
En un fenómeno que ha encendido las alarmas sobre el impacto de las modas consumistas en la infancia, algunos colegios privados de la capital estarían viviendo una situación insólita: niños y niñas serían marginados por sus compañeros si no portan un termo de la marca Stanley.
(Vea también: Famoso colegio de Bogotá, envuelto en escándalo por supuestas armas, drogas y acoso; hubo plantón)
La controversial situación la contó una mujer a través de TikTok y puso el dedo en la llaga de un problema mayor: el bullying emocional impulsado por tendencias virales que convierten objetos cotidianos en símbolos de estatus.
Paula Castillo Lenis, la mujer que compartió su indignación en una publicación que rápidamente abrió un debate entre padres y educadores, relató lo siguiente:




“Ahora resulta que muchos niños y niñas en Bogotá, de algunos colegios privados, están siendo rechazados porque no tienen el termo Stanley”, dijo inicialmente Castillo Lenis, quien se desempeña como ‘coach’.
@paulacastillolenis Ahora resulta que si no tienes el #Stanley ♬ sonido original – Paula Castillo Lenis
Su testimonio no se quedó en la superficie: profundizó en el mecanismo social detrás de esta exclusión. “Si usted no tiene ese termo, entonces no hace parte del grupo selecto de personas que sí lo tienen. Y si tú no lo tienes, entonces no puedes hacer parte de este grupo”, agregó en su publicación.
La situación, según Castillo Lenis, no es un caso aislado. “Eso está pasando en muchos colegios de Bogotá… Estos termos, que tienen unos precios bastante elevados, que se volvieron una moda, una tendencia, están sacándole muchas canas a muchas mamás y papás […]. ¿Qué va a necesitar un niño un termo ‘stanley’ o de una marca cualquiera si un termo básico cumple la misma función?”, cuestionó con énfasis.
Esta presión no solo provoca estrés financiero en las familias, sino que revela una dinámica perversa donde algunos padres, en un intento por complacer a sus hijos, alimentan el ciclo.
“Me parece increíble que se estén presentando estas cosas en el mundo, con cosas materiales que no sirven para absolutamente nada, y que algunos papás están entrando en esa dinámica de ese juego absurdo de querer darles gustos sus hijos de comprarles este tipo de elementos para que lleven al colegio y puedan hacer parte del grupo que sí los tiene”, lamentó la mujer.
El impacto en los niños es, sin duda, el aspecto más alarmante. Castillo Lenis no dudó en calificar estas exclusiones como formas de acoso.
“Si existen este tipo de tendencias, también en los colegios deberían estar revisando qué es lo que está pasando y no permitir que esas cosas sucedan porque los niños son afectados porque están siendo acosados e inclusive maltratados emocionalmente por sus mismos compañeros al no tener esos elementos para pertenecer a X grupo”, concluyó en su publicación.
La fiebre por los termos Stanley en Colombia
Pero, ¿qué hace que un termo, un objeto tan prosaico, se convierta en el epicentro de esta controversia? Los Stanley, fabricados por la centenaria marca estadounidense fundada en 1913 por William Stanley Jr., irrumpieron en el mercado colombiano como un fenómeno viral impulsado por las redes sociales.
Su fama se debe principalmente a su resistencia extrema: hechos de acero inoxidable de doble pared con aislamiento al vacío, mantienen bebidas calientes por hasta 24 horas o frías por 48, resistiendo caídas desde alturas considerables e incluso, según anécdotas virales, sobreviviendo a incendios.
En Colombia, el ‘boom’ se aceleró en 2023, cuando se convirtieron en el producto de hidratación más vendido, gracias a campañas en TikTok e Instagram que los posicionaron no como utilitarios, sino como accesorios de moda.
El precio es otro factor que aviva el fuego: en el mercado colombiano, un termo Stanley oscila entre 180.000 y más de 400.000 pesos, dependiendo del color y la capacidad, según su página web.
Estos valores, elevados para un accesorio escolar, contrastan con termos genéricos que cuestan menos de 50.000 pesos y cumplen idéntica labor, lo que resalta la dimensión aspiracional del producto.
El caso relatado por Paula Castillo Lenis abre un debate más amplio sobre la presión social y el consumismo desde edades tempranas. En un contexto en el que las redes sociales amplifican modas y crean “necesidades” instantáneas, muchos padres sienten que deben responder a las demandas de sus hijos para evitar que sean excluidos.
Sin embargo, la denuncia también resalta la responsabilidad de los colegios en promover valores de respeto, inclusión y empatía, independientemente de las diferencias socioeconómicas o de consumo.
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