El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
Este miércoles en La Dorada (Caldas) se llevó a cabo una misa en memoria de Juan Diego. “Justicia” es el eco que resuena entre los llamados de la familia de este joven, pues a un año de su muerte, el proceso judicial que se adelanta en Bogotá no presenta mayores avances, que esclarezcan lo que ocurrió ese 24 de julio, en la escuela de cadetes General Santander.
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La madre Doris Barbosa rememora que el día de su muerte, a la 1:27 de la tarde, una señora de la escuela le marcó y le comentó que su hijo estaba en una zona de descanso y que le había quitado el arma a un compañero y se había intentado suicidar. “Me dijo que el niño ya había llegado sin signos vitales”. En ese momento comenzaron la multiplicidad de versiones y detalles del procedimiento que nunca le cuadró a la familia de Juan Diego.
Siempre sostuvieron que no se quitó la vida, como inicialmente les dijeron. “Me dijeron que él había forcejeado con ese compañero. Pero no podemos creer que él mismo haya tomado esa arma y se haya disparado en el pecho. El día anterior lo vi muy bien psicológicamente”. Además, se pregunta la madre, “¿cómo llegó un arma a la zona de descanso donde pasó esto? ¿Dónde queda el protocolo?”, pregunta Doris, quien, durante más de un año, carga más preguntas que respuestas.
Qué dice el informe sobre la muerte de policía en la General Santander
Informes que conoció El Espectador corroboran que la investigación busca sustentar que fue un homicidio. Y es que el día del reporte del caso las autoridades describieron que el muchacho fue hallado herido, 12 minutos después de que sonara el disparo que segó su vida. La primera inspección confirmó que la boquilla del arma estaba rozando la ropa del joven cadete, es decir, el disparo ocurrió a quema ropa.
Pero las inspecciones no quedaron ahí. Cuando un arma de fuego se dispara, se producen residuos que pueden ser desde granos de pólvora con o sin combustión, pero también se estudia el humo y hollín, elementos que terminan sobre las prendas o en la piel de la víctima. Los resultados posteriores descartaron que el fallecimiento de Juan Diego haya sido voluntaria y el hecho quedó categorizado como, “muerte violenta por establecer”.
Estos residuos son cruciales para hallar la verdad de lo que sucedió. Pero el hermetismo con el que fue tratado el caso desde el inicio, el tratamiento que dice la familia, se le dio al cuerpo y la disposición de las autoridades, levantaron más que sospechas. El temor es que, al final, nadie responda por la muerte del muchacho. A todo esto, se le suma el hecho de que, al parecer, en la pistola 9 mm que disparó la bala que le quitó la vida, no se encontraron huellas dactilares.




Sin huellas en el arma, los residuos y demás elementos fueron analizados al detalle. Un avance importante que demuestra el informe es que, como lo creyó la familia desde el principio, sí hubo una persona involucrada. Haciendo uso de la técnica conocida como la microscopía, la cual se define como un conjunto de técnicas que hace visible las partículas que no son visibles al ojo humano, se logró identificar partículas en la ropa de un involucrado. No obstante, la técnica no esclarece las circunstancias en las que dicha persona fue salpicada con las partículas.
“Para mí, todos son sospechosos. No sabemos quién fue culpable o cómo ocurrieron las cosas. El cuerpo fue trasladado y los objetos de mi hijo, como la cédula y ropa, me la dieron hasta una semana después”, dice la progenitora. “Se supone que uno entrega a un hijo para que lo formen, para verlos crecer profesionalmente, y en este caso, servirle a la patria, no para que te lo devuelvan en una caja. Yo solamente pido justicia. A mí no me interesan los datos de algún responsable ni nada de eso, solo quiero justicia y que me digan la verdad para aplacar, solo un poco, este enorme vacío”, concluyó la madre.
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