En la madrugada del martes 7 de junio de 2022, Chía amaneció con el olor del humo. El lugar vivió una mañana tan agitada como la del capitán de bomberos, Jairo Alberto Garzón. A las 4:00 a. m., o un poco antes, comenzó un incendio en el Centro Histórico del municipio ubicado a 8 kilómetros al norte de Bogotá, la capital colombiana. El fuego consumió un total de 15 locales. Durante unas 5 horas, los bomberos de Chía, Cota y Zipaquirá, dos municipios aledaños, trabajaron para controlarlo. No hubo muertos. Hubo 5 heridos, incluyendo al capitán.

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Garzón es un hombre moreno, con un cabello negro que mantiene bien cortado, y una voz grave. A sus 64 años, se mueve con la energía de cualquier joven. Su rostro transmite una seriedad que probablemente adquirió con años de atender incendios y toda clase de accidentes. Habla sin afanes, inclinado hacia adelante y con las manos cruzadas. Cuenta que es bombero desde 1973 y que en el 2001 recibió el cargo de capitán de manera temporal, pero su gestión lo llevó a tomarlo definitivamente. Ahora pasa tanto tiempo en la estación que parece que ya hace parte del inventario, junto con sus carros a escala y todo el mobiliario.

Sobre una estantería tiene acomodados 4 cascos. Al hablar de ellos, su tono se aligera y se le nota orgulloso. Señala un casco rojo y con cariño menciona: “Es un casco que no tenía horma ni nada, pero era mi casco. Se le perdió el escudito, pero ese era mi casco de esos años [entre 1973 y 1975]”.

Comenta que fue miembro fundador del cuerpo de bomberos de Chía y aún recuerda aquellos inicios, cuando no tenían máquinas y el uniforme era una gabardina amarilla y el casco rojo del estante. De joven solía vivir a pocas casas de la estación y sus padres le reclamaban las salidas laborales que sucedían a cualquier hora. Nunca ha tenido horario. Atiende cuando sea necesario. 

La ausencia de un horario fijo no le incomoda. Lo que sí le molesta son los juicios hacia el cuerpo de bomberos de Chía. De allí los juicios alrededor del incendio del 7 de junio. A pesar de que ha perdido la cuenta de cuántos incendios ha atendido, el acaecido en el centro histórico del municipio recibió duras críticas. Esto debido a que algunos locatarios señalaron como mediocre la labor de él y su equipo. 

Catalina Castañeda tuvo allí un local de regalos y detalles por 16 años. Su negocio quedó reducido a polvo. Ella no culpa al capitán por los resultados, incluso menciona que el equipo, guiado por Garzón, sí fue útil para evitar que el fuego causara daños más graves. 

En contraste, Pedro Cuestas, quien tenía un local de postres frutales que también fue declarado pérdida total, sí responsabiliza en parte a los bomberos. Desde su perspectiva, una falta de liderazgo por parte del capitán Garzón facilitó que el fuego causara mayores destrozos. “Parecían como gallinitas dando vueltas, pero no hacían nada [los bomberos del cuerpo de Chía]”, afirma porque, en medio de todo, él solo percibió desorden y poca experticia.

Con respecto a estas opiniones de su liderazgo, el capitán Garzón comenta que ya ha presentado su defensa ante el Concejo Municipal, pero reafirma que no considera que haya habido un mal manejo al conjurar el incendio. Mencionó que le molesta que no solo se dijo que llegaron tarde o que no tenían una buena logística de atención, sino que también se sugirió que las heridas de los bomberos Camilo Galvis y Alejandro Castillo, así como las del capitán, fueron producto de la mala gestión.

“Estábamos intentando abrir una puerta para ingresar a uno de los locales”, cuenta Camilo Galvis sentado en un sofá de su casa.  “Otro factor que jugó en contra de nosotros también fue el tema de la electricidad. Las puertas estaban energizadas, la lluvia, el agua… todo…”, agrega Alejandro Castillo sentado en una cafetería. “Me acerqué porque no me escuchaban que ya dejaran eso, y yo veía el riesgo estructural. Ninguno estaba dentro de la construcción, eso fue en la calle”,  afirma el capitán desde la silla de su oficina. En aquel momento los tres escucharon un grito: ¡Cuidado! ¡El techo!

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No fue la primera vez que Jairo Garzón arriesgó la vida, pues el capitán no tuvo una adolescencia común. La vivió entre llamadas de emergencia. Comenzó a trabajar con el cuerpo de bomberos de Chía desde que tenía 14 años. Apagaba los incendios en un Chevrolet Premium coupé, modelo 1964. Tampoco tenían máquinas de bomberos o de rescate, enfrentaban las llamas con agua y sin muchos de los protocolos de seguridad actuales. Aun así, Jairo Garzón anhelaba escuchar la alarma que les advertía de las emergencias y nunca se acobardó, a pesar de haberse enfrentado al calor del fuego y haber observado en otros el frío de la muerte. 

Casi cinco décadas después, se encontró debajo de los escombros irreconocibles de un techo. El capitán quedó atrapado de la cintura para abajo; su pie estaba atorado y requería de ayuda, pero su preocupación principal era “los muchachos”. Antes de que lo rescataran, se aseguró de que hubieran encontrado a sus bomberos y los estuviesen atendiendo. A pesar de sus condiciones, él no mostró la preocupación que invadía su mente. Camilo y Alejandro fueron trasladados a un centro médico; el primero tendría una incapacidad prolongada por las fracturas recibidas y el segundo, volvería a trabajar después de recuperarse. Por su lado, aquel día el capitán Garzón se quedó coordinando lo que quedaba pendiente de la atención hasta las 9:00 de la mañana. A esa hora tuvo que retirarse, pues caminar y estar de pie ya resultaba demasiado doloroso.

Dos meses después, el capitán todavía cojea un poco y tiene que asistir a las terapias físicas para sanar su pie. Aun así, en sus días sigue resonando la sirena de la estación y pese a que ha acumulado careos con la muerte, sigue enfrentándose a las llamas, en medio del humo y el calor. Su pasión por su labor y el afecto por sus muchachos lo impulsan a diario para salir a arriesgar la vida una y otra vez. 

Por: María Alejandra Ruge Duarte.

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.