Confieso que jamás había leído nada de Marcos Chicot Alvarez (Madrid, 1971), ese escritor español, rara avis, mezcla de psicólogo clínico y organizacional y economista.

Y se atravesó en mi camino un libro extenso y extraño: ‘El asesinato de Pitágoras’ (Ed. Duomo, 2013), un ‘thriller’ entre histórico y psicológico que, en 2013, quedó de cuarto finalista del Premio Planeta, por el cual le fue otorgado a su autor la distinción ‘Encomio Solenne’ de la actual ciudad de Crotona, una de las dos ciudades en donde se desarrolla la trama del libro – la otra es Síbaris-, al que le prosiguió prontamente una segunda parte titulada ‘la Hermandad’ (2014).

El autor, un ser sensible a quien el nacimiento de su pequeña hija con síndrome de Down, en 2009 le cambió la vida por completo obligándolo a reflexionar sobre sí mismo y sus verdaderas ambiciones y sueños, sobre lo que de verdad quería hacer en la vida– escribir, publicó su primera novela en 1997 ‘Oscar’, y en 1998 ganó el Premio de Novela Francisco Umbral con su novela ‘Diario de Gordon’. Su libro mas reciente es ‘El asesinato de Sócrates’ (2016), segundo finalista del Premio Planeta 2016, publicado por Editorial Planeta.

El mismo autor nos confiesa que duró 3 años escribiéndolo y que siempre tuvo claro que debía ser el libro de su vida y el de “su princesa” (Lucía, su hija).. Y la historia de la publicación del libro parece sacada de su misma trama…

A pesar de que ‘El asesinato de Pitágoras’ quedó de cuarto finalista del premio Planeta (y usualmente se publican los primeros 5), la crisis económica española del año 2013, hizo que Planeta decidiera no publicarlo, por lo que el autor se lanzó a autopublicarlo por Internet. A la semana ya estaba en el top 100 de los libros e-books más vendidos. Y fue por ello contactado por la Editorial Duomo, uno de los 3 grupos editoriales más importantes de España e Italia, para publicar finalmente su novela. A veces sucede que hay autores que son verdaderas joyas, desconocidos iluminados entre todos aquellos que se lanzan a autopublicar por Internet. Y Chicot fue uno de ellos.

Entre intrigas, pasiones, acción, suspenso, e hiperrealismo, narra la historia de una serie de asesinatos en la comunidad pitagórica de Cretona, justo en el momento en que Pitágoras está decidiendo cuál será su sucesor, al tiempo que nos sumerge en una historia de amor trepidante entre la hija de Pitágoras, Ariadna y Akhénon, el detective egipcio encargado de investigar los crímenes. Las alusiones filosóficas y matemáticas, espirituales y políticas, insertadas en medio de la acción, hacen de su lectura una verdadera delicia.

Vuelvo y repito que desconfío de los thrillers’ y ‘best sellers’, pero este de Chicot, es un libro multigusto. Y a multigusto me refiero cuando es probable que sacie las ansias intelectuales o las ansias de mera diversión. Aun cuando el lector no sepa nada de Pitágoras ni de historia griega, las descripciones de los sucesos logran sumergirlo en el mundo y el submundo del 510 al 507 A.C. y en una trama psicológica en donde el asesino, desde el lado oscuro de la fuerza, juega y domina las mentes de los buenos y los malos, los cómplices y las víctimas….al igual que Pitágoras lo hace desde el lado luminoso de la fuerza con los miembros de su comunidad leales a él y con su familia.

El libro mantiene todo el tiempo su ritmo: todos queremos descubrir al asesino, creemos ver una pista en cada detalle, cada personaje tiene una caracterización mas interesante que el otro – en especial las del sibarita Glauco, la de Bóreas, la de Cilón y la de la misma Ariadna-, los pasados de todos confluyen como traumas que van desatando cada uno de los hitos del libro…

El desenlace, que tiene una parte de certeza y una de incertidumbre, es sencillamente creativo y brillante, más aún cuando en medio de la lectura del libro, es inevitable acudir a Google a buscar la real historia de Crotona, Síbaris, Pitágoras y la comunidad pitagórica…

Por último no puedo dejar de referirme a los enigmas pitagóricos plantados a lo largo de todo el libro. Muchos de ellos subsisten hoy. La matemática, la geometría, como la filosofía, son infinitas…. El límite entre ciencia y humanismo nunca será claro. Queda uno con mas ganas de buscar enigmas, encontrar soluciones a misterios, descifrar secretos que logren explicar la naturaleza humana

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