Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 12, 2025 - 1:30 pm
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La madrugada del 11 de octubre de 2025 Caloto, en el norte del Cauca, fue testigo de un acto de violencia sin precedentes: un artefacto explosivo transportado por dron fue arrojado contra el hospital Niña María, impactando directamente en una de las instituciones médicas más importantes de la región. Este atentado formó parte de una serie de ataques simultáneos dirigidos tanto a la policía como a la población civil, reflejando una alarmante escalada en los métodos y la intensidad del conflicto armado que azota el sur de Colombia, según se documenta en los reportes originales.

El ataque ocurrió alrededor de las 4:00 a.m., produciendo severos daños estructurales en el hospital, como la ruptura de ventanales y afectaciones en la infraestructura general, lo que obligó al personal médico y a los pacientes a refugiarse de inmediato para preservar la vida. La situación se agravó con la detonación de un segundo explosivo de fabricación artesanal cerca de una vivienda ubicada junto a las instalaciones policiales, evocando el alto nivel de inseguridad que se vive en esta zona. La ausencia de víctimas fatales no reduce la gravedad del ataque: el miedo y la ansiedad persistentes entre la comunidad médica y la población general han modificado la cotidianidad de quienes dependen de estos servicios esenciales.

La condena al atentado fue inmediata y global. Scott Campbell, representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, señaló que la acción constituye una violación flagrante al Derecho Internacional Humanitario (DIH), norma que resguarda la labor de la Misión Médica y a la ciudadanía frente a la violencia indiscriminada. Campbell recordó otros recientes ataques en el Cauca y Valle del Cauca, como el asesinato de un paciente en una ambulancia y la explosión de un carro bomba, resaltando que estos sucesos en conjunto demuestran que no se trata de incidentes aislados.

La protección de la Misión Médica se establece como uno de los fundamentos del DIH. Informes de organizaciones como Human Rights Watch demuestran que los ataques dirigidos contra hospitales y ambulancias buscan restringir el acceso a la atención en salud, sembrar miedo y desorganizar a las comunidades que habitan áreas bajo enfrentamientos armados. En el Cauca, tras la desmovilización de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la disputa territorial entre nuevos actores ha intensificado estos ataques, según el Instituto Kroc para Estudios Internacionales sobre la Paz.

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Desde el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia se insiste en la necesidad de fortalecer la protección del personal e infraestructura médica, pues agresiones de este calibre vulneran principios esenciales como neutralidad, humanidad e independencia. Documentos del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) destacan que el daño a la infraestructura hospitalaria repercute de manera estructural en el tejido social, frenando los procesos de reconstrucción y bienestar en comunidades ya marcadas por años de conflicto.

El impacto no es solo material: entrevistas y reportajes de medios como El Espectador transmiten el profundo temor entre el personal sanitario y los pacientes, quienes enfrentan no solo riesgos físicos, sino también un persistente daño psicológico difícil de cuantificar. El empleo de drones como herramienta para ataques explosivos evidencia además un avance tecnológico en la sofisticación de estas agresiones. De acuerdo con la ONG Control Arms y el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP), el uso de tecnologías no convencionales supone un desafío adicional para la seguridad estatal y para la vida cotidiana en comunidades vulnerables.

En conclusión, el atentado al hospital Niña María obliga a reforzar las estrategias institucionales que protejan la labor médica y a redoblar los esfuerzos en defensa de los derechos humanos. La persistencia de la violencia en el Cauca exige un abordaje que combine la investigación periodística, la asistencia humanitaria y la seguridad, a fin de comprender y enfrentar los retos de un conflicto armado en transformación constante.

¿Por qué la Misión Médica recibe protección especial en el Derecho Internacional Humanitario? El Derecho Internacional Humanitario, comúnmente conocido por sus siglas DIH, reconoce que la Misión Médica —es decir, el conjunto de servicios, instalaciones, personal y transportes dedicados a la atención sanitaria— cumple un rol esencial durante conflictos armados. La protección especial radica en la necesidad de asegurar que todas las personas, sin distinción, puedan acceder a atención médica incluso en medio de hostilidades. Esta protección busca prevenir que los servicios médicos sean atacados, obstruidos o instrumentalizados por actores armados, ya que cualquier daño repercute directamente en la supervivencia de la población civil y dificulta la recuperación social tras el conflicto.

Las normas del DIH son particularmente claras: atacar hospitales, personal de salud o equipamientos médicos constituye una violación grave e injustificable, en tanto debilita uno de los pilares más fundamentales de cualquier sociedad. Instituciones internacionales como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) monitorean estos ataques y promueven campañas para su prevención, alertando sobre las consecuencias devastadoras que tienen estas acciones en el bienestar colectivo y en las posibilidades mismas de restauración humanitaria.

¿Qué implica técnicamente el uso de drones en ataques armados en zonas de conflicto? El empleo de drones en actos violentos, como el acaecido en Caloto, representa la incorporación de tecnología avanzada al campo de batalla. Los drones, aeronaves no tripuladas capaces de transportar y liberar cargas explosivas a distancia, permiten a los perpetradores atacar objetivos de alto valor simbólico y estratégico —como hospitales— sin exponerse físicamente, dificultando la prevención y la respuesta por parte de las autoridades.

Este cambio tecnológico amplía la capacidad de daño y obliga a repensar tanto las medidas de defensa como los protocolos de protección civil. Organizaciones y centros de estudio, como la ONG Control Arms y el IEEPP, advierten que el acceso a estas tecnologías convierte el conflicto armado en un fenómeno aún más imprevisible, incrementando el riesgo para quienes viven y trabajan en regiones tradicionalmente afectadas por la guerra.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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