
El cerebro humano es el órgano más importante del sistema nervioso central y es esencial para la vida y la identidad del ser humano.
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Controla todas las funciones vitales —como la respiración, los latidos del corazón y la temperatura corporal— así como procesos mentales complejos como el pensamiento, el lenguaje, la memoria, las emociones y la toma de decisiones. También coordina el movimiento, la percepción sensorial y nuestra capacidad de interactuar con el entorno.
Dado que el cerebro es tan crucial, está protegido por el cráneo y envuelto por varias capas de membranas, además de estar suspendido en líquido cefalorraquídeo. Sin embargo, a pesar de esta protección, es extremadamente vulnerable a lesiones graves, especialmente por traumas como un disparo.
Datos médicos recolectados por BBC Mundo del Centro Médico Universitario de Tucson (EE.UU.) muestran que solo uno de cada veinte pacientes que reciben un disparo en la cabeza logra sobrevivir. Es decir, el 95 % muere prácticamente de inmediato por la gravedad de la herida.
Caso de éxito de sobreviviente a un disparo en la cabeza
En 2011, la congresista estadounidense Gabrielle Giffords se convirtió en una de las pocas sobrevivientes a un impacto de bala en la cabeza luego de que un joven de 22 años la atacara cuando estaba en una tienda.
Luego del atentado ocurrido en Tucson (Arizona), los profesionales de la salud que atendieron a Giffords fueron precavidos al comentar sobre su recuperación. Como parte del proceso posoperatorio, la funcionaria fue capaz de apretar la mano de otra persona, lo que es considerado por los médicos una señal alentadora.
Un aspecto fundamental en su caso, indicó el medio citado, radica en el trayecto del proyectil a través del cráneo y cerebro. Según el cirujano traumatólogo Peter Rhee —quien sirvió como médico militar en Afganistán y fue responsable de la operación—, el disparo que sufrió Giffords ingresó por la parte trasera del cráneo y salió por la parte delantera. Esto evitó que la bala quedara alojada en el tejido cerebral, situación que aumenta el riesgo de complicaciones y que en muchos casos resulta fatal.
El doctor Rhee explicó que, afortunadamente, el proyectil no tocó áreas vitales del cerebro, de modo que no se requirió extraer grandes cantidades de tejido muerto durante la cirugía. En numerosos casos de heridas similares, los fragmentos óseos y partes del proyectil suelen atravesar diversas zonas cerebrales, provocando hemorragias internas y daños adicionales irreversibles.
En casos en los que la bala se queda alojada en el cerebro, el experto en balística y medicina forense, Jorge Rojas, aseguró que los neurocirujanos se concentran en minimizar el daño causado por la bala en lugar de extraerla, ya que esto podría causar más lesiones.




¿Qué hacer cuando una persona recibe un disparo en la cabeza?
El neurocirujano Michael Lemole, miembro del mismo hospital, explicó que en ambas circunstancias se hace imprescindible reducir la presión dentro del cráneo para evitar que el edema comprima o dañe los centros nerviosos encargados de funciones vitales como la respiración, el ritmo cardíaco y el estado de alerta. Si la inflamación afecta estas áreas, el riesgo de muerte es inminente.
Para controlar la presión, los especialistas aplican una técnica llamada descompresión craneal, que consiste en retirar una sección del hueso del cráneo sobre el área lesionada. Esto permite que el cerebro se expanda sin ser presionado por la estructura ósea.
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Una vez que la hinchazón disminuye, el hueso se reintegra a su sitio mediante otra intervención quirúrgica. El proceso suele durar varios días, tiempo durante el cual se mantiene al paciente en coma inducido y con asistencia respiratoria mecánica.
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