Un lote de tres metros de frente por nueve de profundidad puede costar un millón de pesos. El agua llega por una manguera, de un nacimiento a 500 metros de la invasión.

La luz viene de un par de cables que han colgado del alumbrado público, y lo único que falta es el gas natural, pero, dicen, no demoran en inventarse alguna conexión.

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La invasión está en el Polígono 69, espacio en Usaquén que desde 2004 lo declararon de alto riesgo, pero pese a las alertas de los últimos años, no ha podido ser desalojado. Parece que el poder de los tierreros es mayor que el de las autoridades.

La organización que promueve la expansión ilegal ha empezado a operar por las mismas rutas delictivas que dominó la mítica familia de Los Pascuales, lo que en el mundo del hampa significa la guerra.

Cuentan en el barrio que, con la salida de prisión de uno de los antiguos capos, existiría la intención de recuperar “lo que les perteneció” y para “limpiar el sector”, se enfrentarían a sangre y fuego a la nueva estructura que, además de vender terrenos ilegales, estaría extorsionando a la comunidad.

Al parecer, la guerra ya empezó, con una balacera hace algunas semanas, en el corazón de la invasión, en donde, además quemaron varias viviendas y 15 personas se quedaron sin hogar.

Al día siguiente, en los escombros, la Policía halló armas, incluida una subametralladora. “Esto se va a poner peor”. Uno de ellos (‘Los Pascuales’) salió de la cárcel y quiere sacar a esa gente, dice la comunidad.

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La ausencia de autoridad y justicia, que no es cosa de ahora, queda en evidencia cuando se les pregunta a los vecinos sobre la seguridad. Paradójicamente, dicen que todo “era mejor cuando mandaban Los ‘Pascuales’, porque cuidaban el barrio y protegían a la gente, mientras que la nueva banda ha estado acechando a los jóvenes, delinquiendo en el barrio y sembrando temor”. “Ni hablar de la Policía”, agregan, “porque con ellos ningún habitante de la zona se siente seguro, estamos a la deriva y desprotegidos”.

Policía de Bogotá, Fiscalía y Distrito se han pronunciado sobre la situación que se vive en la UPZ San Cristóbal, en donde queda la invasión, y otros siete barrios. Todos insisten en operativos, hacer presencia e intentar regular lo que ocurre allí, pero como la labor no es constante y se acaba al caer la noche, los delincuentes estarían buscando la forma de operar aprovechando esos vacíos que hay.

Entre tierreros y delincuentes

En 2019, la mariposa más grande del mundo se posó sobre una parte de las montañas de Usaquén. Cuando el insecto abrió sus alas, cobijó a 2.800 casas, de siete barrios y quedó rodeado por un abundante bosque. Un año más tarde, a un costado del ala izquierda, invasores empezaron a acabar con la vegetación, para levantar casas de madera y latas.

A principio de este año, según la Secretaría de Hábitat, había 121 ocupaciones ilegales. Un semestre después la cantidad pudo haber aumentado 50 %, pero de eso no hay certeza, pues a la persona encargada del monitoreo la amenazaron de muerte y no volvió.

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El sector se llama Polígono 69, como lo clasificó el Distrito en 2004, para tener control de este punto debido a la “alta dinámica de ocupación y condiciones especiales”. Desde el 2020, tras varias denuncias, se acordó que se realizarían dos visitas mensuales de inspección visual, que consistían en identificar aspectos como movimiento de masa o expansión de la zona residencial.

Producto de ese trabajo, en los últimos dos años la Secretaría de Hábitat envió a la Alcaldía Local de Usaquén 143 notificaciones (54 en 2020 y 89 en 2021), de las cuales 64 correspondían al Polígono 69, y el resto al Polígono 69A, que está metros más arriba y con igual probabilidad de riesgo de invasión y deslizamiento.

A pesar de las alertas, ese terreno, que tiene 2,62 hectáreas y presenta nivel medio-alto de deslizamientos, hoy está invadido. Una organización pretende adueñarse del lugar. Muestra del poder criminal de algunos de los ocupantes es que, a mediados del 2021, debido a las insistentes alertas, el Distrito programó un desalojo. En la jornada hubo disturbios e impidieron el paso de las autoridades. El operativo fracasó.

La invasión de la zona creció a pasos agigantados en meses. A finales del año pasado, debido al “descapote del terreno y nuevas ocupaciones, en inmediaciones (y) por fuera de los límites del Polígono 69”, se tuvo que realizar una nueva delimitación.

La Secretaría de Hábitat, en un documento emitido en enero pasado, señaló que la labor se vio obstaculizada, pues cuando la Alcaldía de Usaquén programó una jornada para identificar nuevas ocupaciones, amenazaron al encargado. Hoy la expansión solo se puede medir por dron, porque la vida de los profesionales está en riesgo.

En el sector cuentan que quienes llegaron a “lotear” el terreno perdieron el control a los pocos meses, por lo que ahora los primeros compradores son los que manejan el negocio y estarían cobrándoles a sus vecinos los servicios públicos, a pesar de ser de contrabando. El aumento de pobladores ilegales se ha sumado a prácticas delictivas, que amenazan a los vecinos de barrios aledaños: La Perla, Villa Nidia, Cerro Norte y Santa Cecilia (en el ala izquierda de la mariposa y legalmente establecidos).

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“No vengan con avisos llamativos del medio de comunicación, tenemos mucho miedo, pero queremos hablar”, fue la advertencia de la comunidad cuando fueron contactados por El Espectador.

Para llegar a esos cuatro barrios, que cobija el ala izquierda de la mariposa pintada hace tres años, hay un solo camino. A ese sitio solo van quienes viven por allí, por eso cuando un carro desconocido transita las empinadas calles, todos están alerta. Algunos temen que sean desconocidos que pretendan afectar el barrio, mientras que otros creen que es la justicia que viene a buscarlos por sus acciones.

“El Polígono 69 era una cantera hace más de 40 años. Ese sector está en alto riesgo según el Idiger. Tuvimos una reunión con ellos y ya tienen conocimiento de la venta de lotes. El sitio está agrietado y puede caerse por filtraciones de los nacimientos de agua”, cuenta la comunidad. Pese a que los responsables de invadir están identificados, los vecinos insisten en que no los denuncian por temor, pues saben que terminarían siendo objetivo de esa organización y, además, podrían quedar en medio del fuego cruzado de esa guerra de la que tanto hablan. Actualmente la Fiscalía trabaja en dos procesos penales por delitos de urbanización ilegal, estafa, concierto para delinquir, entre otros.

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Si bien pareciera que las autoridades están al tanto de la situación, dicen los afectados, cada día de espera es uno que ganan los delincuentes, pues así como expanden el barrio ilegal, también tienen más integrantes en sus filas. Mientras tanto, al parecer, al otro costado del barrio, se estaría preparando la antigua familia que dominó ese cerro, para retornar al negocio ilícito. El miedo crece.