No era un jueves cualquiera. Ochenta y siete hombres se disponían a caminar más de veintisiete mil yardas por cuatro días, golpeando una pequeña bola blanca con el fin de ganarse el derecho a vestir aquella prestigiosa chaqueta verde. Mediaba abril del 97, se jugaba el Masters de Augusta y Tiger Woods estaba por cambiar la historia del golf. Durante los siguientes cuatro días y con tan solo veintiún años lograba ganar su primer Major con 12 golpes de ventaja sobre su inmediato rival. De ahí en adelante el golf sería otro.

Nacido en California en 1975, Eldrick Tont ‘Tiger’ Woods, daba sus primeros golpes de golf con tan solo dos años. A los cinco ya aparecía en las páginas de la famosa revista Golf Digest.

De ahí en adelante su ascenso fue constante y contundente, hasta llegar a ser estratosférico.

De raza negra, ascendencia estadounidense-tailandesa y principios budistas, Woods revolucionó un mundo donde abundaban las tradiciones, escaseaba la diversidad y sobresalía el elitismo. Gente que nunca antes había sintonizado treinta segundos de golf, empezaba a seguir semana a semana la carrera de quien es hoy el segundo deportista mejor pagado de la historia (Solo superado por Michael Jordan).

Los ‘ratings’ de televisión empezaron a crecer, las asistencias a los torneos que contaban con su presencia lograban multiplicarse año tras año y las marcas se peleaban por poder relacionar su imagen con la joven estrella. La industria del golf crecía a pasos agigantados. Nuevos campos de golf eran construidos en muchas ciudades norteamericanas, para poder satisfacer la demanda de los nuevos adeptos a este deporte, quienes no solo querían jugar como su nuevo ídolo, sino vestir, manejar y comer como él.

Pese a algunas lesiones, la carrera de ‘Tiger’, como le decía su padre en honor a un amigo coronel de épocas de guerra, parecía no tener techo. Sin embargo sus infidelidades y problemas maritales demostraron que sí era de este mundo. Varios de sus patrocinadores lo abandonaron, su rendimiento deportivo decaía mientras que su cuerpo le jugaba una mala pasada. El gigante había tropezado y muchos aprovechaban el momento para vender titulares. Este golpe lo sintió la industria, que empezó a sufrir la ausencia de su rutilante estrella y llegó a ver cómo los campos de golf contaban cada vez con menos visitantes, y las transmisiones de televisión con menos audiencia. Las marcas de equipamiento disminuyeron su capacidad de producción y las alianzas estratégicas que lograron en torno a aquel esplendor, rápidamente se fueron desmoronando.

Sin embargo en el último año el tigre regresó y así mismo su estela de seguidores. Todo lo que lo rodea se fue reactivando casi inmediatamente. Empezó a volverse un visitante recurrente en los top 10 de los torneos que disputaba y el deporte volvió a sentir mariposas en el estómago. Cientos de aficionados siguiéndolo camino al green del hoyo 18 del Tour Championship en su primera victoria en años, pintaban una emocionante postal que enmarca un ‘comeback’ de fantasía. Regreso que se consolidó con una nueva victoria en el Masters de Augusta. Hoy, con varias cirugías de espalda y rodilla, altibajos en su vida personal y 81 victorias en el PGA, entre las cuales están 15 majors, el Tigre es una leyenda como ninguna otra, y su historia aún no se ha terminado de escribir.

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