Las malas noticias de Colombia y del mundo resultan malignas. Si las enumeramos, que no quiero, es como pararse al frente de un despacho judicial para escuchar una lectura en voz alta de muchos resúmenes de casos aterradores. plagados con sangre, dolor, traiciones, abusos o masivos sufrimientos.

El debate sobre el lamentable episodio de las personas quemadas por una explosión cuando intentaban robar un camión volcado en la carretera, debería ser estudiada en clases de universidades y colegios con profundidad y sin fanatismo.   

Pero desde que la humanidad existe, todo ha sido igual. La Biblia narra todo eso y más. Esas cosas no han cambiado y seguramente será imposible que usted o yo las podamos cambiar. Hay sociedades muy avanzadas, otras siguen primitivas. Esa es la realidad.

Parece que el encierro de estos días nos ha puesto en un nivel de intemperancia, desasosiego y violencia que puede salir más caro que enfermarse de COVID-19.

Así que por la buenas o por las malas nos toca entender que realmente vale la pena trabajar primero en uno mismo, luego en su entorno inmediato o familiar y luego desde allí a la sociedad. Y evitar, además, contribuir con malos actos que suman al caos.

Así que no queda otra que actuar bien en acción y conciencia.

Créame que, a los ladrones y violadores, y a todo aquel que atente contra otro ser humano más temprano que tarde, la vida les cobrará sus canalladas y cuanto hayan hecho mal. Justicia de una o de otra manera les llegará. A todos les llega.  Y si no es en ellos, por lo inexplicable de la vida, esa devolución y pago con ‘intereses’ recaerá en lo que más aman. Es una ley del universo. Lo que haces se devuelve. Lo bueno y lo malo.

Es más, se lo dijo Jesús a Pedro cuando este le arrancó con la espada una oreja al soldado romano que lo apresaba: -El que a hierro mata a hierro muere, le dijo el maestro.

Lo cual aplica para cometer delitos, engañar, torturar, hablar mal del prójimo, dañarlo, robarlo o estafarlo. Esa es la espada. Ello traerá lo que algunos llaman maldición y repetición.

Bien lo decían las abuelas, más rápido cae un mentiroso que un cojo. Y es verdad.

Como también es verdad que cualquier esfuerzo que haga por ser un ciudadano ejemplar y de bien que trata con consideración y afecto al prójimo, sea como sea, será una gota en el mar; o un grano de arena. Pero suyo y de nadie más. Su grano, su gota. Y el océano y la arena están hechos de millones de ellos. Así que cada uno debe comenzar.

Hay que tratar bien a las personas y dejar de lado la prevención y el oportunismo. Tantos testimonios de gente arrepentida. Tenemos que volver a humanizarnos.

En la serie de Steven Spielberg llamada ‘¿Por qué odiamos?’, la conclusión es porque deshumanizamos a los demás. A los negros, a los indígenas a los homosexuales, a los guerrilleros, a los policías, incluso a los políticos, y lo hacemos cuando etiquetamos y discriminamos. Nuestros hijos deberían aprender a vivir sin esas cargas. Y aprender a respetar al otro.

Recuerde que al final le estamos enviando a los más jóvenes mensajes a su infantil inconsciente. Sembrando la semilla de la anarquía y la violencia. Ese mal comportamiento y actitud siembran la idea de que no hay esperanza. Y nada más falso.

Si usted lo hace bien, siempre habrá esperanza por más dura que sea la situación.

Es obvio, que, si todos los días le damos una dosis de veneno a nuestro espíritu, terminemos por abrumarnos. Mejor darnos a nosotros mismos y a la humanidad amor, respeto, misericordia, humildad y paciencia. Si todos lo hacemos, seguro que la humanidad mejorará.

Todas mis columnas de la Pandemia puede verlas en los siguientes links. 

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