Con la última novela del Nobel peruano, ‘Tiempos Recios’, volvemos a encontrar a ese Vargas Llosa experto en ficción histórica, o historia ficcionada, como quieran, deleitándonos como lo hizo con ‘Conversaciones en la catedral’, ‘La fiesta del chivo’ y ‘El sueño del celta’.  A uno de los personajes de ‘La fiesta del chivo’, Johnny Abbes García, lo encontraremos con un rol protagónico en ‘Tiempos recios’.

Esta novela no es una novela del género “novela de dictador”, tan ampliamente cultivado en América Latina, sino una conspirativa, cuyo hilo conductor es la figura de Martita Borrero, mas conocida por su belleza como Miss Guatemala, amante de varios de los protagonistas y figura folletinesca y sufrida a través de cuya vida se va entretejiendo una trama que podría ser la de cualquier país latinoamericano del siglo XX, y hasta del XXI, porque parece que como continente no aprendemos.

Cuando me propuse leerla debo confesar que, al saber que incluiría episodios políticos de Guatemala, país que me era totalmente ajeno, casi declino su lectura. Nombres como el de Juan José Arévalo, Carlos Castillo Armas, Jacobo Arbenz, o episodios como la Revolución de Octubre, no me eran familiares. Lo único que me era familiar eran el nombre del General Rafael Leonidas Trujillo, dictador cuasi-eterno de República Dominicana; aunque no entendía qué tenía que ver él con Guatemala y, perdonen mi ignorancia con la historia centroamericana y la United Fruit Company, por aquello del episodio de la masacre de las bananeras en Colombia, recreado por Gabriel García Márquez en ‘Cien Años de Soledad’.

Sin embargo, el pasado 20 de octubre se conmemoraron los 75 años de la Revolución de Octubre (1944-1954), hecho histórico que, gestado por los Estados Unidos de América, acabó con la dictadura del general Jorge Ubico Castañeda, iniciándose en Guatemala la década de la “La primavera democrática”, cuyo primer gobernante fue Juan José Arévalo, filósofo progresista, a quien siguió el general Jacobo Arbenz, quien fue depuesto por un golpe de estado cimentado en la más grande mentira latinoamericana.

Jacobo Arbenz, fue ese presidente guatemalteco que se atrevió a cambiar radicalmente la suerte de su país, por lo que fue apodado “el soldado del pueblo”, sin ser de izquierda. Sin embargo, durante su gobierno se enfrentó a “El pulpo”, la United Fruit Company (UFCO), corporación norteamericana cuyos alcances en Guatemala y en Latinoamérica causaron estragos en los pueblos latinoamericanos. Controlaban no solo las tierras, sino ferrocarriles, puertos, plantas eléctricas y todo aquello que requiriera para su próspero negocio. Y la perdición de Arbenz fue enfrentarse con la UFCO a través de una reforma agraria, en 1952, con la que expropió con un pago indemnizatorio (el declarado fiscalmente por la compañía) el 64% de sus terrenos (la reforma contemplaba la expropiación de terrenos no explotados), y comenzó a construir carreteras y puertos estatales que acabarían con el monopolio que de ellos tenía la UFCO en Guatemala. Para 1954, se habían beneficiado más de 138,000 familias campesinas (aproximadamente 500 mil personas), en su mayoría indígenas en un país de aproximadamente 3 millones de habitantes. Adicionalmente, puso a pagar impuestos a la UFCO que, en décadas de operación, jamás había pagado un solo quetzal.

Árbenz era un declarado anticomunista y repitió hasta la saciedad que lo único que buscaba para su país era una democracia liberal y capitalista, lo más similar posible a la de Estados Unidos, y que lo único que quería era convertir a Guatemala en una sociedad moderna y próspera para todos, todo ello muy lejos de la URSS y del marxismo.

La novela comienza cuando Edward Bernays, el llamado padre de las relaciones públicas en el mundo, y Sam Zemurray, dueño y director de la UFCO, convencen al directorio de la corporación de la necesidad imperiosa de derrocar a Jacobo Árbenz, para lo cual obtienen el apoyo del gobierno norteamericano a través de la CIA, y se encargan de expandir la mentira mas grande de la historia de Guatemala: la de que estaba siendo invadida por el comunismo. En esa medida, Árbenz estaría poniendo en peligro a toda Latinoamérica al haber convertido a Guatemala en la puerta de entrada de la URSS en ella. Bernays afirmaba en su libro ‘Propaganda’ (1928) que una actividad determinante del siglo XX era “el arte de la manipulación mediante la publicidad”.

La reflexión inicial y única sobre cómo las relaciones públicas y las comunicaciones fueron y siguen siendo la principal arma política, social y económica del siglo XX, constituye el velo fantasmal de la novela entera. Nada muy alejado de lo que pasó recientemente con el manejo mediático y las mentiras de Cambridge Analytics en la campaña electoral con la que Trump obtuvo la presidencia de Estados Unidos.

La novela, con episodios locales, tiene pues, una vocación americana: se trata de un perfecto diagnóstico atemporal del subcontinente latinoamericano, de nuestro complejo -que es a la vez nuestra mayor vulnerabilidad – de necesitar que terceros que consideramos potencias, decidan nuestros destinos, y de la capilaridad delirante que une a todos sus países, empezando por los centroamericanos.

Las historias truculentas del dictador guatemalteco Carlos Castillo Armas y la forma en que, con todas las artimañas posibles y el apoyo de República Dominicana (Trujillo), Nicaragua (Somoza) y Estados Unidos, se hizo al poder después del derrocamiento de Árbenz, de cuyo gobierno formó parte, son contadas con espeluznante detalle, incluyendo la toma de la escuela militar, episodio dolorosamente memorable y crucial para entender varios fragmentos de la novela.

El posterior asesinato de Castillo Armas, también fraguado por Estados Unidos al no avenirse a su voluntad, y el papel jugado por Johny Abbes (jefe de seguridad del generalísimo Trujillo a cuya voluntad tampoco se hincó) y que constituye el personaje más pervertido y corrupto de la novela -una curiosa encarnación del mal-, dejan en evidencia la conducta de nuestra clase gobernante latinoamericana y del servilismo rendido al imperialismo, producto de nuestro complejo de inferioridad.

El hecho de que Johny Abbes muera escabrosamente en su ley a manos de los ‘tontons macoutes’ haitianos de Papa Doc, a cuyo régimen acaba prestándole servicios tras ser expulsado de República Dominicana, precisamente por conspirar, es esa escena con la que soñamos después de sentir que lo conocemos tan a fondo, que no queda otra opción que eliminarlo de la faz de la tierra.

Vargas Llosa maneja un maniqueísmo del que nos hace partícipes y cómplices, al contraponer la decencia y rectitud blanquecina de Árbenz con la oscura perversidad de Castilo Armas, Johny Arbez y su entorno, sin dejar de resaltar el gris de Martita Borrero Parra, amante de éstos dos últimos.

La entrevista final de Vargas Llosa con Miss Guatemala, ya octogenaria es, definitivamente, la cereza del pastel… no les cuento más para que lleguen al final, el libro y Vargas Llosa lo merecen.

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