En el pasado, nos contaba la historiadora Claudia Avendaño en su intervención en el Hay Festival de Jericó, se consideraba que las mujeres teníamos el alma más pequeña, dado que nuestro cuerpo era “más animal” que el del hombre: éramos animales de los senos para abajo -ellos lo eran solamente de la pelvis para abajo-, porque además nuestras emociones permitían que se nos saliera el alma por nuestros orificios. En fin… Y yo creo que las mujeres lo que estamos es descubriendo nuestra alma inmensa, llena de emociones puestas en palabras, y claro, nuestra deliciosa animalidad.

Esta semana tuvimos la maravillosa noticia de que Pilar Quintana (Cali, 1972)  ha sido declarada ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2020 por su novela ‘Los Abismos’. Y no puedo dejar de pensar que leí hace unas pocas semanas su fantástica obra ‘La Perra’, y que me pareció tan, tan, tan buena, que pensé en reseñarla, pero se vino encima ‘Caperucita se come al lobo’ y ahora ‘Los abismos’. 

Con ‘La Perra’ sentí algo así como una remembranza del gran Arnoldo Palacios, en su selvático Chocó, presente en su libro “Las Estrellas son negras”. Pero Pilar me lo evocó de una forma bien distinta, no en la miseria de su pobreza urbana como destino, sino del destino-mujer-animal-selva.

En ‘La Perra’ no vamos a encontrar frases filosóficas que nos recuerden nuestro niño interior. No. Vamos a encontrar franqueza, dureza, una selva infame, una desigualdad social y de género inaceptables, una realidad literaria más cruda que la realidad más real que pudiéramos imaginar. Y también, como en ‘Las Estrellas son negras’, vamos a encontrar mucha lluvia y mucha rabia. Y unos finales apoteósicos en ambas obras. Así que me muero de las ganas de leer ‘Los abismos’, cuyo editor ya nos confirmó que saldrá a más tardar el 25 de marzo para deleite de los que disfrutamos de una escritura libre, fluida, fresca, sin tapujos, así como su autora.

Me siento muy feliz, no solo por Pilar sino por todas las mujeres escritoras de este país. Porque algún amigo me hizo un comentario con el que no pude estar de acuerdo: “no hay muchas visibles en el panorama literario colombiano”. Porque en estos últimos tiempos hay muchas y maravillosas. Por supuesto, su visibilidad no ha sido la misma que la de sus colegas hombres, como siempre. Y no me referiré a autoras de libros de autoayuda o mística, ahí tenemos bastantes. Pero a riesgo de que me queden faltando varias, por lo cual pido disculpas desde ya, en el mapa tengo a varias novelistas, ensayistas y poetas.

Comienzo, pues, porque siempre me han inspirado por ser en cierto sentido aún pioneras y seguir vigentes: 

Helena Iriarte (Bogotá, 1937), un icono de la academia en Colombia, ha escrito la más bella obra que he leído sobre las relaciones filiales, ‘Cuando te vayas, abuelo’ de la que escribí una reseña el año pasado, en donde Iriarte crea un mundo mágico: “A nuestro mundo secreto sólo se podía acceder por una red de caminos que nadie conocía y que llevaba al corazón del espacio encantado donde vivían los espíritus, y cuando ellos se ponían a contar historias, el abuelo y yo sabíamos que cada una era tan verdadera como lo del diluvio y la torre de Babel (…) Y lo que oíamos era nuevo y nadie más lo había conocido nunca, porque hay que inventar la verdad — me decía —, imaginarla para creer en ella´”. 

Laura Restrepo (Bogotá, 1950), quien nos está sorprendiendo con sus columnas y poemas en Los Danieles, ganadora en el pasado también del Premio Alfaguara de Novela en 2004 por ‘Delirio’. Con su libro ‘Los Divinos’ no ha dejado que nos olvidemos de la oscuridad de nuestras clases aristocráticas capitalinas en la muerte de Yuliana Samboní-. Sus libros me han deslumbrado desde mi adolescencia y sus letras, en general, aún lo siguen haciendo.

Está Angela Becerra (Cali, 1957), la mejor representante de Colombia del “idealismo mágico” de quien escribí una reseña el año pasado sobre su última novela – novela histórica sobre Betsabé Espinal, una de las primeras feministas sindicalistas en Colombia, y cuyos libros han sido traducidos a más de 23 idiomas. Sus obras están presentes en más de 50 países, ha sido la ganadora del XXIV Premio Fernando Lara de Novela en 2019; del Premio Planeta- Casa de América 2005 y de cuatro Latin Literary Awards de Chicago.

Laura y Angela viven fuera del país, pero siempre están presentes.

Yolanda Reyes (Bucaramanga, 1959), recientemente ganadora del XVI Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil, uno de los más prestigiosos en esa categoría en lengua española, “por la versatilidad de su obra y por su trayectoria caracterizada por una literatura profundamente humana”. Entre muchos otros premios este es uno de mis grandes referentes. Su última novela para adultos ‘Qué raro que me llame Federico’ la leímos y tuvimos la oportunidad de tener a Yolanda en nuestro club literario – obviamente mucho antes de la pandemia, y comprobamos, además, el gran ser humano que es. Su literatura infantil acompañó mi relación con mis hijos en sus primeros años pues a la par que ellos leían, yo también leía sus libros. Siempre he sentido un cariño especial por la literatura infantil.

Piedad Bonnet (Amalfi, 1951), un bastión de la literatura colombiana, con sus libros de poesía y sus maravillosas novelas, muchas de ellas con un importante componente autobiográfico. Su última obra ‘Donde nadie me espere’, Alfaguara, 2018, y sus columnas semanales en El Espectador, han sido alimento literario y periodístico de todos quienes hemos seguido juiciosamente su itinerario.

Fanny Buitrago (Barranquilla, 1946) fue definida por Juan Rulfo como una de las mejores escritoras latinoamericanas. Desde la publicación de su primera novela ‘El hostigante verano de los dioses’ (1963) que ha tenido múltiples reediciones hasta su último libro publicado en 2020 por Seix Barral, ‘En torno al frenesí’ (2020), la historia de Erasmo de Sales, un soñador “cuya existencia estuvo destinada a la lucha por el agua, a conservarla, a entregarla a quienes la merecían; un saltimbanqui de las relaciones, un amante deseado, y un hijo de puta; un visionario, un soñador intrépido, una leyenda”, según su editor.

Y como el espacio no nos alcanza, dejaremos para una segunda parte de esta columna a las magníficas Ana Cristina Restrepo, Margarita García-Robayo, Martha Orrantia, Gloria Susana Esquivel, Françoise Audouin, Helena Araujo, Jarhat Pacheco, Andrea Mejía, Catalina Navas, Catalina Ruiz-Navarro, Margarita Posada, Carolina Ponce de León, Florence Thomas, Carolina Andújar, y Carolina Sanín, entre otras.

P.S. Se nos fue una de esas mujeres excepcionales para el derecho colombiano, la mamá de la Séptima Papeleta -que dio origen a nuestra actual Constitución Política-: Marcela Monroy Torres, con quien compartimos nuestro gusto por la novela histórica. Una mujer inspiradora. Me duele su partida. 

Columnas anteriores

¿Cómo la literatura poética construye familias literarias?

‘Un amor’: novela de escape y autodescubrimiento

Rafael Guastavino o la imagen pública de Nueva York

De Aldo Manucio a los editores de hoy

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.