
El cardenal estadounidense Robert Francis Prevost Martínez, ahora conocido como León XIV, ha sido elegido como el papa número 276 en la historia de la Iglesia Católica, marcando un hecho sin precedentes: es el primer ciudadano estadounidense y el primer miembro de la Orden de San Agustín en asumir el pontificado.
Además, posee la nacionalidad peruana y cuenta con raíces españolas, lo que refuerza su carácter universal y multicultural. Su primera aparición pública como Sumo Pontífice tuvo lugar en el tradicional balcón central de la Basílica de San Pedro, donde fue recibido con entusiasmo por miles de fieles. Con un tono pausado y lleno de serenidad, saludó a los presentes con un mensaje lleno de simbolismo:
“La paz sea con todos vosotros”. Pronunció sus primeras palabras en español, idioma que domina perfectamente, y aprovechó la ocasión para enviar un mensaje lleno de afecto a la comunidad que lo acompañó durante gran parte de su camino pastoral.
“Saludo con cariño a mi querida diócesis de Chiclayo, en Perú, tierra que me acogió durante décadas y donde aprendí a vivir la fe desde los más humildes”, expresó, en referencia a sus casi 40 años de misión en América Latina.
La señal de su elección se dio a conocer a las 18:08 horas con la tradicional fumata blanca, indicando que los cardenales reunidos en cónclave alcanzaron el consenso necesario, con al menos 89 votos a favor.




Poco más de una hora después, León XIV se presentó ante el mundo con un gesto sencillo y palabras cargadas de significado. Durante su alocución, tuvo también palabras de agradecimiento hacia el papa emérito Francisco, a quien recordó como un líder cercano y profundamente comprometido con el pueblo de Dios. “Su testimonio de amor, servicio y fraternidad dejó una huella imborrable. Sigamos su camino, tendiendo puentes y promoviendo el diálogo, gracias Papa Francisco”, afirmó.
En su mensaje inaugural, León XIV instó a todos los fieles a trabajar unidos por la paz y la justicia, sin temor y con esperanza. Subrayó que el amor de Dios es incondicional y alentó a la humanidad a caminar junta, recordando que, pese a los desafíos, «el mal no prevalecerá». Su llamado fue claro: unidad, esperanza y compasión como pilares de su pontificado.
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