP.
Para ellos, la crisis migratoria, “como fenómeno relativamente nuevo, no tiene nada que ver con las actividades turísticas que se han llevado a cabo durante décadas en Darién y en el resto de nuestro territorio“.
Banalización de una crisis humanitaria
Aunque el número de migrantes se ha disparado en los últimos 2 años, con más de 184.000 personas que ya han cruzado de Colombia a Panamá por el Darién este año (el quíntuple que en el mismo lapso de 2022), la crisis humanitaria en esta frontera natural no es nueva y personas de todo el mundo —incluso de África y Asia— llevan más de una década intentando atravesar las montañas y ríos del Darién, no precisamente para “disfrutar de una aventura”.
“Somos testigos de lo que supone para los migrantes el cruce de esta selva; es una selva inhóspita, muy difícil, sin servicio. Los migrantes están expuestos a un número enorme de accidentes por la geografía de esa selva (barrancos, ríos, etc.), a enfermedades por las condiciones deficientes sanitarias en la ruta”, explica a Efe Luis Eguiluz, jefe de misión en Colombia y Panamá de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Esta organización practica casi la totalidad de consultas médicas en las estaciones de recepción de migrantes de Metetí, en el lado panameño, a la salida de la selva. “Es una auténtica crisis humanitaria (…). Estamos hablando de más de 500 personas diarias que se exponen a esta situación; de niños, niñas, adolescentes, mujeres embarazadas, personas con capacidades diversas que se exponen a esta ruta”, denuncia el jefe de misión de MSF.
Además, en esta selva, que ha servido de escondite durante décadas a la guerrilla y paramilitares colombianos, siguen delinquiendo grupos armados y traficantes, que exponen a robos, agresiones y constantes agresiones sexuales a los migrantes.
“Evitamos la zona fronteriza directa a Colombia y el este del Darién. Cualquier otra cosa sería imprudente”, advierte la empresa alemana de turismo. Los migrantes, sin embargo, no pueden evitar esa zona de paso y de hecho quedan expuestos a pagar por transitar una ruta un dinero que queda en manos de los grupos armados y criminales.
A los intrépidos que paguen los 3.643 euros se les ofrece seguridad, equipos de “última tecnología” para no perderse y, “en emergencias extremas, se envía una señal a través de un teléfono satelital”.
A 90 kilómetros, los migrantes que cruzan “no pueden pagar por seguridad, no pueden pagar por las rutas más fáciles, entonces se exponen a las rutas más difíciles“, recuerda Eguiluz. En la zona del Darién por donde pasan los migrantes no se sabe cuántos se quedan por el camino.
“En nuestras consultas médicas y de salud mental vemos el sufrimiento que les causa la exposición a esta selva. Por lo tanto, toda banalización de esta crisis humanitaria no ayuda precisamente para mostrar la tragedia de estas personas“, lamenta Eguiluz.
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