Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Gustavo Arbelaez   Nov 20, 2025 - 9:38 am
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El anuncio pasó casi desapercibido entre el ruido noticioso del fútbol internacional, pero para quienes siguen de cerca la huella colombiana en las Copas del Mundo, la revelación del estadígrafo Luis Arturo Henao (@ElColeccioniste) cayó como un balde de agua fría. El Mundial de Norteamérica 2026 será el primero, en más de tres décadas, sin la presencia de un entrenador colombiano en los banquillos de las selecciones clasificadas.

Es un retroceso histórico. Desde Italia 1990, cuando el país vivía una profunda transformación futbolística, siempre hubo al menos un técnico cafetero dirigiendo en el torneo más importante del planeta. Aquella racha, construida durante 36 años, se romperá justo en la edición más grande de la historia.

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El recorrido comenzó con Francisco ‘Pacho’ Maturana, el gran arquitecto del fútbol colombiano moderno. Estuvo al frente de la Selección Colombia en Italia 90 y repitió en Estados Unidos 94. Su figura marcó un antes y un después: llevó la identidad del toque y la valentía tricolor a los ojos del mundo, abriendo puertas para que otros técnicos colombianos fueran tenidos en cuenta internacionalmente.

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En Francia 98, Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez tomó la posta con Colombia, y su prestigio lo llevó más tarde a dirigir a Ecuador en Corea-Japón 2002, logrando la primera clasificación mundialista en la historia de ese país. Era el inicio de la expansión del entrenador colombiano como figura exportable, respetada y buscada en el continente.

El ciclo continuó en Alemania 2006 con Luis Fernando Suárez, también con Ecuador, alcanzando octavos de final y firmando una de las mejores campañas mundialistas de la Tri. En 2014, Suárez volvió a una Copa del Mundo, esta vez con Honduras, demostrando que su metodología trascendía contextos y generaciones.

Reinaldo Rueda reforzó esa presencia con Honduras en 2010 y Ecuador en 2014. Su estilo sobrio, pedagógico y profundamente humano dejó huella en Centroamérica y Sudamérica. Durante Brasil 2014, compartió cartel con otros dos compatriotas, en lo que sería la edición con mayor presencia colombiana en la historia.

Además de Rueda, estuvieron Jorge Luis Pinto, quien llevó a Costa Rica a unos inolvidables cuartos de final, y Luis Fernando Suárez con Honduras. Fue un hito irrepetible: tres entrenadores colombianos en simultáneo, al máximo nivel competitivo, tres ideas de juego distintas, tres maneras de liderar que llenaron de orgullo al país.

En 2018, Hernán Darío Gómez apareció nuevamente, esta vez con Panamá, guiando a los canaleros a su primera Copa del Mundo. Ese mismo año, Juan Carlos Osorio dirigió a México con su sello táctico innovador y su valentía analítica. Para Catar 2022, Luis Fernando Suárez regresó una vez más, ahora con Costa Rica, cerrando una racha que parecía interminable.

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Pero en 2026, por primera vez desde aquel mágico 1990, no habrá un entrenador colombiano en el torneo. Una ausencia que no solo rompe una tradición estadística, sino que invita a reflexionar sobre la situación actual del entrenador nacional: su mercado, sus oportunidades y la menor presencia en proyectos de selecciones internacionales.

Sin embargo, más que una caída, puede ser un punto de partida. El prestigio acumulado durante décadas sigue ahí, latente, esperando la siguiente generación de entrenadores que vuelva a abrir camino en los escenarios que hicieron grande al técnico colombiano.

Norteamérica 2026 será un Mundial gigante, vibrante y lleno de historias. Pero para Colombia, también será un recordatorio de una herencia que no puede perderse. Una invitación a renacer. Una pausa que, quizás, prepare el terreno para el próximo gran ciclo.

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