El cambio siempre es doloroso y difícil de aceptar. Pero, en medio de la dificultad siempre habrá esperanza. Hace poco escuché a la psiquiatra Danelia Cardona y algunas de sus reflexiones acerca de estos días, en un programa positivo y fresco que hace el padre Astolfo Moreno para ayudar al espíritu en el encierro.

Palabras más, palabras menos, la psiquiatra, que pertenece a la Real Sociedad de Psiquiatría de Inglaterra, se refería así a como sortear este encierro obligatorio:  “La diversión y tiempos de ocio han desaparecido y estar confinados pone a prueba las herramientas para afrontar estas situaciones. Cuando se está sometido a un nivel de estrés diferente, cuando algo me exige reponerme, todas las herramientas para afrontar se pueden poner a prueba”.  

Las personas ansiosas, afirma la psiquiatra, están encerradas con sus pensamientos y temores, y no pueden decirse que son irreales. Porque hoy, esos temores son reales. Hay un riesgo alto de contaminación y muerte.

Recuerda que el encierro aumenta los pensamientos negativos y estos ponen a prueba la tolerancia a la frustración, la capacidad de paciencia y hasta la creatividad. Por eso, subraya la doctora Cardona, hay que desarrollar pautas para el cuidado de la salud mental, ya que se pueden aumentar los riesgos de violencia doméstica.

Así que este es un tiempo para mirarse y obligadamente conocerse a si mismo, en algo que es nuevo para todo el mundo, añade.

Lo primero es la aceptación: nadie puede cambiar esto. Es una situación que esta por fuera de sus manos. Se puede tener negación y rabia, repetirse constantemente consignas insensibles: algo como esto no puede estar pasando.

Luego, vendrá, la rabia y pelearnos con las decisiones que toman los gobernantes.

Aquí viene la primera recomendación: no quedarnos en la negación y la frustración. Es precisamente no quedarse ahí, lo que nos permite enfrentarnos de una manera más saludable lo que estoy viviendo.

Esta situación, nos dice la psiquiatra, “nos invita a ir al encuentro. A comprender. A ver. A entender la necesidad del otro. A experimentar lo bien que se siente cuidar del otro. El mundo está pensando en los demás”.

Claramente, el mensaje es contundente: me quedo en casa por mí y  por el otro. Esto nos lleva a salir de nosotros mismos. En nuestras maneras de pensar y relacionarnos con otros y nos lleva a conocernos. Muestra realmente quienes somos.  Fortalezas y debilidades. Nos muestra las vulnerabilidades.

La salud mental y vida espiritual van de la mano. Estamos hechos para entender que hay algo más grande que nosotros mismos. Estamos concebidos para entender que en nuestro interior hay algo más para vivir.

Momentos para valorar la familia para hacer silencio. Para entender la vida sencilla.

CONSEJOS

  • Hay que hacer una rutina y planear el día.
  • Haga ejercicio, al menos una hora. Eso libera las endorfinas que nos dan bienestar, felicidad y calma.
  • Sacar tiempo a la reflexión interior y el silencio. Porque este encierro nos va llevar a los límites.
  • No puedo estar sin filtro y decir todo lo que se me viene, porque eso le hace daño a los demás.
  • Aproveche que tiene tiempo para hacerse un autoexamen. Pregúntese qué le está costando y qué debe cambiar.
  • Recuerde que esto también pasará.  No se debe perder la esperanza.
  • Y también es el mejor momento para reflexionar sobre la muerte.  Estoy listo? ¿Qué hice? ¿qué he hecho? Una mirada que nos recuerda nuestra mortalidad y nuestro lugar en el mundo.

A propósito, una anécdota simpática de mis épocas de reportería. Viajábamos en un Foker 50 rumbo a la Macarena, Meta en tiempo del conflicto. Lluvia con tormenta eléctrica movieron bruscamente el avión lleno de funcionarios públicos y periodistas que viajábamos a esperar la llegada del presidente para un consejo comunal.

A pesar de que el Ejercito se había movido, en medio de la desesperación por los vientos, la lluvia y el nerviosismo de los pasajeros cuando el avión estaba por aterrizar, comenzamos a escuchar ráfagas de disparos desde algún lugar de la pista.  Claramente, un escenario apocalíptico. El piloto se vio obligado a elevar el avión bruscamente.  La desesperación y el miedo se apoderó de muchos. Un sacerdote muy simpático me dijo una frase que se me quedaría pegada para siempre. En medio de los sollozos, lágrimas y desesperación de todos, el curita sentenció: “Tanto rezar para entrar al cielo, les dan un chance y se asustan”.

LO QUE SE VIENE

Las redes sociales tienen una función que nos recuerda día a día lo que publicamos hace un año, o dos o seis. Así que, sólo si Dios quiere, el próximo año por esta época nos daremos cuenta de lo que hemos publicado ahora. Y, en efecto, rememoraremos sobre la pandemia y el encierro en casa.

El algoritmo volverá a recordar, entre muchas cosas, que en más de 170 países como Italia, España, Francia, China, Argentina o Colombia, el ciudadano se quedó sin posibilidad de moverse y por fuerza mayor le tocó quedarse en el mismo lugar por al menos  19 días.

Y que ello le ocurrió a ricos y pobres sin distinción alguna en París, New York, Roma, los Ángeles, Madrid, Buenos Aires o Bogotá. Millones confinados como nunca antes había sucedido, ni siquiera en las películas.  Bien lo decía Gabo: “la realidad siempre supera la ficción.”

Es como si el tiempo se hubiera congelado y la humanidad hubiera entrado en una especie de hibernación.

Para algunas industrias como las del entretenimiento, el cine, o los deportes, pensar en cerrar mundialmente no era una opción imaginable. O que empresas de turismo y entretenimiento como Disney, se quedaran sin clientes, ni negocio de un día para otro.

No creo que alguien hubiera pensado en la suspensión parcial de tantas industrias y modos de producción, incluso hasta de los juegos Olímpicos de Tokio.

El cambio ahora es total. No hay fútbol, ni picados de ningún tipo en ninguna parte.

Se suspendió la NBA, el tenis profesional, los deportes olímpicos, la natación. No hay carreras de carros, ciclismo o balineras.

La gente debe evitar reunirse para chicos de billar, campeonatos de tejo, dominó, cartas, ajedrez o juegos en los parques.  En calles y parques no hay niños montando en patines o bicicleta, ni corriendo o jugando a la pelota. Colegios y universidades parecen abandonados. No hay fiestas, reuniones de cumpleaños, grados, matrimonios o reuniones para un simple café. No hay nada de nada en ninguna parte.

Ni siquiera iglesias abiertas. Hasta el papa, el hombre de las verdaderas multitudes, tiene que salir a su balcón, siempre atestado de gente en el Vaticano, a impartir la bendición del domingo en una plaza vacía en la que solo se puede participar por Internet.

Ciudades vacías, como aquellos pueblos fantasmas de las películas del viejo oeste.

Un mundo sin contacto. Sin besos ni abrazos, sin amigos, caminatas o contemplación.

En los cinco continentes, sin distinción alguna, el humano camina a oscuras por una situación que no controla ni puede cambiar.

EN CUARENTENA

La historia contará que por primera vez en la historia, al menos mil millones de personas fueron confinadas para evitar un extinción masiva. Lo cual supuso un reto en todo los sentidos y para el espíritu.

Puede pasar que el número de muertos, que sigue aumentando exponencialmente por el virus en otros lugares del planeta, sumados podrían ser equivalentes a 10 centros culturales como el Movistar Arena completamente llenos.

O, también, que la desesperación de miles de personas varadas en aeropuertos y sus testimonios desde las fronteras cerradas, sin un peso, con hambre y esperando una respuesta que parece nunca va llegar, lo tengan sin cuidado.  Como tampoco lo que viven aquellos que están presos desde el comienzo del año en cruceros y barcos.

Si el dolor de los seres humanos que han fallecido asfixiados y delirando en completa soledad por los efectos del COVID-19 no logran sacarlo de sus preocupaciones, preocúpese. Algo le está pasando.

Por un instante piense en el cuerpo de médicos, enfermeros y voluntarios que han atendido las emergencias, heroicamente, en centenares de ciudades y pueblos en los 5 continentes. Debería saber que ellos seguramente se van a enfermar también y si se salvan, están condenados a padecer de por vida una fibrosis pulmonar, así como todos aquellos que lograron superar la enfermedad. Es espantoso saber que el mundo va a tener tantos oxigeno-dependientes debido a la pandemia.

Hasta que la humanidad tuvo que afrontar esta pandemia, padecíamos de un individualismo patológico.

No olvide a todos aquellos colombianos que inesperadamente se han quedado sin empleo y sin recursos.

Precisamente, un gran amigo me decía: “Hace 4 meses estábamos detenidos por los paros, ahora por un enemigo invisible. La incertidumbre es mucha.”

A las patadas, el COVID-19, nos obliga a tener al menos una pizca de conciencia, como la reclaman los pensadores, filósofos y referentes espirituales en todos los idiomas.

Conciencia, que se puede encontrar haciendo recuentos de algunas cosas que hoy no esta y nos demuestran el inminente cambio del mundo como lo conocíamos.

 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.