He pasado por Nueva York, Washington, Boston y Barcelona y en mis periplos turísticos jamás había oído siquiera el nombre de Rafael Guastavino, ni de la Guastavino Company, ni de la baldosa guastavina, ni de la bóveda guastavina (conocida también como bóveda catalana).

Pero, eso sí, en NYC he estado en el Carnegie Hall, en Queesbourg Bridge, en Manhattan, en Grand Central Station, en el Oyster Bar, en la iglesia de St. Johns The Divine, en el City Hall, en el Mount Sinaí Hospital; en el Museo de Historia Natural en Washington; en la Biblioteca Pública de Boston. Y en todos ellos, ha sido la Guastavino Company y sus socios, los Rafaeles, los arquitectos de sus principalísimas bóvedas y estructuras.

Quienes hayan estado en Barcelona seguramente habrán pasado por el Teatro La Massa y por la hermosa fábrica Batlló, pero como para el turista actual, la Barcelona es la de Gaudí – magnífico, original y monumental, no hay duda -, es bastante probable también que todo lo “guastavino” haya caído en el olvido.

Javier Moro, en una magistral novela histórica, nos descubre a Rafael Guastavino Moreno (Valencia, 1842, Ashville, 1908) y a Rafael Guastavino Expósito, su hijo. Se trata del primer arquitecto español de proyección internacional que – sin mayor conocimiento del idioma inglés – supo expandir en Norteamérica las técnicas de construcción tradicionales mediterráneas (su tatarabuelo Juan José Nadal construyó en Valencia la Iglesia arciprestal de San Jaime de Villarreal con las bóvedas tabicadas ignífugas que Guastavino perfeccionaría, patentaría y llevaría a la fama mundial), haciéndolo con materiales modernos, inclusive fabricados por el mismo en su factoria de Black Mountain (Carolina del Norte).

La novela, ‘A prueba de Fuego’ (Ed. Espasa, 2020) debe su nombre a una de las cualidades de su técnica y es justamente hacer construcciones a prueba de fuego. Estados Unidos venía de soportar monumentales incendios que prácticamente destruyeron ciudades como Boston (1872) y Chicago (1871), que se cobraron muchas vidas y patrimonio; el trauma colectivo era mayúsculo. Cuando Guastavino padre se atreve a presentar su técnica, es duramente criticado por ingenieros de la época, por lo que debe acudir a un espectáculo mediático que consiste en construir una pequeña bóveda, llamar a la prensa, e incendiarla, quedando la bóveda incólume después del incendio. A partir de ese momento, y con la construcción de la Biblioteca Pública de Boston, empieza a hacerse un nombre que le genera importantes encargos de palacetes domésticos y fincas, tanto de las más ricas familias de Estados Unidos (Vanderbilt, Astor, etc), como de grandes obras como puentes, colegios, iglesias, bibliotecas públicas, universidades, estaciones de tren, etc,.

El reconocimiento de su importancia, no solo para la arquitectura estadounidense, sino para la arquitectura mundial, le llegó póstumamente, primero cuando el New York Times lo llamó en su obituario ‘El Arquitecto de Nueva York’  y luego, hacia 1970, cuando lo empezaron a nombrar en los textos técnicos de arquitectura reconociéndole, al menos académicamente, su gran legado, gracias al movimiento por la conservación de los edificios emblemáticos del pasado de Nueva York que se estaban derribando o corrían peligro (alcanzaron a derrumbar la original Penn Station, construida por Guastavino que ya jamás podremos revivir). Más de 1,000 edificios, entre España y Estados Unidos, cuentan con las cúpulas y bóvedas de la Guastavino Company, la compañía de arquitectura más influyente en Norteamérica y que marcó un hito en la identidad de la infraestructura pública del país.

La apasionante vida de los Rafaeles, sobre todo del padre, tanto a nivel personal como laboral – dejemos de lado lo espiritual y lo mental, nos ha sido desvelada por Moro, para efectos de lo cual utiliza un narrador en primera voz, que es justamente Rafael Jr. (Barcelona 1873 – Nueva York 1950).

La historia se remonta a la infancia de Rafael padre en Valencia – el quinto de 14 hijos, en donde quedó impresionado con la remodelación de la Lonja de la Seda y quien en un estudio de arquitectura aprendió durante 2 años el oficio de maestro de obra. Sin embargo, sabe que para “surgir en la vida” debe estudiar en Madrid o Barcelona, en donde quedan las 2 grandes escuelas para ser “maestro de obra” (el equivalente a la carrera de arquitectura de hoy), y viaja a Barcelona, en donde lo acoge su tío Ramón Guastavino, hombre de medios, con una hija adoptada, Pilar, a quien Rafael embaraza y debe casarse con ella.

De ese matrimonio nacen 3 hijos, pero pronto, de forma paralela con su progreso profesional impulsado por las buenas relaciones y fortuna de su tío Ramón, aflora el carácter aventurero y mujeriego de Rafael, y se enreda con la esposa de uno de sus empleados muerto en un accidente laboral, Paulina, quien ya tenía 2 hijas y a quien han contratado como empleada de la casa para ayudarla a solventar la dura situación en la que la deja la muerte de su esposo.

De esta última relación nace un niño llamado “Rafaelito”, que será Rafael Guastavino Jr. Descubierta su infidelidad, Pilar lo abandona y marcha a Buenos Aires con sus 3 hijos; ella y su tío le retiran todo el apoyo económico, por lo que, agobiado por las deudas, pide dinero prestado a amigos y conocidos, y se embarca, en 1881 y con 40 años – mayor para la época – a Nueva York, que, para entonces, ya encarnaba el sueño americano. Lo acompañaron Paulina, las hijas de ella y Rafaelito. Sin embargo, Paulina no se adapta a la vida neoyorquina y se devuelve con sus hijas a Barcelona, dejando prácticamente huérfano a Rafaelito, quien se apega a su padre y recibe la mejor educación posible.

De adolescente y adulto, Rafael Jr. se vincula a la compañía de su padre, emulándolo e inclusive superándolo y llegando a mantener la compañía, no solo después de su muerte (1908) sino hasta la suya propia en 1950. Y no solo logra mantener la compañía, sino mantener su influencia arquitectónica en América hasta 1950, fecha de su muerte. Después de ese año, la compañía quedó en manos del hijo del contable quien, en 1954, frente al desinterés de los herederos Guastavino, la liquida. Se cumple el teorema empresarial de que el abuelo construye la empresa, el hijo la mantiene y el nieto la acaba.

La figura femenina descollante del libro, además de los protagonistas, es Francisca Ramírez, una institutriz mexicana, 20 años menor que el, en su calidad de amante y luego esposa de Rafael padre. Un mujerón: unificadora, organizadora, fortificadora, amorosa, alegre, un bastión familiar, que hace las veces de madre de Rafael Jr. y que logra estabilizar la caótica vida del español, aun cuando jamás logra equilibrar sus desordenes financieros y su manía derrochadora. Y figura femenina también disruptiva es Eva, una de las amantes de Rafael padre que, al verse definitivamente rechazada, por poco, los lleva a la quiebra robándoles además información arquitectónica vital de varios proyectos.

A Javier Moro ya lo había reseñado yo con una gran novela ‘Mi pecado’ (Ed. Espasa, 2018), sobre la intensa vida de la actriz española – parece que fuera experto en los primeros, esto es, Conchita fue la primera actriz española de fama internacional – Conchita Montenegro – pero cada vez que leo un libro suyo, me sorprende por todo lo que aprendo, por la estela reflexiva que deja con cada una de sus historias y sobre todo, con cada uno de sus personajes, cuya construcción es tan estructurada, que no hay forma de no compararlos con uno mismo o con personas de nuestra vida real.

Este año también leí la ya muy conocida ‘Pasión india’ (Ed. Seix Barral, 2005), la historia de Anita Delgado, la célebre española que terminó casada con el maharajá de Kapurthala. Y ambos libros, sumados a “El Imperio eres tú” (Premio Planeta 2011), la historia del emperador de Brasil Pedro I, son fluidas, de gran ritmo, apasionantes, lo que permitía adivinar que este nuevo libro iba a ser – y lo es – igual o mejor que los anteriores. La trama de ‘A prueba de fuego’ es estructuralmente impecable, y el lenguaje, ágil y limpio, hizo que me lo leyera en no más de 3 días, así, sin poder parar.

En los agradecimientos del libro, Moro nos cuenta cómo su editora lo introduce a la vida de Guastavino padre, y nos habla del documental que en 2015 hiciera Eva Vizcarra, y que ganó el Delfín de Oro en Cannes.

Documental estupendo desde el punto de vista técnico, aunque, para ser franca, me quedó mil veces con el libro que ahonda, a través de la biografía del hijo del Contador de Guastavino Company y de la correspondencia entre Francisca, Eva, Pilar y Guastavino, y algunos papeles de los archivos de las diferentes ciudades en donde vivió, su sinuosa vida personal.

¡Agradecimiento y feliz año para todos mis lectores y que el 2021 que llega nos permita leer muchas obras apasionantes, que nos distraigan un poco de esta pandemia!

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