La periodista no publicó en su escrito en Semana ni la identidad de la víctima, ni la fecha en que ocurrió el hecho; solo describió a la mujer como “una de las más relevantes y conocidas de Colombia”.

Todo ocurrió durante “un viaje de trabajo”, cuando la mujer y su “jefe acosador”, como es descrito el victimario en la columna, llegaron al hotel donde se hospedarían.

Cada uno tenía su habitación, en el mismo piso y 19 dormitorios los separaban. Sin embargo, antes de que ella pudiera seguir su camino con el botones para instalarse en su sitio de descanso, el jefe le pidió que lo acompañara al cuarto de él.

“Se escuchó una voz de mando que le dijo a su subalterna: ‘La necesito un minuto, por favor’. Nada que hacer. Se quedó sola. Su maleta siguió el camino. Ella entró con el jefe confiada. La puerta se cerró. El jefe se sentó y se recostó en la cabecera de la cama, con las piernas abiertas. Aunque tenía ropa, se notaba claramente el asunto”, relató Vicky Dávila sobre cómo empezó el intento de abuso sexual.

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Luego, la periodista continuó contando que la mujer se quedó de pie y respondió de forma negativa a las intenciones de su jefe, que siguió insistiendo y luego se le acercó a tocarle las manos, mientras le decía “tienes manos de pianista”.

En medio del temor que sentía, la subalterna intentaba disimular y se acercó a la puerta del cuarto. Pero ahí, el jefe usó su fuerza para besarla, mientras “la miraba como un depravado y respiraba fuerte”. Al final, la mujer “se desplomó” y el hombre no la violó; la víctima tampoco denunció y tuvo que seguir trabajando con él por años, de acuerdo con el relato.

“Ella chocó con la puerta de salida. Él saltó. En segundos la aseguró para besarla a la fuerza. La subalterna alcanzó la manilla de la puerta. Mientras volteaba la cara, el jefe la tomó con más fuerza. La subalterna se desplomó. Empezó a llorar sin control, mientras apretaba los ojos y los labios. Como si no quisiera ver su propia desgracia. Se entregó a su maldita suerte. Algo ocurrió, el jefe la miró, literalmente se compadeció de su víctima. La dejó salir. No la besó. Ella salió corriendo por el pasillo diluviando en llanto”, puntualizó Vicky Dávila.

Claudia Morales

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Esta no es la primera vez que en una columna se evidencia un acto en contra de una mujer reconocida, hace un par de años la periodista Claudia Morales la utilizó para contar su propia historia, ocurrida varios años atrás: a ella la violó un jefe, del que tampoco dio el nombre y, por eso, empezó una cacería de qué personaje pudo haber sido; en esta cayeron desde famosos periodistas hasta el expresidente Álvaro Uribe, que salió a defenderse en su momento.

Luego de su confesión, Morales dio varias entrevistas en 2018 y entre los pocos detalles que entregó a Blu Radio sobre su victimario fue que era alguien “muy poderoso” y, además, aseguró: “Al que me violó ustedes lo oyen y lo ven todos los días”.

Catalina Rincón Uribe fue otra de las que se refirió al tema del acoso este fin de semana, en El Espectador, aprovechando la acusación de ocho mujeres en contra del director de cine Ciro Guerra por ese delito y por abuso.

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La columnista aseguró que se sintió identificada con algunas de las situaciones denunciadas. “Es sorprendente la cercanía de mis experiencias con las experiencias de las mujeres del reportaje y con los relatos de otras mujeres y amigas a través del tiempo”, dijo, y continuó refiriéndose a las “narrativas de acoso” que suelen usar los victimarios.

“Normalmente, el acosador nunca tiene ‘cara de acosador’ y su comportamiento es a veces tan sutil que es casi imposible detectarlo en un inicio. Y, cuando se detecta, es tan ambiguo, que no se puede denunciar de inmediato. Como lo narra una de las denunciantes, de un divertido e inocente baile, el acosador logra en un par de jugadas meterse con ella en un taxi y, tras un beso fallido, tocarle insistentemente la vagina. ¿Cómo lo logra exactamente? […] Nos topamos con miles de eslóganes insulsos sobre cómo supuestamente se debe comportar ‘una dama’, pero nunca nos dan detalles de cómo se comportan los predadores”, escribió.

Asimismo, describió cómo suele ser la reacción de muchas mujeres frente a ese tipo de situaciones y que incluyen varias opciones (irse cerca de otras mujeres, decir que tienen pareja, así no sea verdad, entre otras) menos dar una negativa contundente y hacerle frente a la situación “después de un sofocante acecho”, quizás por miedo, por la necesidad de “huir” para “protegerse” hasta del escarnio público, y porque “la voluntad de otro macho es más argumento que un rotundo ¡no!”.