Para cuando lea este texto, amigo lector, la aterradora cifra que acabamos de alcanzar de dos millones de personas contagiadas por el COVID-19, y los 250 mil muertos en los cinco continentes, se habrá superado exponencialmente. Llevamos la misma cantidad de personas muertos que las registradas en la tristemente célebre bomba de Hiroshima.

A medida que pasan los días y aumentan las cifras, cada vez somos más los que creemos que el famoso virus es una mutación maligna; o mejor, un virus fabricado y manipulado por el hombre.

Es posible que estemos equivocados, como factible pensar que esta pandemia fue originada en un laboratorio, por un malvado cerebro como el de Hitler, quien se proponía precisamente, usar un arma biológica para poner de rodillas al planeta y aniquilar lo que no le gustaba.

Tal cual lo estamos viendo.

Si bien, nos dicen que el ‘origen’ del contagio fue en un mercado de mariscos, de Wuhan en China, al parecer por el consumo de un murciélago en una sopa… quedan dudas. Primero, porque los chinos comen toda clase de especies salvajes y domésticas, y segundo porque llevan siglos haciéndolo sin que se haya registro un virus así.  

Entonces, surge una pregunta siempre válida. ¿Será cierto este libreto? o ¿Será una historia armada para justificar lo que vendrá después? ¿Cuánto tiempo llevaban en ese lugar vendiendo murciélagos, perros, gatos, ciempiés, culebras, ratas y concentrado de cucarachas, entre otros animales para comer? ¿Cuántos vendían al mes o al año? ¿Qué tipo de gente los comía? ¿Acaso se los comían crudos?

Entre tanto, las llamadas de amigos y familiares, los chats y correos, tienen de común la sorpresa y el miedo que se expresa.

Para la mayoría, no para los que salen a llorar el féretro de un delincuente como lo hicieron en un barrio en Bello Antioquia, sino para los que nos hemos quedado a la expectativa y encerrados juiciosos en casa, notamos que se creó una coincidencia originada por el pánico ante un posible contagio del espeluznante virus, que en tres meses se ha llevado miles de vidas, negocios y proyectos.

Aunque, también, se podría pensar que existe una apatía en algunos como consecuencia de que aquí, históricamente, la vida no vale nada y por eso las cifras son tan indiferentes.

Sin embargo, nadie podría haber imaginado algo siquiera parecido a lo que estamos viviendo. Solo Bill Gates, el inventor y dueño de la gigante Microsoft, genio en el manejo de la información, el hombre más rico del planeta y un filántropo que logró, literalmente, fabricar un revolucionario invento que le permite sacar un vaso de agua limpia de una montaña de mierda humana, como solución a los graves problemas sanitarios, la ausencia de inodoros y la escasez de agua potable. El resultado de la búsqueda y miles de dólares invertidos fue probado con éxito en las partes más pobres de la India. (Lo sé. Parece increíble. Lo invito a que vea el documental en Netflix llamado Bill Gates bajo la lupa.)

Tres años antes, Bill Gates, había anunciado que las guerras serían diferentes a las conocidas y que pelearíamos en el campo de la ciencia y la salud la Tercera Guerra Mundial, en la que creo, ya estamos.  

El virus, origen de la pandemia, es imposible de percibir a no ser por un potente microscopio y parece darle la razón a Gates. Queda evidenciado lo vulnerable de nuestra especie, así como la ruina social y económica que ocasiona por donde pasa.

Ni el ejército más poderoso y mejor armado, ni el hombre más rico e incluso el más inteligente y mejor informado, es inmune al contagio.

Sin embargo, no solo el gurú habló de este tema. Se pueden encontrar un montón de personas, que desde hace mucho se vienen preparando para el Apocalipsis y suben a YouTube, videos donde hablan de pandemias y guerras biológicas. Muchos vimos programas y creímos que era exagerado y hasta lejano. Es más, pensamos que si eran necesarios los búnkers era por la explosión de una bomba nuclear. Nos equivocamos.

Cuando se acabe el aislamiento obligatorio, programado para finales del cuarto mes de este año, la gran mayoría de familias, como la mía, habrá permanecido no menos de 44 días continuos de encierro en su casa.

No ha sido fácil para nadie. Ni mucho menos para el Presidente, ni la Alcaldesa a quienes les tocó frentear la peor de las crisis. Incluso, así lo hagan bien, ya no importa. Al final serán ‘crucificados’ así tomen buenas decisiones. Qué pesar.

Es como si en una especie de ordenador gigante, alguien como Gates, nos hubiera puesto en suspensión. En esa hibernación de los osos o las otras 15 especies que tienen que parar y esconderse en una cueva alejados del mundo para poder sobrevivir. 

Hemos visto miles de emprendimientos y comercios cerrados. Se dice que al menos 700 mil empresas en Bogotá llevan cuatro semanas paradas. No hay lugares de ocio y esparcimiento, ni cines.  No hay, ni habrá fútbol pronto. Se aplazaron los Juegos Olímpicos. Las iglesias están cerradas. Se cuadruplicó el desempleo en un mes.

Dadas las circunstancias, sentimos miedo de no ser atendidos oportunamente en un centro hospitalario y ser uno más de la interminable lista de personas que murieron solas y ahogadas.

Los obesos, fumadores, enfermos crónicos, ancianos y sobre todo los operadores de la salud, están en la primera línea de batalla, son la carne de cañón. Las primeras bajas del frente que se cuentan por miles.

A las familias de médicos y enfermeras víctimas del virus quieren calmarles su dolor llamándolos héroes y aplaudiendo sus féretros. Pero lo que no dicen es que nunca debieron morir contaminados por falta de protocolos, implementos para ejercer su servicio de manera segura y un máximo respeto y consideración del que adolecen. Dónde están las ARL que han recaudado millones de pesos y ahora resultan que no estaban preparados para efectuar su labor.

Lamentablemente, muchos morirán. Ni siquiera por el virus sino por los problemas endémicos llamados incapacidad, ineficiencia y corrupción.  

En medio de las tensiones propias de estos eventos del presente, muchos anhelan que cuando todo esto acabe la vida vuelva a ser como antes de comenzar la pandemia; otros, por el contrario, están convencidos que nada volverá a ser igual.

Filósofos y pensadores hablan de un cambio en el orden mundial. Del fin del capitalismo, aunque parezca improbable. De una nueva sociedad sin privilegios y una realidad diferente a la conocida.

Por lo pronto, los economistas estiman que se pierden dos billones de pesos diarios como consecuencia de la cuarentena.

No obstante, y aunque todos estamos en el mismo barco como dijo el Papa Francisco, varios líderes insisten en dividirnos por estratos. ¿Quién dijo que los estratos 4, 5 y 6 no se han visto afectados por la crisis económica y que ellos sí pueden pagar los servicios? Como dijo Verónica Castro, los ricos también lloran. Y sufren, y están desempleados, y sin dinero con qué pagar los servicios públicos. La crisis no es exclusiva de los menos favorecidos.  

Lo que sí es cierto, es que esto también pasará. Así que antes de que nos toque el vaso de agua con el invento de Gates, solo resta ponernos en manos de Dios para que ÉL nos ayude a pasar este desierto.

POSDATA: Las autoridades en ninguna parte han podido aclarar si las cuarentenas son para comprar un tiempo que contenga la anarquía y la violencia que deviene del caos como pronostican proyecciones y estadísticas. 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.