Luis Emilio Arboleda, controvertido personaje antioqueño de cepa furibista – dudo aún que el uribismo en general esté de acuerdo en lo que hizo -, pleitero, vestido con carriel, poncho y sombrero arrieros, baja y corta con un arma blanca, las cuerdas y la bandera izada en el Pueblito Paisa en Medellín, para en su lugar “reinstalar” la bandera de Antioquia. El personaje indica que: “Aquí se exhibe es la bandera de Antioquia. Aquí no nos vienen a profanar nuestros símbolos patrios, sinvergüenzas”.

Y, por supuesto, estoy convencida, no solo de que los paisas no son así sino que además, en muchos de los temas de derechos humanos y laborales, han sido adelantados. Recuérdese a Betsabé Espinel, la joven antioqueña que lideró la primera huelga feminista en Colombia, en la Fábrica de Tejidos de Bello, cuya historia vuelta ficción es contada magistralmente por Ángela Becerra en su último libro ‘Algún día, hoy’, cuya reseña les prometo para dentro de 2 semanas.

Al mismo tiempo llegó a mis manos, proveniente de la Universidad de Sídney, un estupendo ensayo de José Fernando Serrano Amaya acerca del antioqueño León Zuleta cuyo sugestivo nombre no hizo sino despertar las ganas de investigar sobre tan peculiar personaje. ‘El olvido recobrado: Sexualidad y Políticas radicales en el movimiento de Liberación homosexual en Colombia’, a quien agradezco inmensamente esta oportuna iluminación y varios de los eventos acá relatados.

El primer grupo de liberación LGBTI en Colombia nació en los años 40 (“Los Felipitos”), era clandestino y estaba compuesto completamente por hombres gay de clases altas que solamente se reunían para socializar después de lo cual volvían a sus cotidianas vidas. No fue sino hasta principios de los años 70 que surge León Zuleta, filósofo, educador y activista nacido en Medellín, escritor prolífico: 8 ensayos sobre temas linguístico-literarios, derechos humanos o cine, 3 novelas y 7 libros de poesía, además de los manuscritos que reposan en archivos de la Escuela Nacional Sindical y el Instituto Popular de Capacitación, en Medellín, algunos publicados en 1996 por esas entidades bajo el título De ‘Semas y Plebes’. Una obra sin duda valiosísima, inédita en el ámbito colombiano, y ni qué decir latinoamericano, o en el campo de los estudios sobre sexualidades. Había pues que rescatarlo después del desmadre del señor Luis Emilio Arboleda, cuyo nombre no merece ser recordado en los anales paisas, como si el de León Zuleta.

Zuleta convocó un grupo, denominado Greco (Grupo de Estudio de la Cuestión Homosexual), el primero en integrar mujeres y generar alianzas con grupos feministas. Estaba conformado por estudiantes de las universidades de Antioquia y Nacional de Medellín, reunidos alrededor de El Otro, una publicación poco periódica y de bajo tiraje que circulo entre diciembre de 1977 y fines de 1979.

El Otro se autodenominó ‘Órgano del Movimiento de Liberación Homosexual’, y tuvo conexiones e influencias evidentes y explícitas de movimientos norteamericanos, europeos y hasta latinoamericanos.  En El Otro, como proyecto ético, se proponía una fusión entre revolución política y liberación sexual que ponía en cuestión los ordenamientos lineales, tanto de izquierda como de derecha, más allá de la “salida del clóset” o el mero “orgullo gay”. La publicación era conocida y circulaba en varias ciudades del país, como puede verse en las cartas de sus lectores y en la presencia de direcciones postales y físicas en las cuales podía conseguirse la publicación. Además, en los 6 números publicados aparecen noticias, textos y cartas de lectores de otras ciudades de Colombia, Suramérica y Europa, evidenciando la presencia de redes de comunicación y circulación de información que, de seguro, nutrieron la publicación.

En ‘El Otro’, se desarrollaron 3 ejes: El primero, la crítica al concepto de la homosexualidad como una patología; la segunda, la relación entre homosexuales y otros sujetos oprimidos; y la tercera, la interpelación a la heterosexualidad y a la masculinidad dominante.

Con respecto a lo primero, en El Otro, se cuestiona la concepción generalizada de la homosexualidad como anti–natural para demostrar su normalidad, discurso clínico que llegó a Colombia en los años 30 a través de divulgadores de los planteamientos de Freud, vgr. el médico español Gregorio Marañón quien consideraba que los homosexuales eran ‘invertidos congénitos’ ‘vergonzantes’, ‘filantrópicos’, ‘latentes’, ‘prostituidos’ o ‘cínicos’, combinación letal que dio lugar a la penalización del comportamiento homosexual en Colombia, en el Código Penal del 36, vigente hasta 1980.  Es de destacar el Mensaje del Movimiento Homosexual Colombiano a los Psiquiatras, Psicólogos y Psicoanalistas que aparece como anexo en el último número de El Otro.

En cuanto a lo segundo, El Otro refiere que el homosexual se enfrenta a la neurosis por la represión y el heterosexual corre el riesgo de la paranoia al negar o discriminar la homosexualidad. Liberar lo reprimido será entonces la propuesta de cambio. Esta lógica que deviene del documental alemán– El perverso no es el homosexual sino la sociedad en que se encuentra (Rosa Von Praunheim,1970).

Y en cuanto a lo tercero, indica que el heterosexismo aparece encadenado con el machismo, el racismo y el fascismo como parte de la opresión ejercida por la hegemonía masculina, heterosexista, blanca y adulta (El Otro, número 6, 1979)

El movimiento creado por Zuleta se expandió a Bogotá cuando Zuleta conoció a Manuel  Antonio Velandia Mora, en ese entonces estudiante de Filosofía y Psicología, activista y académico bogotano  con 5 maestrías entre las que se cuentan una maestría en Educación de la Universidad Javeriana y un Magíster en Gestión de las Políticas Migratorias e Interculturalidad de la Universidad de Alicante, Doctor en Educación de la Universidad del País Vasco y en Enfermería y Cultura de los cuidados de la Universidad de Alicante, hoy por hoy exiliado en España desde 2007 a causa de varias amenazas de muerte y hasta un atentado. Manuel es la primera víctima homosexual reconocida del conflicto armado en Colombia. Y, retomando el hilo…. en ese entonces, juntos, Manuel y León, formaron el llamado GEL, o Grupo de Estudio y Liberación Gay. Este organizó varias actividades, como la primera marcha gay y la primera publicación gay en el país, “Ventana Gay”; cuenta Velandia, de forma anecdótica que la revista SEMANA también escribió una crónica, “Colombia Gay” que “resultó en varias llamadas de personas interesadas en saber del grupo. De ahí salió la idea de crear nuestra propia publicación, y Ventana Gay, una revista de 20 páginas publicada cada mes y medio, nació. Publicamos 20 ediciones. Terminamos acumulando muchas copias de varias ediciones porque nadie la compraba. Eso fue en 1979, éramos siete involucrados en la revista.”

En 1982, Zuleta, Velandia y otro más, contactaron a la prensa informándoles que estaban planeando una reunión latinoamericana y la Asociación Distrital de Educadores (en Bogotá) les prestó el edificio para propiciar la Reunión Latinoamericana sobre Homosexualidad. Y si, aparecieron las cámaras de televisión y los reporteros de radio. Y, como estrategia – al mejor estilo de la película colombiana “La Estrategia del Caracol” los participantes, “los mismos 70 de siempre nos pusimos máscaras sobre nuestras caras. Cuando los reporteros nos entrevistaron dijimos que no podíamos mostrar nuestras caras porque habíamos entrado ilegalmente a Colombia o habíamos dejado ilegalmente nuestros países y si fuéramos reconocidos traería muchos problemas”.

En junio 28 de 1982 organizaron la primera marcha gay en Colombia., con tan solo 28 personas (otros dicen que 32). Fueron enviados 100 policías para una marcha desde la Plaza de Toros hasta el Parque de las Nieves sobre la carrera Séptima, cada uno marchando con un triángulo rosado en la mejilla con el número de la cédula escrito en él, para recordar lo que había pasado a los homosexuales en los campos de concentración en Alemania. Su marcha fue la primera no reprimida y respetada en el país.

La historia de las luchas LGBTI en Colombia, de allí en adelante, es conocida ampliamente. Finaliza el ensayista Serrano relatándonos que: “en los primeros años de los ochenta, Zuleta fue profesor en una universidad en el sur del país, de donde salió casi desterrado, como dice su hermana (C. Zuleta, 2001), posiblemente por su radicalismo político y sexual. Luego de su regreso a Medellín, Zuleta trabajó para Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos.

A fines de la década, fue amenazado de muerte y salió otra vez de la ciudad. De regreso a Medellín en 1991, continuó su trabajo en temas de derechos, organizaciones populares, juventud y sindicalismo hasta el momento de su asesinato.” Asesinato perpetrado en 1993 y del que, a hoy, ignoramos los más básicos detalles y, obviamente, los autores. Todavía no hemos llegado al punto en que, el asesinato de un miembro fundacional de la comunidad LGBTI, se declare crimen de lesa humanidad.

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