
A lo largo de la historia, las civilizaciones han mirado hacia los astros con preguntas sobre el final de nuestra existencia y del planeta que habitamos. En este sentido, estudios recientes realizados por la Nasa y el Observatorio Europeo Austral han proporcionado datos concretos sobre el ciclo de vida del Sol y su impacto directo en el futuro de la Tierra.
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Con una antigüedad aproximada de 4.600 millones de años, el sol se encuentra en la mitad de su vida. Según las proyecciones actuales, continuará brillando con estabilidad por aproximadamente 5.000 millones de años más. Sin embargo, es después de este período cuando las cosas comenzarán a cambiar drásticamente para nuestro sistema solar.
Llegará un punto crítico en el que el sol agotará el hidrógeno en su núcleo, lo que provocará una expansión masiva de su capa exterior, transformándolo en una gigante roja. Esta fase no solo aumentará el tamaño y la temperatura superficial del sol, sino que también marcará el inicio del fin para los planetas más cercanos, incluido el nuestro.
¿Por qué el Sol destruirá la Tierra?
Según detalla el portal Eso Supernova, este nuevo estado del sol engullirá a Mercurio y Venus, y posiblemente también alcance la órbita de la Tierra.
“En menos de mil millones de años, esperamos que los océanos terrestres comiencen a hervir”, afirma un informe de la NASA. Esto se debe a un incremento en la radiación solar, regresando a la Tierra un planeta inhóspito mucho antes de ser potencialmente absorbida por el Sol.
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Una vez el sol se convertirá en gigante rojo y tras una fase de expansión, se deshará de sus capas exteriores, formando lo que conocemos como una nebulosa planetaria. El remanente será una enana blanca, densa y del tamaño de la tierra, pero sin la capacidad de emitir suficiente calor o sostener la vida.
La eventual reducción de calor y luz afectará a todo el sistema solar. Aunque los planetas más distantes como Júpiter y Saturno no serán devorados, sufrirán cambios en sus órbitas y condiciones ambientales debido a la alterada masa solar y la disminución del viento solar, lo cual también influirá en las condiciones de sus lunas. Es posible que las lunas con océanos subsuperficiales, como Europa y Encélado, se conviertan en objetos de interés científico y potencialmente habitables, aunque solo de manera teórica, dado que las condiciones extremas y la radiación plantean grandes desafíos.
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En resumen, mientras que la vida en la tierra es posible gracias a nuestro sol, también es este quien dicta el término de su habitabilidad y existencia. La ciencia detrás de estos procesos es compleja y fascinante, enfatizando lo efímero de nuestra permanencia en este rincón del universo. Las investigaciones de la Nasa y el Observatorio Europeo Austral ayudan a esclarecer estos fenómenos, brindando una perspectiva más amplia sobre nuestro destino cósmico.
Ahora, eso solo teniendo en cuenta las condiciones del sol, pero hay otros factores que pueden influir en la calidad de vida, por ejemplo, el agotamiento extremadamente rápido que está teniendo el agua en la tierra y con la que la raza humana no podría sobrevivir.
Por ahora, la tierra tendrá un tiempo considerable, pero lo que no se sabe son las condiciones con las que la humanidad tendrá que convivir.
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