Con motivo de la 112ª Reunión Anual de la Sociedad Zoológica Alemana en la ciudad de Jena, el Instituto de Zoología e Investigación Evolutiva de la Universidad Friedrich Schiller de Jena organizó una velada pública sobre el tema ‘Jena, Haeckel y la cuestión de las razas humanas: cómo el racismo crea razas’, de la cual salió una declaración, hoy conocida como la ‘Declaración de Jena’.

Todo ello a raíz del centenario de la muerte de Ernst Haeckel, zoólogo, biólogo evolutivo y profesor, el “Darwin alemán”, que se convirtió en la figura clave de la teoría de la evolución en Alemania, al mismo tiempo, en pionero de la ideología nazi.

El mensaje principal de la “Declaración de Jena”: no hay razas humanas, no hay una sola diferencia fija en el genoma humano entre los 3.200 millones de pares de bases que separan a los africanos de los no-africanos, por ejemplo. Muy por el contrario, para Haeckel, había 12 especies y 36 razas humanas, categorizadas: Por ejemplo, muy abajo, se encontraban los “papúes, los hotentotes, xosas y negros”, que según él estaban “más cerca” de los mamíferos que de los “europeos altamente civilizados”. La posición de los grupos individuales se basó en características arbitrariamente seleccionadas como el color de la piel o la estructura del pelo y su conversión en una visión filogenética. Esto llevó a una lectura social supuestamente biológica de grupos humanos superiores e inferiores.

Dice la declaración que la clasificación de los seres humanos en razas fue y es, en primer lugar, una construcción de tipo social y político, seguida y apoyada por una de tipo antropológico basada en características elegidas arbitrariamente, como el color del pelo y de la piel, ignorando que, por ejemplo, el color de la piel refleja principalmente una adaptación biológica al grado de radiación solar y, por lo tanto, varía continuamente con la intensidad de la radiación en la Tierra.

La vinculación de características como el color de la piel con propiedades o incluso rasgos y comportamientos de personalidad, supuestamente fijados genéticamente, tal como se utilizaban en el apogeo del racismo antropológico, ha sido ahora claramente refutada. Seguir utilizando esta argumentación hoy en día como supuestamente científica es erróneo y difamatorio. Tampoco existe una conexión científicamente probada entre la inteligencia y el origen geográfico, sino una conexión clara con el origen social. Aquí también el racismo crea las supuestas razas con tintes de exclusión y discriminación.

Esta construcción sirvió y sirve precisamente para justificar el racismo abierto y latente sobre la base de supuestas condiciones naturales y, por lo tanto, para crear una justificación moral. Si bien puede haber diferencias taxonómicas, esta diferencia taxonómica se determina hoy en día principalmente desde una distancia genética. Sin embargo, determinar qué diferencia taxonómica o diferenciación genética sería suficiente para distinguir razas o subespecies es puramente arbitrario y, por lo tanto, hace que el concepto de razas/subespecies en la biología sea una mera construcción de la mente humana. Esto no significa que no pueda haber diferenciación genética a lo largo de un gradiente geográfico, pero la evaluación taxonómica de esta diferenciación (como raza o subespecie) es arbitraria.

Los zoólogos alemanes que suscriben la Declaración de Jena aseveran con evidencia científica contundente que las razas humanas, simplemente no existen. Afirman que, desde el principio, la idea de la existencia de las razas humanas estuvo vinculada a una valoración de estas supuestas razas; de hecho, la idea de los valores de los diferentes grupos de personas precedió al estudio presuntamente científico. La justificación primordialmente biológica de los grupos de personas como razas (por ejemplo, por el color de la piel, los ojos o la forma del cráneo) ha llevado a la persecución, la esclavitud y el asesinato de millones de personas. Incluso hoy en día, el término “raza” se utiliza a menudo en relación con grupos humanos. Sin embargo, no existe una justificación biológica para ello y, en realidad, nunca ha existido: El concepto de raza es el resultado del racismo y no su premisa.

La declaración afirma que en los seres humanos la mayor parte de las diferencias genéticas no existen entre poblaciones geográficas, sino al interior de tales grupos, pues inclusive desde un punto de vista histórico tribal, todos los pueblos son africanos. De tal forma que es casi paradójico hablar de “los africanos” o de “africanos negros”. En este caso se trata de una reliquia de la lengua y el pensamiento coloniales y de nuevo: el racismo hace razas.

Finaliza la declaración con un mensaje claro: “Asegurémonos de que nunca más se discrimine a las personas por razones aparentemente biológicas y recordemos y recordémosle a los demás, que es el racismo el que ha creado las razas y que la zoología/antropología ha participado ignominiosamente en justificaciones supuestamente biológicas.”

María Linares es una artista colombiana, radicada en Alemania, que está abogando, desde un proyecto artístico, por la eliminación de la denominación “Día de la raza” dada desde principios del siglo XX, al 12 de octubre. Desde hace algunos años ella ha estado cuestionando el racismo y la discriminación a través de videos en los que ha explorado vivencialmente el tema. Y no es la única: desde el punto de vista meta artístico, el investigador Hoßfeld, firmante de la Declaración de Jena, aboga por que se suprima el término “raza” de la Constitución alemana, lo cual no es nada fácil: pues si bien existen términos técnicos alternativos como etnicidad, población o comunidad de reproducción biológica, es difícil encontrar una palabra adecuada para el texto jurídico.

En varios países de Latinoamérica ya se ha cambiado el nombre. Por ejemplo, en Costa Rica, el día se llama “el día de las culturas”. Por lo pronto, el proyecto artístico de María #RenombremosEl12DeOctubre busca que en Colombia y en aquellos países latinos en donde aún se celebra “el día de la Raza”, se pueda impactar al congreso y/o al gobierno a través de la firma de la petición y se pueda lograr la expedición de un decreto o una ley. Ella propone varios nombres, pero cualquiera que firme la petición puede proponer algún otro.

Tal vez cambiando las palabras no se cambie automáticamente al mundo, pero que la palabra es creadora de realidades, es algo que ya nadie pone en duda. Si nuestro vocabulario empieza a trasformar el sentido de las celebraciones de los días “rituales” de la actualidad, es posible que ello sea el primer paso para la transformación de las conductas de discriminación. Así que, ¡los invito a ilustrarse y empezar el camino!

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