Françoise Audouin, escritora franco colombiana (Saint Astier, Francia, 1955), escribió uno de los libros más bellos que he leído: Suave como la muerte (2020), su primera novela escrita durante su Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Bogotá. Francoise esperó pensionarse para iniciar el máster y obtuvo mención meritoria de su novela publicada recientemente por Planeta.
Una novela con mucho de autoficción, que inclusive se puede leer desde la clave del género, que toma su título del ritual africano del té, en donde el primer té es amargo como la vida, el segundo té es dulce como el amor y el tercero es suave como la muerte. Es una novela que nos transporta por el desierto del Sahara en un periplo en el que la enfermedad llevará a sus protagonistas – una pareja de jóvenes aventureros enamorados, Anaïs y Tomás, provenientes del urbano y sofisticado París – a un doloroso y fructífero viaje interior, en donde el desvanecerse en la arena del desierto es encontrarse.
Los recuerdos aturden y purifican, y como lo dice la misma editorial: “De su memoria brotarán las trochas del desierto, las noches que durmieron a la sombra de un baobab, el planchón que los llevó a la mítica Tombuctú. Pero también saldrán a la luz todas las dudas y miedos de Anaïs, que la llevarán a cuestionar su lugar en el mundo. ¿Por qué realmente viajaron a África? ¿Podrá sobrevivir la relación después de tanto trecho recorrido? ¿Hasta qué punto se puede confiar en los recuerdos?”
Françoise estudió Literatura y Pedagogía en París, después de lo cual viajó y se instaló en Colombia en 1982. Durante casi 30 años enseñó en el Preescolar del Liceo Francés Louis Pasteur de Bogotá. Françoise, en el evento gastronómico literario de enero de 2021 en la librería Casa Tomada en Bogotá, nos habló de su magnífico libro con Juan David, nos ha prometido más literatura. Estaremos esperándola con ansias.
Y en este panorama contemporáneo nos encontramos con Ana Cristina Restrepo, (Medellín, 1970). Periodista antioqueña que logró atraparnos con su genial libro sobre el humanista – en todo el sentido de la palabra, con su agnosticismo, melomanía, suprema inteligencia, y honda cultura histórica, filosófica y literaria, Carlos Gaviria, “El Hereje”, si se quiere el mejor magistrado que ha tenido la Corte Constitucional en su historia, y su visión progresista y liberal de la sociedad y quien, con su gran versatilidad en los conversatorios del Hay Festival Jericó, logró sacar lo mejor de varios escritores. Ella misma se define, antes que escritora, como lectora, especialista en Periodismo Urbano, y Magíster en Estudios Humanísticos, productora radial del programa Líneas de la mano de la emisora cultural de la Cámara de Comercio de Medellín y profesora de la Universidad Eafit en Medellín. Ha ganado importantes premios periodísticos. Escribió, además del magnífico libro acerca de Carlos Gaviria, el libro Página en blanco (Sílaba Editores, 2012) con entrevistas a personajes destacados de Colombia, como Antonio Panesso, Joan Manuel Serrat, Beatriz González, Vladdo, el argentino Ricardo Piglia y Juan Gabriel Vásquez, entre otros.
No podemos dejar de hablar de Carolina Sanín, bogotana (1973), escritora, universitaria, actriz, columnista, y ahora entrevistadora en Canal Capital en Bogotá. Licenciada en Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes, Doctora en literatura de la Universidad de Yale, docente del Purchase College de la Universidad Estatal de Nueva York y de la Universidad de los Andes. Ha escrito lúcidas novelas, como ‘Todo en otra parte’, (2005, Planeta), ‘Los niños’ (2014, Laguna Libros, 2015, Ediciones Siruela, 2017), ‘Tu cruz en el cielo desierto’ (2020, Laguna Libros), el ensayo Somos luces abismales, (2018, Literatura Random House). Ha incursionado también en literatura infantil y juvenil con Dalia (2010, Grupo Editorial Norma) y La gata sola (2010, Santillana). En 2020 publicó ‘Pasar fijándose’ (Penguin Random House), en donde la autora escoge sus mejores columnas, publicadas desde 2008 en El Espectador, Revista Arcadia, Credencial y Semana Sostenible, entre otras. Su dinámica polémica en redes y en su actividad literaria hacen de su obra un imprescindible en Colombia.
Cómo no hablar de ese tesoro que es la escritora Andrea Mejía, un ser humano “prodigio”. Licenciada en Literatura en la Universidad de los Andes, de donde ha sido profesora, y doctorada en Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Columnista de la revista Arcadia, cuya desaparición aun seguimos lamentando. Su primera novela, de título largo, ‘La carretera será un final terrible’ (Tusquets Editores, 2020) que le tomó más de 2 años escribir, hace de los pequeños detalles – de la naturaleza, de la cotidianidad, las pequeñas grandes reflexiones – los grandes protagonistas. Tal como ya tuve oportunidad de expresar el año pasado, Andrea nos deja ver las influencias que la literatura japonesa, el budismo zen y la literatura de Kafka – en especial sus ‘Diarios’, han dejado en su alma y su escritura. Esos silencios y esa necesidad kafkianos de observar y obedecer. También su prosa poética nos habla de las influencias de Emily Dickinson, Lucía Berlín, Carson McCullers; sus reflexiones profundamente filosóficas evidencian las influencias de Platón – y su ‘Timeo’ de Copérnico, Leibnitz, Kant.
Alba Lucía Angel (1939), pereirana, de quienes algunos dicen que es una pionera del posmodernismo latinoamericano, escribió una de las novelas icónicas de la violencia en Colombia: ‘Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón’, ganadora de importantes premios literarios, de la que ella misma cuenta que, estando en Madrid, es atracada y golpeada brutalmente al punto que debe estar 8 meses prácticamente incapacitada y soportando intensos dolores.
Dice: “Me destrozaron la cabeza y la columna vertebral” . El ataque la obliga a estar recluida y con “profundos dolores”. Dice ella: “Ese golpe me trae a Colombia, y con eso que tengo en mi cuerpo y en mi ser, escribo Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón. Estaba muriéndome cuando escribí La pájara pinta… Todos los días decía: ‘No me puedo ir, este libro hay que escribirlo’”
Alba Lucía estudió Letras e Historia del Arte en la Universidad de los Andes, en donde tuvo el privilegio de ser alumna de una de las mejores críticas de arte en Latinoamérica, Marta Traba. A partir de 1964 viajó a Europa a estudiar en La Sorbona y en la Universidad de Roma. Ha escrito otras novelas como Girasoles en invierno (1970), galardonada en el Concurso Esso de Literatura 1966 y Dos veces Alicia (1972), que reflejan sus vivencias en Londres y París; también escribió Misiá señora (1982, Las andariegas (1984) y por último Tierra de nadie (2002). Una lástima que no haya escrito en años recientes. Ojalá nos sorprendiera.
Por último, una de mis favoritas, Diana López Zuleta (1987), periodista y escritora de ese gran libro que acaba de ganarse el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá, Lo que no borró el desierto, impecable edición a cargo de Andres Grillo, de Editorial Planeta, que narra magistralmente, la pérdida de un padre entrañable, a manos de las mafias guajiras encabezadas por Juan Francisco Gómez, “Kiko Gómez” , quien alcanzó a ser reconocido por el Congreso de la República como “el mejor alcalde del país” y recibió la Orden de la Democracia Simón Bolívar, y quien, por fortuna, se encuentra en la cárcel gracias a la insistencia de Diana y del investigador Gonzalo Guillén, en evidenciar y descubrir la estructura y modus operandi de esta tenebrosa red asesina y mafiosa. El sufrimiento de Diana ha sido triple en el tiempo: la muerte de su padre, el dolor de la investigación en la que descubrió más de 131 muertos atribuibles a “Kiko Gómez” y la escritura y difusión de su magnífico libro.
En un relato de una ternura infinita, pero también de una contundencia, sinceridad y claridad soberbias, nos lleva de la mano a una región y sobre todo a una época que no podemos olvidar, porque no podemos repetir. Y nos da una lección infinita de tenacidad, justicia, y si, de amor. A través de sus redes, Diana nos ha dejado saber que seguirá escribiendo, que ese es su destino. Nuestros ojos lectores, por supuesto, estarán pendientes de ello.
Me perdonarán María del Mar Ramón y Jarhat Pacheco, a quienes ya reseñé en 2019 y 2020. Allí pueden encontrar parte de su esencia. Y me disculparán también Sara Jaramillo Klinkert, Florence Thomas, Catalina Ruiz Navarro, Amalia Andrade, Ana Yuli Mosquera, Claudia Silgado, Dayana Zapata, Dinah Margarita Orozco, Andrea Cote Consuelo Triviño, Lauren Mendihueta, y otras mujeres también valiosísimas. A ellas las honro y espero poder leerlas a todas.
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