Escribió poco y sintió mucho, todo ello en recuerdo de su amada.

Novalis denominó a su concepción poética «idealismo mágico». Para él, “del mismo modo que el alma del hombre gobierna su cuerpo, el alma del Universo gobierna a éste. Llevamos el Universo dentro de nosotros, y el mundo tiene una capacidad originaria para ser animado por mí, de modo que el proyecto que tenemos del mundo coincide con el que tenemos de nosotros mismos. La misión del poeta es imponer la idea, el espíritu sobre la materia, convertir lo involuntario en voluntario, espiritualizar el cosmos, moralizar la Naturaleza…”.

Traigo a colación a Novalis, a propósito de la última novela de Ángela Becerra, esa autora colombiana nacida en Cali, cuya evolución ha sido una espiral al infinito y  la mejor representante de ese Idealismo mágico en Latinoamérica. Leo a Ángela desde hace mas de 15 años. Sus libros me permitieron acercarme nuevamente a la literatura, esa maravilla que abandoné durante algunos años por andar trabajando duramente, en eventos familiares ineludibles y, en vivir en ese estado de “no tener tiempo”. Su magia, inclusive en sus novelas iniciales en donde aún experimentaba con brebajes literarios incompletos, logró impregnarme hasta el fondo del alma. Decidí en aquella época que, junto con Héctor Abad, Mario Mendoza e Isabel Allende, sus libros serían materia de mi renacer literario. Y le he seguido la pista durante estos años. Porque entre el Realismo Mágico y el Idealismo Mágico la entretención es toda: esa mezcla de realidad histórica y ficción realmente es apasionante.

A veces el éxito comercial nos hace desconfiar de un autor. Y Ángela ha tenido un éxito arrollador con sus libros, que han sido traducidos a más de 23 idiomas y sus obras están presentes en mas de 50 países. No por nada ha sido la ganadora del XXIV Premio Fernando Lara de Novela en 2019; de Premio Planeta- Casa de América 2005 y de 4 Latin Literary Award de Chicago. Pero en su caso, ha sido un éxito ganado de a poco, en un largo camino que ella misma reconoce.

El último libro de Ángela, de Editorial Planeta, a cuyo lanzamiento tuve la oportunidad de asistir -con representación dramatizada y copa de vino incluidas, como debieran ser todos los lanzamientos de libros en este mundo lascivo de hoy- es, en mi opinión, su mejor novela.

Se trata de un largo manuscrito –más de 700 páginas- llamado hermosamente “Algún día, hoy” y que en mi imaginario literario fue bastante corto- en donde nos narra la historia de vida de una mujer antioqueña que existió realmente, Betsabé Espinal o Espinoza (1896-1932), y quien fuera la primera mujer que organizó una huelga obrera de mujeres en Colombia para pedir a sus patronos de la Fábrica de Textiles de Bello, lo apenas básico: que la jornada laboral se limitara 8 horas – y que los capataces no movieran los relojes para aumentarla-, libertad horaria para ir al baño y surtir sus necesidades alimenticias, que los capataces se abstuvieran de mirarlas por un hueco mientras iban al baño, que nos las obligaran a trabajar descalzas (ensuciaban el piso de la fábrica con el “barro” que traían de fuera), que los capataces se abstuvieran de manosearlas y pedirles favores sexuales, que su sueldo –que era 40% mas bajo que el de los operarios hombres – se igualara por género… algo que hoy nos parece elemental, pero que en aquellos tiempos (estamos hablando de 1920) era visto como insurgente, diabólico, revolucionario.

La técnica de intercalar un narrador en tercera persona y los diarios de Betsabé con sus emociones volcadas en esas atesoradas páginas en blanco, nos traen un resultado inesperadamente bueno. Las huellas históricas de Betsabé son pocas: la misma autora en la parte final de libro nos indica que hay un documental “Mujeres de pies descalzos”, que hace parte de la serie “Viajes a la memoria, la huella de una nación” coproducida por Ministerio de Cultura y la Universidad de Antioquia en asocio con el Canal Caracol, que conmemora el Bicentenario de la Independencia con 25 documentales acerca de los hechos más importantes de la historia del país.

El paralelismo entre la historia de Betsabé, la niña pobre, con Capitolina Mejía, la niña rica, le da a la novela una riqueza social y por qué no decirlo, espiritual, mágica. Betsabé lo dice: “A ratos pienso que yo soy la más fuerte de las dos, sencillamente porque no tengo nada y soy una oquedad profunda. El no tener te hace fuerte.”; “A veces, la niñez que te toca te obliga a expandirte o a encogerte. Eso se llama sobrevivir.”

Las reflexiones filosóficas y psicológicas de las dos muchachas, y del joven Emanuel Le Bleu (y el grupo de tertulia los Panidas), personaje disruptivo de la obra, hacen que uno sienta que está leyendo un constructivo personal profundo: “La metafísica platónica ha hecho mucho daño a Occidente. Tendrías que saberlo. Deberíamos aprender a vivir en la diferencia y no en la identidad constante”; “Lo sublime, amigo mío, se nos mostrará cuando el hombre se dé cuenta del potencial que posee y deje de una vez por todas de rendirse como un borrego a ideas estáticas que lo convierten en su esclavo”; “La metafísica platónica ha hecho mucho daño a Occidente. Tendrías que saberlo. Deberíamos aprender a vivir en la diferencia y no en la identidad constante.”

Betsabé, a cuyo paso crece la hierba, el musgo, las flores, y la abuela Cástida a quien “nadie veía, pero nosotras sí, y no nos daba miedo como a los demás. Solo con pensarla la llamábamos y aparecía feliz”(y quien les enseñó a leer a Betsabé y a Capitolina) son el preludio del Idealismo Mágico: El cabello de la abuela Cástida “escapaba por debajo de la puerta y descendía por las escaleras como un río desbocado hasta meterse en la cama de su nieta, donde acababa envolviéndola de amor.” El culmen del idealismo lo tendremos en la el final de la novela con Emanuel Le Bleu, un atrapado de su clase social y su pasado, pero como no quiero ser spoiler, porque el libro bien vale la pena de ser leído hasta el final, lo dejo a los lectores. Un episodio memorable, grandioso.

La presencia de personajes de la mitología local colombiana, hacen del libro un entretenido conocer para las nuevas generaciones. La Candileja y la Llorona, el Sombrerón y la Muelona, la Patasola, el Hojarasquín del Monte. Personajes de otras épocas entremezclados en la historia, tales como Simone Weil, Frida Kahlo y Diego Rivera, Leon de Greiff y los Panidas, hacen de la obra un deleite reflexivo: “La marea de los cambios siempre existirá, con nosotros, sin nosotros o por encima de nosotros. No eres ni serás ningún salvador. Te sumarás a las olas y nadarás sobre ellas, y eso es bueno. Pero la transformación no tiene nacionalidad ni idioma; ni siquiera tiene tiempo ni nombres propios. Somos partículas de un macrocosmos que seguirá su ciclo, aunque desaparezcamos.”. Idealismo mágico puro…”

En suma, este último libro de Angela es un resumen de ese universo latinoamericano mágico en el que nos vemos inmersos día a día y del que no nos damos cuenta sino a través de la ficción. Vale la pena saborearlo y deleitarse en su trama, lentamente y día a día.

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