Con cánticos fúnebres y de alabanza propios de esta región del pacífico, conocidos como “alabaos”, una multitud esperó la llegada de los pequeños ataúdes de madera, de color marrón para los adultos y blancos para los niños que perdieron la vida el 2 de mayo de 2002 en un combate entre paramilitares y guerrilleros de las Farc por el control de Bojayá.

Ese día, un cilindro bomba lanzado por las Farc cayó en la iglesia de San Pablo Apóstol donde más de 400 habitantes de Bojayá habían buscado refugio y la fuerza de la explosión dejó un número indeterminado de muertos pues las cifras varían entre los 74 contabilizados oficialmente en ese entonces y 119 según otras fuentes.

El Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá, con el apoyo de la Oficina en Colombia de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, logró en los últimos años que los fallecidos, muchos de los cuales fueron enterrados en fosas comunes, fueran exhumados para ser identificados y regresaran a Bojayá para recibir la sepultura definitiva.

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Los féretros fueron trasladados en dos helicópteros blancos de la Misión de Verificación de la ONU desde Medellín hasta la localidad de Vigía del Fuerte, en el departamento de Antioquia. De allí, fueron embarcados en canoas en las que iniciaron un recorrido por el río Atrato hasta Bellavista antigua, donde fue instalada la administración local de Bojayá tras la matanza, y en todo el trayecto estuvieron acompañados por el pueblo entero como una sola familia con globos y flores blancas.

Bojayá recibe restos de víctimas de masacre de 2002
Bojayá recibe restos de víctimas de masacre de 2002 / EFE

Al llegar al embarcadero fluvial en Bojayá las urnas con los restos fueron entregados a familiares que los cargaron en brazos y siguieron en un cortejo fúnebre hacia el perímetro urbano del pueblo en compañía de mujeres que entonaban “alabaos”.

En la iglesia donde ocurrió la matanza, los homenajes continuaron a lo largo de este lunes y por la noche se celebró una misa, seguida de un ritual fúnebre propio de las comunidades del Pacífico, con rezos y “alabaos”.

Estas ceremonias se repetirán a diario hasta el 15 de noviembre, periodo durante el cual los familiares recibirán en privado explicaciones científicas de la Fiscalía sobre el proceso de identificación y lo que se está haciendo para hallar a los desaparecidos.