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La reciente implementación de puertas “anticolados” en el Portal 20 de Julio de Transmilenio ha desatado una oleada de reacciones tanto en redes sociales como en escenarios políticos y ciudadanos. Este portal, considerado uno de los puntos críticos por los altos niveles de evasión y violencia registrados recientemente, se convirtió así en escenario de medidas reforzadas: puertas de piso a techo con el objetivo de dificultar los accesos ilegales. La noticia coincidió con la viralización de un video en el que una mujer manipula una puerta automática en otra estación, la cual fue diseñada para personas con movilidad reducida, permitiendo así el ingreso irregular de otros usuarios a cambio de dinero, según denuncias recogidas en redes sociales.
El debate se ha intensificado en el contexto de un aumento de COP 250 en el costo del pasaje de Transmilenio, que ahora asciende a COP 3.450. Esta alza refuerza la discusión sobre la relación entre la calidad del servicio y el valor del tiquete, en medio de un déficit financiero que mantiene al sistema con deudas importantes. Ante las pérdidas económicas derivadas de la cultura del colado, las autoridades han recurrido no solo a nuevas barreras físicas, sino también a campañas de sensibilización con el fin de reducir la evasión.
Según indicó Transmilenio en su análisis de 2025, la sola presencia de puertas automáticas o torniquetes de piso a techo no basta para eliminar la evasión. El sistema, además, incorporó un grupo de 300 vigilantes con formación en ética, defensa personal y manejo de situaciones conflictivas. Gracias al trabajo conjunto entre infraestructura y vigilancia, se logró un aumento considerable en la validación de pasajes: solo en Usme y el Portal 20 de Julio se han registrado un 26% y 20% más de pagos, respectivamente, equivalentes a 90.000 validaciones adicionales cada semana.
En paralelo, la administración del sistema reforzó los perímetros de seguridad con la instalación de cerca de 4.000 metros lineales de barreras en once estaciones y nuevos cerramientos en los portales Usme y Américas. Estas acciones han permitido reducir riesgos, mejorar la circulación y desalentar la evasión.
De acuerdo con Transmilenio, entre 2024 y 2025 se observó una disminución de la evasión en troncales estratégicas como Carrera 10, Calle 26 y Soacha. A esto se sumó la implementación de un estudio de línea base de evasión zonal, considerado crucial para adoptar intervenciones focalizadas a partir de 2026. Además, los torniquetes “anticolados” han sido desplegados no solo en el Portal 20 de Julio, sino también en Portales Américas, Tunal y Usme, así como en estaciones clave como Avenida Jiménez, Calle 57, Avenida 39 y otros puntos críticos identificados por estudios técnicos. Incluso el sistema TransMiCable ha integrado estos dispositivos en todas sus estaciones principales.
Pese a las críticas de algunos usuarios que consideran que las nuevas puertas son incómodas y excluyentes, la gestión de Transmilenio ha sostenido que estas instalaciones obedecen tanto a análisis técnicos como a la necesidad de garantizar un ambiente más seguro y ordenado. Las confrontaciones vividas semanas atrás y la presión ciudadana y política han acelerado la toma de decisiones, apoyada en cifras y en la necesidad de proteger la sostenibilidad del sistema.
Así, la ciudad sigue batallando no solo contra las formas de evasión creativa sino con el desafío de equilibrar seguridad, inclusión y calidad en el mayor sistema de transporte público de la capital. Ante este panorama, una pregunta surge de forma ineludible:
¿Por qué la evasión en Transmilenio representa un problema estructural para Bogotá?
La evasión en el sistema Transmilenio afecta directamente el equilibrio financiero de la operación, intensificando el déficit presupuestal y limitando la capacidad para invertir en mejoras, seguridad e inclusión. Esta práctica, señalaron las autoridades en los informes citados, obliga a destinar recursos adicionales a controles y barreras, encareciendo así el costo del transporte para todos los usuarios y condicionando la confianza en el sistema.
Al tratarse de un fenómeno extendido y persistente, la evasión se convierte en un reto estructural porque incide en la convivencia, el sentido de justicia social y la percepción de legitimidad de las normas. El esfuerzo por combatirla implica no solo barreras físicas y mayor vigilancia, sino una transformación paulatina de la cultura ciudadana, como lo demuestran las recientes medidas implementadas y sus resultados en reducción de evasión.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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