Los grandes olvidados de esta pandemia, a nivel literario, han sido los editores. Pero ¿qué es ser un editor? En esta palabra se pueden encerrar múltiples conceptos y las personas en quienes personalizaré este homenaje cumplen, creo, con todas. Un editor es, básicamente, un co-arquitecto de un libro. Es una persona que analiza su estructura, sus personajes, su tono, su ritmo, su verosimilitud, entre otros, aquel que mira cómo empieza y cómo acaba el libro, qué le falta y qué le sobra, si la trama se sostiene por sí misma, y , en fin, si todo está en su sitio. Pero también se ha llamado editor al al profesional que imprime libros – hoy en día, no sólo libros sino redes, videos, hipertextos, textos, al que los diagrama o diseña su portada, o al corrector de estilo de dichos textos. Busquen en el diccionario de la RAE las diferentes definiciones de editor y están todas ellas y hasta más. Hasta a los dueños de las editoriales se les llama editores.

El primer editor literario, dicen las malas lenguas, fue Aldo Manucio o Manuzio Bassiano, Venecia, 1449-1515), humanista e impresor italiano, fundador de la Imprenta Aldina. El hombre llegó a Venecia con 40 años, ya mayor para ese entonces, y se propuso recuperar la literatura clásica griega, que había caído en el olvido. Si hubo alguien que contribuyó al Renacimiento, en su ámbito literario, ese fue Aldo Manucio.

El personaje, como nos indica la española Milena Fernandez, impulsó la circulación del patrimonio de las ideas, contribuyendo a crear una cultura europea común, que supo integrar el mundo clásico al mundo moderno y contemporáneo.

Los libreros, las librerías, los escritores han estado muy presentes en esta pandemia, especialmente a nivel virtual. Los festivales literarios y ferias de libros se trasladaron al foro digital y tuvimos la oportunidad de ver a muchos autores, que no hubiéramos podido ver presencialmente, a través de las diferentes plataformas de las redes.

Pero el trabajo en “back” de los editores, ha sido silencioso y gracias a ellos es que tenemos los libros que nos han ayudado a incursionar en mundos diferentes – del presente, del pasado y del futuro – que nos han ayudado a soñar, a desviar nuestra mirada, nuestro interior, hacia algo diferente a este Coronavirus.

Conozco a 3 editores magníficos. Realmente conozco a más, pero estos 3 están muy cerca de mi corazón. A 2 de ellos los he sentido muy cercanos desde hace rato. Se trata de Andrés Grillo, actual editor de no ficción y del escritor Mario Mendoza en Editorial Planeta en Colombia, y a Alvaro Castillo Granada, dueño de la librería bogotana San Librario y de la editorial Isla de Libros y también escritor. Respecto del tercero de ellos, no puedo más que decir que es mi esposo: Roberto Lleras Pérez (Bogotá, 1954), arqueólogo, Director de Ediciones de la Academia Colombiana de Historia. Un sabio. No hablaré acá de él para no incurrir en conflictos innecesarios de interés. Pero basta buscarlo en Google para encontrar sus interesantes trabajos, como antropólogo, arqueólogo y, ahora, como editor.

Andrés Grillo (Bogotá, 1971) es periodista colombiano, fue cronista en las revistas Cambio16, Colombia y Semana, subeditor dominical del diario El Espectador, jefe de redacción de la revista Caras y editor internacional de las seis ediciones de Soho fuera de Colombia. Ganó el Premio de Periodismo Simón Bolívar con la historia del fallecimiento de una violinista. Ha sido invitado a no menos de 6 talleres de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), incluidos dos de crónica con Gabriel García Márquez. Profesor de crónica en la Universidad Javeriana, de análisis de coyuntura en la Universidad Externado de Colombia y de periodismo narrativo en la maestría de la Universidad del Rosario. El mismo se define como un “lector empedernido, melómano, aficionado a la salsa, los cómics y la jardinería”.

Grillo ha editado libros tan conocidos como ‘Otro fin del mundo es posible’ y ‘Hoy es siempre todavía’ de Alejandro Gaviria, ‘El hereje Carlos Gaviria’ de Ana Cristina Restrepo, ‘Lo que no borró el desierto’ de Diana López Zuleta, ‘Mil canciones que contarte’ de Andrés Cepeda, ‘Tirar y vivir sin culpa’ de María del Mar Ramón, ‘Las libertadoras’ de Francisco Martínez, ‘El francotirador rebelde’ de José Fajardo, ‘Satanás’, la novela gráfica de Mario Mendoza y Keco Olano, entre otros. (Varios de ellos en mi top 20 de libros de narrativa 2020 en @Pulzo).

Alvaro Castillo (Bucaramanga, 1969), colombiano, ha sido editor de muchos libros a través de sus editoriales independientes (Ed. San Librario y Ed. Isla de Libros). Uno de los libros de que más se siente orgulloso es “Cuando yo empezaba” (Ediciones San Librario, 2014), recopilación de las columnas periodísticas de Arnoldo Palacios, ese chocoano que ha sido descubierto – y Álvaro fue el primero que lo vio – como uno de los grandes de la literatura colombiana; ha editado 2 libros de Fina Garcia Marruz, editó la primera recopilación de todos los cuentos de Eligio García Marquez, a varios autores cubanos – por fin estamos descubriendo una literatura de gran envergadura, tal como nos lo evidencia Leonardo Padura en uno de los ensayos de “Agua por todas partes” (Tusquets, 2019), a varios autores inéditos y recientemente su propio libro ‘Con los libreros en Cuba’ (Ediciones Isla de libros, Bogotá, 2020).

Me tomé la libertad de preguntarles sobre la esencia de su oficio editorial y me han hablado desde su alma literaria. Ambos me hablan de su labor como “posibilidad de algo”. Para Grillo, lo que más le gusta de ser editor es “la posibilidad de darle forma a historias o proyectos que son importantes y que salen a buscar sus lectores, que son necesarios, y ayudar a materializarlos. Se trata de una intuición, de una lectura del momento” Y finaliza diciendo: “Yo encuentro las historias y, si me emocionan, creo que van a emocionar también a los lectores”.

Para Castillo, lo fascinante del oficio editorial consiste en la posibilidad de descubrir algo nuevo, crear un objeto llamado libro, que va a buscar a sus lectores y que va a surgir de esa complicidad entre el editor y el autor, de un trabajo conjunto. Esa posibilidad de crear de la nada un objeto nuevo, que va a permitir la comunicación, es lo que me parece más fascinante del oficio de editor. Rescatar títulos, rescatar autores, descubrir autores y descubrir títulos, eso es una aventura fascinante.”

Y así, como ellos, nos encontramos con múltiples espíritus ocultos en editoriales grandes, medianas, pequeñas, que, como dioses, están dispuestos a construir para nosotros, los mortales lectores, historias fascinantes que nos permitan sobrellevar las circunstancias de la vida. Porque ¿quién no ha sabido y sentido que la vida en un libro es más alucinante que la realidad?

Gracias a ustedes, Lleras, Grillo y Castillo, por hacer de nuestros espíritus e intelectos, algo más que religión y anatomía, por hacernos volar, por estructurar para nosotros otros mundos que serían inalcanzables si ustedes no existieran. Y agradecimientos siempre a todos los editores de Colombia y del mundo. Siempre valdrá la pena leer, gracias a ustedes.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.