La tradición occidental se ha referido de manera admirable a China llamando a ese país el gigante asiático, y eso engloba todo: su numerosa población, su extenso territorio, su milenaria cultura, su poderoso aparato productivo y su peso específico en la geopolítica mundial. Pero de un tiempo para acá están creciendo las miradas que ven a ese país no como un coloso amigo, sino como un amenazante leviatán, el monstruo de traza bíblica con un enorme poder destructivo y que de hecho se asemeja a un dragón, una bestia depredadora de industrias con consecuencias catastróficas, por no decir apocalípticas.
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Se podría afirmar que así lo vieron, prácticamente expeliendo hachones de fuego por la boca y echando humo por la nariz, como si en sus entrañas hubiera un horno de fundición, en la cumbre de la Asociación Latinoamericana del Acero (Alacero), que tuvo lugar esta semana en Cartagena. La industria del acero en la región se encargó de llamar la atención esta vez sobre el peligro de la estrategia china para convertirse en la fábrica del mundo, hacerse con las cadenas de producción y desatar un peligroso proceso de desindustrialización, aunque la amenaza se cierne sobre los diferentes sectores de la economía.
La figura del leviatán o dragón chino se pudo visualizar a través de los datos. Ezequiel Tavernelli, director ejecutivo de Alacero, explicó que China produce más de la mitad del acero mundial. “En solo once horas, ese país produce lo que produce Colombia en un año”; y en solo 20 días, “China produce lo que toda Latinoamérica produce en un año. Esa es la magnitud de la desigualdad y las condiciones en las que estamos compitiendo hoy. Lamentablemente, hoy estamos compitiendo industria contra un país”, advirtió el directivo.
Tavernelli también explicó que la producción de China de acero crudo se ha incrementado todos los años, año tras año, a más de mil millones de toneladas, mientras que el resto del mundo produce 870 millones de toneladas. “Pero hay un exceso de capacidad que se estima en 600 millones de toneladas, un número que va a ser peor porque la OCDE ha estimado que para el 2027 van a incorporarse, con los proyectos que ya están lanzados, más de 720 millones de toneladas. Y este es el gran problema. Solo China tiene hoy 249 millones de toneladas de exceso de capacidad”, agregó.
En medio de estas circunstancias, el nivel de producción no para de caer en Latinoamérica empujado por esta desigualdad en la competencia y por las importaciones chinas. “La producción de acero crudo ha estado en volúmenes de entre 60 y 65 millones de toneladas y ahora estamos en un volumen de 56 o 55 millones de toneladas. Y en lo que respecta al acero laminado, sigue el mismo camino. Quitando el año de la pandemia, el año 2025 va a ser el peor de la historia”, lamentó Tavernelli. Así, mientras Latinoamérica no para de caer en su nivel de producción, China no para de subir en su novel de exportación hacia la región. “¿Qué está pasando en este proceso?: nos estamos desindustrializando y primarizando”, dijo.
Superproducción de China, un riesgo para la industria
Lo que está haciendo China, no solo en el sector del acero, es una estrategia relativamente nueva, por lo que muchos gobiernos no han advertido la gravedad de la situación. Jorge Guajardo, exembajador de México en China, explicó en el Alacero Summit 2025 que esta nueva fase empezó cuando al país asiático se le apagó en 2021 el principal motor de crecimiento que tenía: la urbanización, la construcción de ciudades, trenes, aeropuertos, edificios, etc., debido a una drástica caída en el crecimiento de su población. “Se cae la urbanización en 34 %. ¿Qué le queda al gobierno chino cuando pierde este motor de desarrollo?: las exportaciones”, explicó Guajardo.
“Ellos no cierran sus fábricas. Más bien dicen: ‘Como ya no podemos urbanizar, vamos a apostarle doble contra sencillo a la manufactura: más fábricas y más manufactura’”, añadió el exembajador mexicano, y ofreció unas gráficas estadísticas en las que una línea roja, la de la manufactura china, se dispara hacia arriba como llama lanzada por un dragón. Y eso ocurre a pesar de que el mundo no le estaba pidiendo sus productos, es decir, sin que hubiera una demanda real que provocara la superproducción china, su sobreoferta. “Es importante entender que es un fenómeno reciente y no hay manera de competir contra él. Es la China de 2025, no del 2019”, recalcó Guajardo.
Las palabras de Guajardo retumbaron apocalípticas en el Centro de Convenciones de Cartagena de Indias. “Esto no se trata de tener mejores procesos en las empresas, de tener mejores relaciones con los clientes, de disminuir la rotación, todo lo que hace a un empresario exitoso. No. No, no, no. Esto se trata de que o lo detienen en la frontera o todos ustedes cierran. Y si los gobiernos no lo entienden (y les está tomando tiempo entenderlo), va a pasar más rápido lo que nos imaginamos. Estados Unidos está resolviendo el problema con la imposición de aranceles. Pero a falta de Estados Unidos, las exportaciones chinas están creciendo en otros países, los emergentes. Es a nosotros a quienes nos están exportando. Las exportaciones chinas siguen creciendo al 8 % al año”.
Pero Guajardo no habló de cualquier tipo de aranceles para contener el tsunami de manufacturas chinas. “Los aranceles no sirven de nada. Si les ponen un arancel del 30 % se ríen. Al otro día lo superan. El arancel tiene que ser agresivo, tiene que ser constante, revisado hacia arriba y eventualmente cerrado. Creer que podemos sobrevivir a esto por una buena relación con China, porque el mundo está cambiando, creo yo, es una falacia. Creo que hay una urgencia de hablar y explicar el peligro que esto representa para la industria de nuestros países. Es un reto nuevo. Esto pasó a partir del 2022. Yo creo en el libre comercio, simplemente sin China”.
Preguntado sobre qué les recomendaría a los ministros de Hacienda de la región, respondió: “La OMC fue creada antes de este fenómeno chino. Ahorita representa más limitaciones que oportunidades. La OMC tiene límites en los aranceles, y esos límites fueron hechos antes de que China entrara a este proceso. Fueron pensados para que las economías de mercado comercien entre ellas. China no es una economía de mercado. Estamos compitiendo con alguien que no está jugando con nuestras mismas reglas. Si nos esperamos que la OMC se adapte, puede ser demasiado tarde”.
Y volvió al tono apocalíptico: “Esto sucede muy rápido. Esta desindustrialización se viene en uno o dos años; no es cosa de décadas. Olvídense de la OMC y pongan aranceles de manera inmediata y agresiva”.
Para concluir, puso un ejemplo de la manera como China busca tomar el control de las cadenas de suministro. “Hace tres semanas el gobierno de Países Bajos le sacó el gerente chino a una subsidiaria de microchips chinos de los de más baja categoría, para los limpiabrisas, para asientos de carro. Y China país, no compañía privada, se molestó, y prohibió la exportación de los chips sobre los cuales tiene monopolio en todo el mundo. Al hacer esto, cierra la industria automotriz. China está utilizando estos monopolios como instrumentos de guerra. Y esto va a suceder en otros países”.
Esto indica que al leviatán que hoy representa China para múltiples industrias de diferentes países hay que saberlo observar en cada una de sus diferentes manifestaciones. Guajardo avanzó con un bosquejo: “Le estamos dando a China el control de nuestras cadenas de suministro y China nos está diciendo abiertamente que las va a usar como instrumentos de guerra. Estamos perdiendo soberanía. Creer que les interesa o que van a recibirnos con esa bonhomía que les atribuimos es un sueño. No será”.
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