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El proyecto de renaturalización en colegios y parques públicos de Bosa, Bogotá, representa una respuesta organizada frente a la necesidad de adaptación climática y protección ambiental en una de las zonas urbanas más grandes y densas de la capital. En la reciente intervención, impulsada por el Jardín Botánico José Celestino Mutis, se plantaron 156 árboles y arbustos nativos del bosque altoandino en la Ciudadela Educativa de Bosa. Esta siembra marca la primera etapa de un programa más extenso que busca restaurar ecosistemas urbanos mediante la colaboración entre distintas instituciones y el compromiso de la comunidad educativa.
De acuerdo con Juan David Joya, Ingeniero Forestal y coordinador de la estrategia, la iniciativa va mucho más allá de plantar vegetación; se trata de un proceso técnico y social. Estudiantes de cuatro colegios priorizados—la Ciudadela Educativa, Alfonso Reyes Echandía, El Porvenir y Bicentenario de la Independencia—participan de actividades pedagógicas orientadas al cuidado del entorno. Así, los jóvenes se convierten en “guardianes” ambientales, responsables de cuidar y vigilar las nuevas áreas verdes según lo expuesto en la fuente original.
Esta acción responde a la tendencia internacional promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que impulsa el concepto de “escuelas para la adaptación climática”. Tal enfoque fomenta desde la educación un conocimiento práctico y teórico del cambio climático y sus soluciones. Investigaciones divulgadas por el Banco Mundial en 2022 remarcan que la integración activa del estudiantado en estos procesos no solo mejora el aprendizaje académico, sino que refuerza el sentido de responsabilidad colectiva en comunidades expuestas a los efectos medioambientales adversos.
Simultáneamente, el plan contempla la recuperación del parque estructurante El Porvenir, donde se prevé la plantación de más de 370 árboles y arbustos. La reforestación de este espacio público servirá para contrarrestar el fenómeno de “islas de calor” urbanas y elevar la biodiversidad local. Según la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá, áreas verdes bien gestionadas pueden disminuir hasta en 5 °C la temperatura local y mejorar la captación de contaminantes, aumentando la resiliencia urbana frente a cambios climáticos.




El modelo participativo presentado en Bosa destaca por impulsar a los estudiantes como protagonistas del proceso de restauración ecológica. Experiencias similares en otras ciudades, como el programa “Ecoescuelas” de Medellín, han demostrado éxito al conectar la labor educativa con la regeneración de cuencas y el fortalecimiento del tejido social. Este enfoque favorece la continuidad de las labores de conservación, incluso después de terminada la intervención institucional, expandiendo su impacto más allá de los límites escolares.
Este esfuerzo encaja en el marco de los compromisos climáticos del Acuerdo de París, que fijan metas para reducción de gases contaminantes y aumento de vegetación en entornos urbanos. La participación activa de la Subdirección Técnica Operativa, junto con docentes y estudiantes, constituye un modelo sostenible y replicable, donde la educación ambiental resulta clave para alcanzar la permanencia de estos logros a largo plazo.
Finalmente, la renaturalización de colegios y parques en Bogotá trasciende el objetivo ecológico inicial, aportando a la mejora de la calidad de vida, la justicia ambiental y la construcción de una ciudadanía consciente de su entorno. Es un ejemplo claro de cómo la acción pública, basada en la ciencia y la educación, puede dar lugar a ciudades más verdes y resilientes, preparadas para afrontar los desafíos del cambio climático.
¿Cuáles son los principales beneficios de involucrar a estudiantes en la renaturalización urbana?
Involucrar a estudiantes en proyectos de renaturalización no solo tiene un impacto ecológico directo, sino que también fortalece la identidad ambiental y el sentido de pertenencia en los jóvenes. Según estudios citados por el Banco Mundial, la participación educativa activa mejora los resultados académicos y profundiza la comprensión de los desafíos ambientales, creando ciudadanos más informados y responsables.
Además, estos estudiantes funcionan como multiplicadores de buenas prácticas dentro y fuera del ámbito escolar, lo que amplía el efecto positivo en las comunidades. Así, el proceso promueve una vigilancia y cuidado continuo de los espacios naturales, asegurando la sostenibilidad de los proyectos a largo plazo.
¿Qué es una “isla de calor” urbana y cómo la renaturalización ayuda a mitigarlas?
Una “isla de calor” urbana se produce cuando zonas densamente edificadas mantienen temperaturas superiores a las áreas circundantes debido a la concentración de concreto, asfalto y escasez de vegetación. Esta acumulación de calor tiene efectos negativos en la salud y la calidad de vida de quienes habitan las ciudades.
La renaturalización urbana, como la plantación de árboles y arbustos en colegios y parques, permite reducir la temperatura del aire y atrapar contaminantes, mejorando la calidad ambiental. La Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá documenta reducciones significativas de la temperatura local en zonas intervenidas, evidenciando la importancia de este tipo de iniciativas para mitigar las islas de calor.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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