Y para no ir más lejos, eso es lo que ha sido Sorayda Peguero en la vida de quienes la leemos de tiempo atrás en sus maravillosas columnas de El Espectador. 

Sorayda es una dominicana que actualmente reside en Sabadell, y que escribe con esa magia de la memoria embellecida. Una memoria que guarda, no solo a nivel literario – no sé de dónde saca tantas anécdotas maravillosas que convierte en pequeñas obras de arte, sino a nivel gráfico, pues en su tiempo libre “persigue con la cámara de su celular a los artistas callejeros que va encontrando por el camino”.

Son anécdotas cotidianas de su propia vida, y de la vida de otros: artistas, periodistas, escritores y escritoras, todos personajes valiosos. Valiosos no por lo que han significado para las artes en el mundo, sino por esa humanidad traducida en los hechos ordinarios que nos narra Sorayda en las columnas. 

Tusquets Editores nos trae una recopilación de estos breves relatos, porque eso es lo que son, en un libro que se llama ‘Por aquí pasó una luciérnaga’ (2021), que debe su nombre, además, a uno de ellos, “Felicia”, inspirado en ese resplandor que significó para ella esa tía del alma.

No se trata de columnas políticas o de opinión, o de reseñas culturales, no. Se trata de piezas de literatura pura, de gemas literarias, cada una con un final mejor que el anterior, en donde la opinión – la posición de Sorayda ante la vida – germina de la anécdota relatada. El libro se divide en 4 partes, la primera con 30 narraciones, la segunda con 31, la tercera con las ganas de continuar leyéndola… y una cuarta con relatos mínimos condensados bajo el título de “Herencia de escritorio”

Se lee deliciosamente porque el estilo es impecable. El ritmo de las palabras, los rituales y mitos caribeños (el lagarto que sirve para curar el asma, en “Un día de cacería”, entre otros o el relato de las brujas en “Al volver a casa”), con ese candor antillano combinado con el sabor barcelonés – ella en sí es una mezcla preciosa – nos obligan a trasnochar con un libro que, francamente, una no quiere que se acabe, un libro de anécdotas que se convierten en profundas fábulas modernas, con todo y su enseñanza – no necesariamente moral – que queremos seguir leyendo sin fin.

En la primera parte del libro, encontramos claves personales de su infancia y adolescencia, con arrepentimientos incluidos (el silencio que en un momento dado guardó frente a actos de desigualdad o abuso sexual de los que tuvo conocimiento), su conexión con el mar, su relación con el baile – hermoso es el relato “Rara Avis” en donde hace referencia al libro Mis primeros conocimientos de Noel Streatfeild sobre la historia de la bailarina ciega Alicia Alonso, quien eligió el baile a la vista – su nostalgia profunda por la tierra.

En la segunda y tercera parte nos encontramos con un sainete de personajes de la vida real, algunos de los cuales, estoy segura, el lector no conocerá (como yo tampoco lo supe, lo confieso). De la mano de Sorayda conocí la valiente y bella historia de la cubana Camila Henríquez Urueña en “La maestra Camila” y en “Casi noventa y dos”, una de esas mujeres rebeldes que aparece a lo largo del libro y que, en aquellas épocas en que el feminismo solo podía ser incipiente para ser efectivo, logró cambiar los pequeños espacios en que le tocó vivir (la cárcel, la escuela, la vida), a través de sus esfuerzos educativos. 

Es un libro con ritmo en el que, en múltiples relatos, encontramos la magia de la música y es por eso que es inevitable leerla oyendo cada canción con su letra, empezando por “Primoroso cantar” de Tite Curet Alonso, interpretada por Pete El Conde Rodríguez en “La subversión del baile”, en donde provoca pararse a bailar a medida que se lee, y con “La bella cubana” de José White, pasando por “Sopita en botella” y “Burundanga”, de Celia Cruz, a quien le dedica varios relatos, hasta llegar incluso a Gwen Stefani con “Don´t speak” en la narración “La despedida”, en donde nos acerca a lo que es la sensación de la muerte y despedida de su amigo del alma. Nos sorprende con Omara Portuondo y hasta con las Pointer Sisters.

En el medio aparece también la música de Billie Holliday con ‘Strange Fruit’, un desgarrador himno que, poéticamente, nos sumerge en el dolor de la discriminación racial, Ismael Rivera, su amado Hector Lavoe, Nina Simone con “I love you, Porgy”. Y qué decir de la historia de la amistad salvadora entre Charly García y Palito Ortega en “Un faro en la niebla” o del relato de los comienzos de la carrera de José Luis Perales en “Llamada de una desconocida” …

Sorayda nos da una ronda deliciosa por libros y autores. Nos pasea por James Joyce en “Cuando Sylvia encontró a James” y nos relata cómo fue ese encuentro con la dueña de Shakespeare & Co en París que termina con la edición del “Ulyses”, su contrabandeo a través de caminos dispuestos por Ernest Hemingway dada la censura impuesta en algunos países, y su éxito mundial; con Agatha Christie en “La Fuga” y el relato de su desaparición cuando su esposo le notifica su abandono por otra mujer.  El paseo continúa con García Lorca, pasa por Carolina María de Jesus en “El vals de la favela”, esa gran escritora de las favelas de Sao Pablo relegada del mundo académico e intelectual brasilero por su origen, por Ida Vitale en “Ida” y hasta la misteriosa Elena Ferrante en “Una fiebre que vuelve con el verano”, una ronda de nunca acabar…

Se nos atraviesan personajes como Gabriela Mistral, César Vallejo, Fabio Fiallo y sus versos, Fred Uhlman, Marguerite Duras y el origen de la historia de su novela “La lluvia de verano”, en donde aprendemos que dejar libros en los trenes es como ir repartiendo invitaciones para una cita a ciegas…Y no podía faltar Toni Morrison, esa norteamericana que nos atrapó con la majestuosidad trágica de sus libros y la profundidad del abordaje de la discriminación racial.

Nos sorprenden las anécdotas de Cortázar y Borges, del origen del “El vino del estío” de Ray Bradbury, de Rebecca Solnit, de la breve infancia de Saramago. Y son inolvidables las hazañas cotidianas de mujeres rebeldes o de periferia contra la injusticia, la desigualdad y la discriminación como las de las hermanas Mirabal en República Dominicana haciéndole frente al dictador José Leónidas Trujillo, la vida extraordinaria de Abigaíl Mejía (una humanista feminista que yo desconocía, dominicana, cuya historia es tremenda), Maya Angelou, Maryse Condé o Lucía Berlín…

Hallamos hasta un breve baño de literatura nórdica con Pippi Calzaslargas, esa peculiar joya de la literatura infantil sueca, en “La Despedida”. Sorayda nos devuelve a la realidad con Joan Didion en el relato “Hay golpes en la vida”, en donde cita la frase de su libro El Año del pensamiento mágico: “La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”; con Marilyn Monroe en “Una mujer normal”, que no estaba depilada el día en que murió, o con Audrey Hepburn y la entrañable historia de su amistad con Givenchy, o con Nelson Mandela y sus orígenes…

Tal vez lo único que extrañé del libro, fue un índice, porque después de leerlo a toda velocidad, para sentir el placer y el aroma de los vientos huracanados que dejan los relatos, es imprescindible devolverse a uno y otro, para releerlos, para repensarlos, para saborearlos. Y entonces debí llenarlo de post it y subrayados para saber en qué color encuentro pedazos de mi propia vida porque es probable encontrarla en muchos de ellos.

Después de leer a Sorayda, queda esa sensación de haber ido a un mercado de las pulgas o a un bazar y haber probado de todo un poco, y quedar con ganas de más. Nada más reconfortante que leer un libro que inspira, que motiva, y que deja en la mente y en el alma un sabor de sabiduría.

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