La denominación “Quimbaya” no es fortuita. Según relata Gonzalo Alberto Valencia Barrera, economista e historiador de la Academia de Historia del Quindío en diálogo con La Crónica del Quindío, el nombre rinde homenaje a una etnia indígena reconocida en épocas prehispánicas por su destreza en la orfebrería, cuyos objetos ceremoniales –como el poporo– hoy son símbolos de sofisticación artesanal y riqueza patrimonial. Sin embargo, la extinción del pueblo Quimbaya hacia el siglo XVIII, producto de la violencia colonial, epidemias y desplazamientos, supuso una ruptura contundente en la continuidad demográfica y cultural de la región. Según registros académicos y oficiales, no fue sino hasta décadas más tarde, ya en los procesos de colonización y desarrollo cafetero, que la zona experimentó un nuevo impulso poblacional y productivo.
El municipio experimentó un giro significativo en 1929 con la llegada del tren, evento que, de acuerdo con Valencia, transformó la dinámica local al conectar Quimbaya con polos agrícolas y comerciales como Cartago y Manizales. El ferrocarril facilitó la circulación de personas y mercancías, dinamizando la economía e integrando a Quimbaya en una red regional de intercambio vital para su época. De igual importancia histórica fue Puerto Alejandría, enclave esencial sobre el río La Vieja, fundamental para el transporte fluvial de productos ganaderos y agrícolas hacia mercados mayores, convirtiendo a Quimbaya en un nodo neurálgico en el entramado económico regional.
En términos económicos, Quimbaya inicialmente basó su sustento en la ganadería, apalancada por el clima favorable y la cercanía estratégica a rutas comerciales. La llegada de la bonanza cafetera durante la década de 1970 consolidó al municipio entre los grandes productores nacionales, bajo el auspicio del Pacto Mundial del Café, una organización internacional encargada de regular la producción y los precios del grano. No obstante, el fin de dicho acuerdo internacional trajo consigo una disminución en la rentabilidad del café, obligando a la localidad a buscar alternativas económicas como el turismo rural y la creación de parques temáticos –Panaca y el Parque Los Arrieros destacan entre ellos. Aunque estos nuevos sectores han dinamizado la economía y atraído visitantes, expertos citados por El País de Colombia advierten que la diversificación aún no alcanza la estabilidad de la época dorada cafetera.
Quimbaya ostenta además una profunda riqueza cultural, expresada en festejos identitarios como el Festival de Velas y Faroles, celebrado cada 7 y 8 de diciembre desde los años 80. Este evento, que surgió en el barrio Sierra Ochoa como devoción a la Virgen María, ha evolucionado en un poderoso referente turístico e identitario que transforma las calles con luces, guadua y un espíritu colectivo. Más allá de su raíz religiosa, la festividad es vista hoy como motor de cohesión ciudadana y dinamización económica que pone en valor tradiciones locales ante visitantes nacionales e internacionales.




Otro tema central es la controversia por el Tesoro Quimbaya, conjunto de piezas precolombinas entregadas a la Corona Española en 1892 y actualmente alojadas en el Museo de América en Madrid. Para las autoridades locales e historiadores como Valencia, la recuperación de estas piezas constituye un reclamo legítimo de patrimonio cultural inalienable. Este debate, avalado por argumentos legales, históricos y simbólicos, forma parte de una tendencia internacional por la restitución de bienes culturales, evidenciada en informes de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) y entidades especializadas en museología.
En síntesis, la historia de Quimbaya, tejida a través de capas sucesivas de herencia indígena, colonización, auge y crisis económica, así como tradiciones comunitarias vigentes, revela un municipio resiliente y hospitalario. Tal como señalan académicos de la Universidad del Quindío, su identidad integra el legado prehispánico, el empuje de la colonización y las oportunidades de la modernidad, consolidando a Quimbaya como referente cultural, económico y social en el Eje Cafetero.
Preguntas frecuentes relacionadas
¿Cuáles son los argumentos y desafíos principales para la repatriación del Tesoro Quimbaya?
La devolución del Tesoro Quimbaya es uno de los temas más mediáticos y complejos en el ámbito de la protección del patrimonio cultural colombiano. Actualmente, estas valiosas piezas de orfebrería precolombina se encuentran en el Museo de América de Madrid, tras ser enviadas a España en 1892 como regalo diplomático a la reina María Cristina. Los expertos y autoridades nacionales han emprendido diversas acciones legales e institucionales para lograr su repatriación, invocando principios internacionales sobre la inalienabilidad y protección de bienes culturales y la importancia de que estos permanezcan en su contexto original, dada su relevancia simbólica para la identidad y la memoria histórica local.
El debate involucra cuestiones jurídicas complejas, pues también se consideran las circunstancias en las que se realizó la transferencia y la legitimidad de los procedimientos de restitución a nivel internacional. La discusión se inscribe, además, en un diálogo mucho más amplio sobre la restitución de patrimonio expoliado o extraído de América Latina, problematizando el papel de los grandes museos europeos y las responsabilidades históricas asociadas. Según informes de la UNESCO y otros estudios sobre derecho cultural, cada caso representa desafíos diplomáticos, técnicos y emocionales que aún están lejos de resolverse de manera universal.
¿Qué retos enfrenta Quimbaya para consolidar su turismo rural y cultural como fuente económica sostenible?
Ante la caída de la rentabilidad cafetera, el municipio de Quimbaya ha apostado por el turismo rural, recreativo y cultural para diversificar su economía. La creación de parques temáticos y la promoción de festividades tradicionales han incrementado el flujo de visitantes y la visibilidad nacional e internacional del municipio, abriendo oportunidades en hotelería, gastronomía y prestación de servicios turísticos ligados al patrimonio natural y cultural.
A pesar de estos logros, diversos estudios y expertos en desarrollo rural advierten que el sector enfrenta retos cruciales: mejorar la infraestructura y la conectividad, garantizar la sostenibilidad ambiental, profesionalizar la oferta turística, y lograr que los beneficios alcancen a toda la población local y no solo a grandes inversionistas. Además, los ciclos estacionales y las crisis externas pueden impactar fuertemente la estabilidad del sector, generando la necesidad de políticas públicas que aseguren la resiliencia y la diversificación genuina de la economía local, como lo señala la experiencia reciente analizada por medios como El País de Colombia.
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