La última novela de Sara Mesa (Madrid, 1976), ‘Un Amor’ (Anagrama, 2020, 192 páginas.), se lee de un tirón. El nombre del pueblo al cual ha huido la protagonista Nat, traductora literaria, después de haberse autoexcluido laboralmente de una empresa que le ha perdonado un robo “involuntario” y sin sentido, para comenzar una nueva vida es, en realidad, la palabra simbólica que describe la trama de la novela: La Escapa, junto con su monte Glauco (con alusiones literarias y filológicas a la ausencia de vista, a la dificultad de ver). Un paraje gris, confuso, lóbrego, deprimente y oprimente.

Un lugar al que, según uno de los personajes, Joaquín, el esposo de Roberta – una antigua maestra que ha ido perdiendo poco a poco sus facultades mentales – es el lugar al que han llegado desde fuera todos sus habitantes: en realidad nadie es de allí, todos han venido de algún otro lugar. 

Desde que llega al pueblo, advertimos el enfrentamiento de Nat con su abusivo casero, frente al que Nat muestra su debilidad, situación que será preludio de lo que sucederá a lo largo del libro. Ella le ha pedido un perro como mascota, y él le tiene preparado a su peor ejemplar, Sieso, que será eje y detonante de la historia; y una casa desvencijada, que ella debe empezar a recomponer, como pretende hacerlo con su propia vida. Y en esa recomposición va encontrando nuevas formas de relacionarse – no necesariamente buenas, ni mejores ni peores que las que ha tenido en su pasado o tendrá en su futuro, trueques emocionales y corporales que ella podría confundir con un amor.

La fría relación que va entablando con todos, incluidos Píter el vidriero hippie, que en realidad se va convirtiendo en el único amigo, y hasta con Andreas, el alemán – que de alemán no tiene nada – un ser sumido en el secretismo y en la oscuridad, hacen que ella deba enfrentarse, poco a poco, a su propia realidad. Una realidad construida desde sus lejanos traumas de infancia, de inseguridad y autoexclusión (el episodio de la peluquería es dolorosamente esclarecedor), que la hace caminar por un camino lleno de equívocos y malos entendidos por andar “sobreentendiendo” y asumiendo todo, cual víctima de un destino ineluctable. 

Sus vecinos, empeñados en hacer de su finca un paraje de recreo, con su pequeña hija y el embarazo de la mujer, Joaquín y Roberta, para quienes termina trabajando de compañía y de doméstica, hacen parte del círculo de personajes con los que jamás llegará a conectar por más esfuerzos que haga. Porque en esta novela ninguno se conecta sino estrictamente con su soledad. 

Con eventos cotidianos, su narrador omnisciente nos lleva de la mano a profundas y simbólicas reflexiones, más en un momento de la historia de la humanidad – esta pandemia cuya segunda ola nos ha llevado nuevamente a encierros no imaginados – en donde no es posible prácticamente escapar a ningún lugar.

Su autora, Sara Mesa, poco conocida en estos lares latinoamericanos, es una gran escritora. Periodista y filóloga hispánica, vive en Sevilla actualmente y aunque ha escrito poesía; ganó en 2007 el Premio Nacional de Poesía Fundación Cultural Miguel Hernández, con el poemario Este jilguero agenda, es más conocida por su obra narrativa, en la que sobresalen Cicatriz, (2015), que fuera Premio Ojo Crítico de Narrativa, y Premio Literario Arzobispo Juan de San Clemente 2017, catalogada como una de las mejores novelas del año por El País, El Mundo y ABC, y Cuatro por cuatro (2013), finalista del Premio Herralde de Novela. En 2019 publica ‘Silencio administrativo’, un ensayo, basado en una historia real de una mujer sumida en la pobreza, sobre el fenómeno del sinhogarismo, la precariedad social y económica y las trabas y prejuicios que deben soportar y superar quienes se atreven a salir de esta situación.

El relato que hoy reseño no es una historia triste ni depresiva, a pesar de que lo parezca. La novela es una obra positiva en la que la protagonista finalmente “Comprende que no se llega al blanco apuntando, sino descuidadamente, mediante oscilaciones y rodeos, casi por casualidad. Ve con claridad que todo conducía a ese momento. Incluso lo que parecía no conducir a ninguna parte”. Porque las reliquias sentimentales no merecen la eternidad Tal como lo dice el narrador de Mesa. Una nouvelle discreta, fluida, que nos hace reflexionar sobre si el escape es la mejor manera de encontrarnos con nosotros mismos.

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