Desde ya lo tendré como una de mis “biblias” – tengo ya varias – para nutrir la vida. En nuestro club mensual femenino de lectura cuya sede es en Bogotá, en el que nos conectamos por video algunas veces con mujeres que se han trasladado a otros países, seleccionamos este maravilloso libro después de que, en varias oportunidades, estos temas tratados por María del Mar habían salido a flote. Desde hace mas de 3 años, nos reunimos un grupo de mujeres, desconocidas inicialmente, profundas amigas ahora, en donde nos permitimos la libertad de reflexionar sobre el libro de turno, pero adicionalmente sobre esos temas aun “escabrosos” para algunas, pero necesarios para todas.  

Nos hemos convertido en una célula maravillosa en donde justamente hablamos con desenvoltura de nuestras luchas, dolores, tristezas, amores, placeres, no solo para hacer catarsis sino para aprender de todas y cada una de las experiencias y conocimientos que nos podemos aportar entre sí. Somos mas de 30, pero a las reuniones mensuales vamos alrededor de 10-15 mujeres y para nosotras es ya un encuentro, tal vez el más deseado del mes. Desafortunadamente no podré estar en el del próximo 1 de noviembre pues me encontraré aún en México y ese día, en plena celebración del día de los muertos.

Sin embargo, ya terminé el libro: lo devoré literalmente en 3 días  gracias a un breve período de vacaciones laborales -, y debo confesar que me fascinó todo de él: no sólo el tono íntimo en primera persona sino el fluir desparpajado de María del Mar, su dolor hecho fuerza, sino su generosidad para compartirnos tantas cosas personales y tanto conocimiento de lo femenino – me di cuenta de que aún me queda mucho camino por recorrer, su motivación para que sigamos adelante como mujeres defensoras de la diversidad, la inclusión, el feminismo, incluido el interseccional y la erradicación de toda forma de discriminación, más aún cuando se ha nacido en un ambiente familiar y socialmente inhóspito para avanzar en el tema.

Pero como dice ella misma, “no tenemos la obligación de quedar atrapadas”, en un mundo donde la “decencia” y la exigencia de perfección nos ha llevado a mentir, mentir y mentir… mentir no solo sobre lo que no nos causa placer, sino mentir también cuando lo sentimos, esforzada o espontáneamente: esa gran carcajada, esa gran saboreada, ese gran multiorgasmo, deben permanecer en la sombra para guardar los debidos comportamientos patriarcales: la prohibición constante del disfrute femenino. Y es que, en palabras de ella misma, definitivamente nuestra manera pudorosa y silenciosa de habitar el mundo tiene que cambiar.

Como muchas otras mujeres se lo han manifestado públicamente a María del Mar, yo también me sentí identificada en muchas de sus historias y en su forma de interpretarlas y relatarlas. La crianza de la que fuimos objeto las mujeres de mi generación, orientada al control, “la perfección” (¿perfección del concepto patriarcal?), ha hecho que yo también tenga una especial pulsión por el descontrol. Yo también fui objeto de consentimientos obtenidos con menos de mis 5 sentidos, y jamás los interpreté como lo que verdaderamente fueron: abusos. Y ahora que reinterpreto momentos de la vida, de la mano de María del Mar, me doy cuenta de que no debo sentirme agradecida con todos aquellos hombres que sí me respetaron, sino que era lo mínimo que debía esperarse de ellos.

Creo que yo no sería tan valiente de publicar mis historias personales, en especial aquellas en las que fui víctima de violencia por esa angustia de delatar a alguien conocido. Ella lo pudo hacer porque se fue del país, porque desde la lejanía, temporal y geográfica, es más fácil reinterpretar el pasado y asumirlo como realidad. Pero de lo que si he sido capaz es de compartir continua y profusamente. en sororidad. historias sin nombre de dolor y placer porque es necesario “alertarnos en forma colectiva, cuidarnos y acompañarnos”. Porque soy de esas que con su voz si pretende la reivindicación de género porque “romper cualquier forma de silencio es siempre un acto de rebeldía”.

Las breves pero contundentes reflexiones de María del Mar sobre los discursos publicitarios del neoliberalismo, sobre lo que debe ser el cuerpo femenino la llevan a concluir algo que es muy simple pero que se nos olvida a diario, por ese intento subconsciente de borrar nuestra identidad: “Aprender a no escuchar las opiniones ajenas sobre el propio cuerpo es fundamental” ¿De verdad quiero pasar por este mundo sin comer harinas para que los hombres y la sociedad me quieran más? ¿Me van a querer? ¿No voy a morir sola si estoy más flaca?” Y creo yo que, adicionalmente podría hacerse una reflexión religiosa proveniente del pecado de la gula: si comes de más, estas cometiendo uno de los 7 pecados capitales. Se trata de un chantaje del amor, aprobación social y aprobación religiosa.

Tuve sentimientos similares a los de María del Mar con la masturbación (“quería contarle a alguien lo que me pasaba cada vez que me tocaba… me lo reservé y me convencí de que yo era la única niñita en el universo que sentía una especie de placer perverso… me atemorizaba dejarme ir en el placer y perderme en un universo que desconocía absolutamente y me asustaba ser descubierta. Nadie, absolutamente nadie, me había hablado de la masturbación… una cuestión tan moralmente reprochable que no existían contextos para atenuarla”) y sentí la misma rabia de María del Mar con mis profesoras del colegio y hoy, sin el yugo de su autoridad moral sobre mi cabeza, les digo con altivez de sus palabras:

“Qué enseñanza nociva la heterosexualidad y cuántas escenas entre dolorosas y patéticas nos habríamos ahorrado si se nos hubiera dicho que experimentar y sentir deseo sexual por un amplio abanico de personas a lo largo de la vida es de lo más normal…Que se jodan todas y cada una de las profesoras del colegio por no hablarnos de esto y todas las películas y todo lo que nos dijeron que estaba bien sobre nuestras conchas, siempre validadas por otros. Que se jodan de verdad.”

Y que se jodan esos hombres que se niegan a escuchar lo que nos gusta y los que solo piensan en desocuparse en nosotras sin considerarnos primero porque para eso, señores, ya tenemos como ocuparnos de nuestro propio placer, y sin culpas.

Ya no se trata de aceptar, como lo hicieron nuestras madres, abuelas y predecesoras, de mantenernos vivas y aceptar el destino que Dios nos dio para santificarnos y perfeccionar nuestra alma. No se trata de sobrevivir, de esforzarse, de saber que nos “toca difícil y sufrirla”, no. No se trata de aceptar las relaciones de poder, en donde la hegemonía no permite el decir no, por “educación” o cortesía” laboral o social.

Pues bien, de lo que trata la reivindicación del placer femenino es más bien de gozar sin culpa, y no me refiero solamente al delicioso éxtasis sexual sino de cualquier tipo de placer, el de reír hasta llorar, el de saborear hasta el cansancio esa deliciosa cena o ese vino, mezcal o tequila que mas nos apetece, leer hasta caer dormidas, y en general hacer que esos placeres dejen de estar plagados de violencias y censuras masculinas – o peor aún provenientes de otras mujeres. “Hay —o habrá— un enorme triunfo en la conquista de los placeres cotidianos. Obtendremos una victoria contundente, una de las importantes, que es colectiva y política, cuando podamos vivir en nuestros términos …y considerar que el placer, nuestro placer, nuestro transitar por todas las dimensiones de esta vida felices y satisfechas, es también un hecho revolucionario e imprescindible.”

En conclusión, solo esa construcción en colectivo, aun cuando el daño y el dolor se hayan manifestado de forma individual en comunidad, en donde reivindiquemos el placer como tesoro no exclusivamente masculino, podrá sacarnos adelante como género. Solo contando nuestras historias podremos aprender las unas de las otras las tácticas y estrategias, o simplemente las acciones simples para decir no, cuando no se quiere avanzar más allá en una carrera ya iniciada. Solo en las redes de mujeres tendremos en donde refugiarnos y renacer como el ave fénix.

Solo nos queda darle las gracias a María del Mar por ser nuestra voz y por enseñarnos más de ‘Girls Out West’, por evidenciarnos los ‘Archives of Sexual Behavior’ de 2017, por darnos a conocer la Asociación Civil Red de Mujeres y su campaña #PreguntameQueMeGusta, por recordarnos a Judith Butler, a Emily Nagoski, a Gabriela Wiener y su artículo icónico ‘El sexo de las supervivientes’, Mariela Solana y su ensayo ‘Pornografía y subversión: una aproximación desde la teoría de género de Judith Butler’,  a ‘Calibán y la bruja’, de Silvia Federici,  ‘Placer y peligro’, de Carole S. Vance, ‘Teoría King Kong’ de Virginie Despentes, ‘Las mujeres que luchan se encuentran’, de Catalina Ruiz-Navarro, ‘Mujeres, raza y clase’, de Angela Davis, ‘Confesiones de una mala feminista’ de Roxane Gay, ‘Hacia una teoría feminista del estado’, Catharine Mackinnon, entre muchas otras citas y recomendaciones de este estupendo libro.

Qué triunfo brutal del patriarcado haber logrado que nos sintiéramos ajenas en nuestras propias pieles. Qué efectivo les resultó educarnos a las mujeres para existir solo ante las manos y las miradas de los hombres. No se me ocurre una forma de dominación más eficiente y certera que esa: no ser hasta que somos para otro.

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