Triunfo de Kast en Chile convierte a Sudamérica en un trompo en la uña para la izquierda
El candidato del Partido Republicano derrotó a la aspirante de izquierda Jeannette Jara y su victoria podría dejarle una lección a la derecha en Colombia.
Vista en el mapa, Sudamérica luce como un trompo deforme que, sin embargo, guarda un perfecto equilibrio sobre su herrón, que es Chile. Pero esa aparente estabilidad de la región en su representación geográfica no tiene nada que ver con otras dinámicas que la agitan y la hacen bailar sobre el plano político. Al acabar el año 2025, por ejemplo, la pirinola contrahecha y jorobada, también conocida como cono sur, termina con una clara diferenciación, delineada por el triunfo este domingo de José Antonio Kast en Chile, que parece ladearla hacia la derecha, después de haber estado inclinada por años a la izquierda.
Esas dinámicas han dispuesto una paradoja entre la geografía y la política: en la parte alta y hacia la derecha del subcontinente se situarán al comenzar el año entrante gobiernos de izquierda con Gustavo Petro en Colombia, el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, Luiz Inásio Lula da Silva en Brasil y Yamandú Orsi en Uruguay. En contraste, en la parte baja y hacia la izquierda, gobiernos de derecha con Daniel Noboa en Ecuador, José Jerí en Perú, Rodrigo Paz en Bolivia, José Antonio Kast en Chile, Javier Milei en Argentina y Santiago Peña en Paraguay. Los giros parecen producir una tendencia: la derecha se consolida y puede ascender hasta llegar a la parte alta del trompo.
Seguridad y migración los temas que mueven a Sudamérica
Lo que señala el resultado de las elecciones de este domingo en Chile es que se sigue consolidando una inclinación del cono sur hacia la derecha con un marchitamiento de la influencia del denominado socialismo del siglo XXI que impulsó con relativo éxito Hugo Chávez al comienzo de este siglo. Ese legado en manos de Maduro está en decadencia debido a que lo que en apariencia comenzó como un gobierno de izquierda legítimamente elegido derivó en una dictadura de izquierda con métodos incluso más criminales que los que usaron las dictaduras de derecha en Sudamérica en la segunda mitad del siglo XX.
De hecho, ese viene siendo un factor tomado en cuenta en los análisis que consideran el viraje hacia la derecha como una respuesta de los países sudamericanos que se ven en el espejo de Venezuela. Las sociedades y los electores estarían asociando las promesas de los candidatos de izquierda, la mayoría de corte populista, como un camino pavimentado para llegar a la misma situación de Venezuela, país de donde, por la crisis económica, política y social, han salido unos nueve millones de personas (casi tres millones en Colombia), una de las peores tragedias migratorias del mundo.
Los venezolanos que migran son en sí mismos un mensaje andante que habla de lo que pasa en su patria. Nueve millones de personas no abandonan sus hogares en cuestión de pocos años porque la situación en su país está bien. Ellos, por supuesto, no tienen la culpa, pero han provocado también una carga enorme para los países receptores. Solo en el caso de Chile, Kast también ganó por su propuesta de que los 336.000 migrantes sin papeles que viven en el país austral vuelvan voluntariamente a sus naciones de origen y colaboren con el pago de su pasaje de regreso.
La migración ilegal es una preocupación diaria de los chilenos y fue un tema central en la campaña para llegar al palacio de La Moneda. Kast lo entendió y se comprometió a no hacer regularizaciones masivas e incluso a quitarles los beneficios sociales en salud, vivienda y educación. Quizá una de sus más llamativas promesas fue estudiar cambios en la normativa para que los hijos de esos migrantes irregulares nacidos en Chile, que por ley tienen la ciudadanía chilena, obtengan la nacionalidad de sus padres en vez de la del territorio en donde nacen. Kast también ofreció la militarización de las fronteras para controlar ese flujo. Ahora le queda cumplir con todo lo que anunció.
Desde antes de la elección de Kast, y ante su virtual triunfo, muchos de los migrantes ilegales en Chile habían empezado a salir de ese país por la frontera norte. Pero encontraron que el presidente de Perú, José Jerí, declararía el estado de emergencia en esa frontera “para generar tranquilidad ante el riesgo de ingreso de migrantes sin autorización y que podría amenazar la seguridad ciudadana”. Eso, la inseguridad —no solo la provocada por algunos migrantes ilegales—, es una preocupación que recorre el continente y combatirla es la oferta común de los candidatos de derechas con propuestas radicales (también en muchos casos populistas) que pondrían en riesgo el ejercicio legítimo de derechos.
Debido a eso, Chile se inclinó por el programa de Kast, que incluye ampliar facultades policiales, reducir contrapesos institucionales o endurecer la legislación penal como acciones de “mano dura” contra la delincuencia. Se podría decir que se inspira en el modelo represivo del presidente salvadoreño, Nayib Bukele. Pero, además, en contravía de lo que ofrece la izquierda en todas partes —agrandamiento de Estado y burocracia para asegurar votos que permitan la continuidad de sus proyectos políticos y altos salarios mínimos (en Chile la comunista Jeannette Jara ofrecía uno de 700 euros, más de 3’100.000 pesos colombianos)—, Kast propuso un severo recorte fiscal que permita volver a la meta fiscal.
Gustavo Petro, molesto con elección de Kast en Chile
Con Kast, la derecha vuelve al poder en Chile después de haberlo hecho recientemente en Bolivia y en Perú temporalmente, pues en ese país habrá de nuevo elecciones el 12 de abril del 2026, en las que tendría una incidencia significativa lo que acaba de ocurrir con su vecino del sur. En Perú se puede reforzar la narrativa contra el crimen organizado que se extiende por la región, usada por candidatos también de derecha que le sacan réditos al miedo por la inseguridad. La izquierda puede sentir el ascenso de las tendencias de derecha por el cono sur, como corrientes de aire helado que vienen de la Antártida cabalgando hacia arriba sobre los Andes.
De hecho, así lo percibió el presidente Petro, que, al conocer los resultados de las elecciones en Chile, escribió en X en el ya acartonado, apocalíptico y atemorizador estilo que emplea para impresionar a sus seguidores: “Por el sur y por el norte vienen los vientos de la muerte. […] Vienen por nosotros y debemos resistir con la espada de Bolívar en alto y paso de vencedores”. En otro trino escribiría que el triunfo de Kast es un avance del “fascismo”, que “jamás” le dará la mano a un “nazi” y que le parecía triste que “los pueblos elijan su Pinochet: elegidos o no, son hijos de Hitler y Hitler mata los pueblos. Es el demonio contra la vida y todo latinoamericano sabe resistir”.
El líder de la izquierda democrática en América Latina, el brasileño Lula da Silva, no tuvo reparos, en cambio, para reconocer el triunfo de Kast y valorar que llega al poder mediante un proceso democrático. “Felicitaciones José Antonio Kast por su elección a la Presidencia de Chile y al pueblo chileno por su participación en un proceso electoral democrático, transparente y ordenado”, escribió Lula en X. “Deseo al presidente electo mucho éxito en el desempeño de su futuro mandato. Seguiremos trabajando con el nuevo gobierno chileno para fortalecer las excelentes relaciones bilaterales, los sólidos lazos económicos y comerciales que unen a Brasil y Chile, la integración regional y el mantenimiento de Sudamérica como zona de paz”.
El mismo presidente de Chile, Boric (otro líder de la izquierda democrática continental), llamó a Kast para reconocer su victoria y felicitarlo. Lula y Boric se pronunciaron así pese a que de la mano de Kast es la extrema derecha la que se instalará en La Moneda a regir los destinos del país entre 2026 y 2030, aunque, para gobernar, deberá hacer concesiones a sectores más moderados. En realidad, se puede afirmar que la extrema derecha nunca ha gobernado en Chile desde el regreso a la democracia en 1990, después de la dictadura militar de Augusto Pinochet, una polémica figura que todavía divide a los chilenos y por la cual Kast votaría, si viviera, como aseguró en 2017. “Kast no es fascista, pero sí el último pinochetista”, dijo Alfredo Joignant, politólogo y columnista de El País, de España, citado en un artículo de ese mismo diario.
Cada país tiene condiciones y circunstancias diferentes, pero, en todo caso, en la dirección ascendente de la derecha en el cono sur se encuentra también Colombia, que tendrá elecciones al mes siguiente de las de Perú (mayo de 2026 primera vuelta y junio segunda vuelta), con un factor adicional: la creciente campaña de Donald Trump contra Maduro en Venezuela, cuyos resultados también tendrán efectos en los comicios colombianos. Trump está reeditando la doctrina Monroe (América para los americanos) y apuesta fuerte para evitar que, como en Venezuela, potencias del otro lado del océano como Rusia, China e Irán, o grupos terroristas como Hamás y Hezbolá, fortalezcan su presencia en la región.
En la elección de Kast muchos pueden ver una lección para Colombia a partir de ciertas coincidencias: el saliente izquierdista Gabriel Boric es hijo del estallido social en 2019 que volcó al país hacia la izquierda, algo parecido a lo que le pasó a Colombia con el también saliente izquierdista Petro. En Chile, el ultraderechista Kast llegó al balotaje por un empate técnico con la comunista Jara. Ella se quedó con sus votos sin haber conseguido seducir al centro, mientras que Kast aglutinó a otros derechistas y algo del centro (una tarea pendiente para la derecha en Colombia), y además puso a Sudamérica como un trompo en la uña de la izquierda.
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El presidente Gustavo Petro encabezó en Puerto Asís, Putumayo, el acto protocolario de destrucción de material bélico entregado por la disidencia conocida como Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano (CNEB), como parte de los avances hacia la paz total.
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