Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por Pablo Moreno   Jul 6, 2023 - 2:04 pm
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En la madrugada del pasado 2 de julio, un grupo de hombres armados le dispararon en 36 ocasiones a la camioneta Mitsubishi Montero del padre Javier Porras, párroco de San Lorenzo de Caldono, en Cauca. Allí viajaban el diácono Fredy Muñoz y Deiver Bototo, uno de sus asistentes, luego de cumplir jornadas de peregrinación en varias veredas del municipio.

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Ambos resultaron gravemente heridos y siguen bajo pronóstico reservado en un hospital de Popayán, mientras que en Caldono apenas comenzaron las investigaciones de lo que sucedió. Lo que se sabe es que el ataque iba dirigido al padre Javier Porras, quien no iba en el vehículo. Se salvó de milagro.

El ataque causó preocupación en el municipio, que viene soportando una nueva ola de violencia por la presencia de la columna Dagoberto Ramos, disidencia de las FARC, y del ELN, que se encuentran en disputas territoriales desde enero de 2022. Este hecho hizo recordar al que sucedió en Corinto, donde dos hermanos. Al igual que en la época de conflicto con las antiguas FARC, ambos grupos buscan controlar las rutas de narcotráfico que comunican al centro con el suroccidente del país y pasan por las montañas de este municipio.

Porras es hijo de este territorio, vivió en su infancia los peores momentos del conflicto, cuando el pueblo era atacado con tatucos, cilindros bombas y granadas por parte de la columna Jacobo Arenas de las extintas FARC. Se formó en el Seminario Mayor de San José de Popayán. Y desde su ordenación decidió caminar por la trocha, acompañar a su comunidad y escuchar a sus feligreses.

El sacerdocio lo llevó al municipio de Argelia. Allí también tuvo que vivir una dura época del conflicto armado entre las FARC, el Ejército y el ELN. En El Plateado, el corregimiento más grande y uno de los más violentos del municipio, puso en práctica una de sus convicciones: trabajar en la pacificación desde la conversación, la escucha y el arte. Varias veces estuvo en peligro, pero al final logró salvar vidas y tender puentes para hacer más llevadera la vida de su feligresía.

La firma del Acuerdo de Paz con las FARC, en 2016, coincidió con su regreso a Caldono. No fue fácil llegar a hablar de paz y reconciliación. Su municipio era casi un pueblo fantasma, había dolor y muchas heridas por sanar. Este territorio pasó de ser el segundo poblado que más tomas guerrilleras por parte de las antiguas FARC soportó -244 ataques- a ser la sede de la reincorporación de algo más de 300 excombatientes de esa guerrilla.

Convencido de que su pueblo podría tener una vida diferente, el padre apeló al trabajo colectivo para la reconstrucción de Caldono. Empezó convocando a quienes se habían ido huyendo de la guerra y promovió la pintada de murales, que se convirtieron en la señal más clara de que la paz había llegado para quedarse.

Hace unos días se conoció que en este municipio las disidencias de Farc montaron un retén ilegal, hecho que conmocionó a la población y en el que la Fuerza Pública no hizo presencia.

Luego convocó una minga para trabajar en la resignificación del Cerro de Belén, lugar desde el cual las FARC atacaban la estación de Policía -y de paso tumbaban escuelas, viviendas y destruían los planes de vida de los caldoneños- y que luego se convirtió en la principal trinchera del Ejército para atacar a los guerrilleros.

Promovió la creación de una alianza que se llama Juntos por Caldono y puso a trabajar a la comunidad, a los excombatientes y la Fuerza Pública para limpiar el cerro, restaurarlo y devolvérselo a sus pobladores.

Hoy el Cerro Belén es un mirador con un camino para hacer memoria sobre el proceso de reconciliación que vivieron sus habitantes. Arriba tiene una cabaña con vista a todo el pueblo, las montañas y la carretera, y abajo se ven las calles de Caldono con los murales que recuerdan que donde hubo violencia también puede haber alegría. Con el padre Porras de la mano, Caldono comenzó a creer en las segundas oportunidades.

En ese proceso llegó la Comisión de la Verdad y propició encuentros privados entre los pobladores y los excombatientes de las FARC que les habían ocasionado tanto daño. En marzo de 2021, el padre Francisco de Roux encabezó el encuentro por la verdad en el parque del pueblo, que había sido atacado por la exguerrilla. Allí los excomandantes pidieron perdón y los caldoneños pudieron preguntar una y otra vez por qué se habían ensañado con su pueblo. “La guerra y los violentos les quitaron todo, excepto el coraje. Muchas gracias por estar acá. Gracias por resistir. Gracias a los que siempre se quedaron a pesar de todo. Gracias a los que regresaron a su territorio. Gracias por defender sus raíces y quedarse cuando cualquier otro hubiera preferido abandonar para jamás regresar”, les dijo el padre De Roux.

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“El padre Javier trabaja para los niños. Las madres acuden a él cuando temen por el destino de sus chicos. Cuando hay reclutamientos él intercede. Cuando los quieren llevar de raspachines de coca ha mediado para que eso no pase. Combate la violencia con serenidad y respeto. No deshumaniza y frente a la diferencia con los violentos tolera y escucha”, dijo Alberto Silva, profesor del colegio Madre Laura.

Ese trabajo por su pueblo lo puso en la mira de los violentos a él, a su iglesia y a quienes lo acompañan. Ahora, tras el atentado, la fe de los caldoneños está puesta en que Fredy y Deiver se salven y que el trabajo del padre Javier siga por muchos años más.

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