Las cosas se complicaron y supimos que habías sido ingresada a la UCI por dificultades en la cirugía.

Algunos días después, cuando te pasaron a una habitación, nos contaste que te iban a amputar tu pie izquierdo. Una persona en las mismas circunstancias, seguramente estaría renegando por la dureza del momento.

en cambio, afirmaste con total confianza que “el milagro era tu vida y que le dabas gracias a Dios y a la Santísima Virgen por el optimismo y el valor que te habían dado para poder enfrentar una nueva vida llena de grandes cosas”.

Me diste una gran lección a mí y creo que a muchos colombianos. Para obedecer la voluntad de Dios y confiar en su infinita misericordia se necesita tener un corazón demasiado puro y bueno.

Entregaste tu vida a ÉL y esperaste con fe que de todo esto pudieras sacar un bien. Sin pesar, con decisión, valor, templanza recomenzaste una nueva etapa repleta de confianza en la fidelidad más grande que existe y es en la de Dios.

Un sacerdote católico Jacques Philippe, en su libro Libertad Interior, afirma que “el miedo al sufrimiento nos hace más daño que el sufrimiento mismo”. Y tú, a tu corta edad, tuviste la fortaleza de afrontar ante todos el camino que estás recorriendo.

La angustia y el miedo, tan propia de nosotros los humanos, nos son otra cosa que desconfianza en Dios. Y tú, te dejaste caer plenamente en sus brazos con la certeza de que él no te va a fallar. 

Luego, cuando ya te habían amputado tu pie izquierdo, de nuevo nos dejaste ver cómo la esperanza te resultaba liberadora, pues a los pocos días ya estabas hablando de bailar champeta y volver a tus practicas deportivas. No te dejaste caer en pequeñeces de tratar de arreglar por ti misma la situación, sino que has esperado todo en Dios.

Decía el apóstol San Juan que la esperanza tiene la facultad de purificar el corazón, y que aquel que tiene esperanza en Dios está seguro del cumplimiento de las hermosas promesas que tiene para todos nosotros, sus hijos.

Gracias por dejarnos ver tu integridad, tu valentía pero sobre todo por compartir tu fe en Dios y no dejarte vencer a pesar de la adversidad. Tu vida seguro tiene un propósito enorme y desde ya nos has llenado de verraquera para salir adelante. 

En estos difíciles tiempos de pandemia donde el panorama no es tan alentador, tu fuerza me ha llegado al alma y me has demostrado que basta con no desanimarme y no resistirme a la acción de la gracia divina, confiando enteramente en ella.

Como diría Santa Teresa de Lisieux: Todo es gracia. Y sin duda, todas las pruebas que has enfrentado, se han transformado en belleza. Qué orgullo de mujer! Dejaste ver que lo que afirmaba el santo cura de Ars es cierto: un sufrimiento sereno deja de ser un sufrimiento.

Hoy, cuando te veo, encuentro a una mujer llena de la gracia de Dios, enorme en amor, en crecimiento espiritual, en fe y confianza en los designios que Dios tiene para ti.

Gracias por compartir tu fe, tu paz, tu esperanza conmigo, con todos.

Colombia necesita más Daniellas para transformar la oscuridad en luz, paz y serenidad.

Seguirás en mis oraciones y en la de mi familia.

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