¿Se ha preguntado cuándo será su momento? o ¿por qué no llega? o ¿nunca llegará?

He tratado de racionalizar el tiempo que gasto cada día en mis redes sociales. Y me llama la atención que encuentro un común denominador en muchos mensajes de motivación. Muchos invitan a que la cuarentena se convierta en días de transformación, para abrir emprendimientos, cambiar malos hábitos, sembrar granjas ecológicas en casa, adelgazar, empezar un nuevo plan de vida, renovar el armario, sacar basura del clóset, en fin. Una gran cantidad de ideas espléndidas pero que, a la hora de ejecutarlas, no son una tarea fácil.

Y el problema es que como las cosas no cambian tan rápido como aseguran esos futurólogos del marketing, que se hacen ricos vendiendo recetas y humo, los esfuerzos se abandonan esperando el milagro del Baloto: ¡Si me lo ganara haría tanto por la humanidad! ¡Qué va!

Hace tres años mi padre murió. Un infarto fulminante nos lo arrancó de las manos sin que nadie pudiera hacer nada. Fue un impacto muy fuerte para la familia. Al lado del ataúd de mi padre, traté de cerrar algunos ciclos de vida.

Me ayudó mucho escuchar el poema del maestro Facundo Cabral: no estás deprimido, sino distraído. Hoy creo que no hay nada más cierto.

Al lado de mi gélido padre, me prometí a mí mismo llevar una vida más saludable que la que él tuvo. Necesitaba empezar a hacer deporte, comer mejor, jugar más con mis hijos, quejarme menos de la vida, reírme tanto como fuera posible.

Les digo que empezar no fue fácil. Necesité realizar muchos actos con determinación para salir. La disciplina es indispensable. Escriba en un papel cuáles son sus metas y cómo se imagina ese proyecto o meta que quiere realizar y libere la fe con sus palabras. Recuerde que las palabras tienen poder. Y manos a la obra. No basta solo el enunciado. Tiene que empezar ya. Sin dilación y seguro lo logra.

A continuación, les comparto cómo logre algunos resultados:

  1. Me fijé un plazo para bajar de peso. Estaba irreconocible pesando 106 kilos.  Dicen, que para cambiar un hábito son necesarios 21 días. Por coincidencia, vi un documental en Netflix que se llama ‘Fat, sick and nearly dead’. El documentalista Joe Croos, cuenta cómo logró bajar más de 100 libras a punta de jugos verdes hechos con espinacas, manzanas verdes, apio, piña, naranja, acelga, jengibre y pepino cohombro. A la mañana siguiente madrugué a comprar el líchigo y así arrancó mi cambio. En 60 días bajé 30 kilos. No fue dramático y sí un muy buen primer paso. Luego empecé a caminar.
  2. La mente es una loca enfurecida. Le hace pasar a uno malos momentos y más cuando estás en crisis. Es fácil que los malos pensamientos lleguen sin que puedas detenerlos. Sin embargo, conocí una técnica que funciona. Aquí va. Cuando le lleguen esos pensamientos horrorosos de “no lo voy a lograr”, “Nada bueno me pasa” “Todo es una mierda”, solo ponga la punta de la lengua entre el paladar y los dientes. Está científicamente comprobado que nuestra atención sólo se puede focalizar en una acción. Repita una frase que lo motive y verá cómo los malos pensamientos se van. Yo repito el principio del Salmo 91. “Tú que habitas bajo la protección del Altísimo dile al Señor: Mi amparo, mi refugio, en quien yo pongo mi confianza”. Cada quien repite la frase que quiera.
  3. Para aquellos que sienten ansiedad, no pueden dormir, todo les molesta y les da rabia hasta su sombra; cierre los ojos, tape una de las fosas nasales, tome aire contando hasta 10, sostenga el aire contando otra vez 10 segundos, y suéltelo de nuevo en 10 segundos por la otra fosa muy suavemente.  Además de que lo relajará, le quitará la ansiedad y le ayudará a dormir plácidamente.

Adicionalmente, si está muy nervioso hágase un favor y a su familia: no vea noticias. Ni redes sociales. Duérmase temprano. Madrugue. Báñese de una y al final con agua fría. Vístase como más se sienta bien. Lea algo que lo motive en la mañana. Mire su lista de cosas por hacer y cúmplala.

  1. Cada vez que sienta temor o desánimo ante los nuevos retos que usted mismo se está poniendo, active mecanismos para que no se deje vencer. En Programación Neurolingüística (PNL), uno pone en práctica las anclas, que son estímulos que disparan estados emocionales favorables, de éxito o alegría de momentos que hemos vivido en el pasado. Agarre con su mano izquierda, el dedo índice de la mano derecha y apriételo pensando en un momento que usted recuerde como un gran triunfo. Digamos, por ejemplo, ese gol que recuerda o el grado que obtuvo, ese beso que tanto buscó o cualquiera otra, como una rifa o un elogio a un trabajo bien hecho. Reviva esa alegría, siéntala una vez más. viva nuevamente esa sensación mientras aprieta su dedo. Cada vez que sienta que no va a poder con su meta, apriete su dedo. Ya verá el cambio.
  2. Si usted durante estos días está lleno de rencor contra alguien, aprenda a perdonar. Humanice al que le hizo daño. Trate de entender por qué esa persona lo intentó afectar. Quítele poder a ese que le daña la vida cada vez que lo recuerda e imagínelo solo como un ser humano más que se equivocó. Sin rabia, sin dolor. No le desee nada malo. Ojalá él o ella nunca pase por el dolor que usted atravesó. A veces algunos terapeutas recomiendan escribir una carta donde se desahoga. No es necesario que se la entregue, pero en su imaginación, cierre la carta, márquela con el nombre de la persona y entréguela. Pero solo en su mente.

Para terminar, recuerde que solo se puede vivir un día a la vez. Disfrute del proceso de cambio. Está en sus manos. Nadie puede decirle cuando va llegar su momento. Porque su momento es ahora. No hay otro.

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