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Del 10 al 21 de noviembre, la comunidad internacional se reunirá en Belem, Brasil, para la COP30. Tomando en cuenta que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva no ha destacado hasta ahora ningún tema específico, ¿cuáles serán los grandes retos que marcarán esta nueva gran cita climática? France 24 hace un repaso.
Cada COP, su batalla. En 2023, en Emiratos Árabes Unidos, el debate giró en torno a los combustibles fósiles. Tras horas de intensas discusiones, los Estados lograron finalmente un acuerdo para abandonar progresivamente el petróleo y el carbón. Al año siguiente, la COP29 se impuso como la “COP de las finanzas”, con la promesa de destinar 300.000 millones de dólares para ayudar a los países del Sur a enfrentar el cambio climático.
Pero la COP30, que se abrirá en Belem el próximo 10 de noviembre, parece ser una excepción. Esta vez, a medida que se acerca la fecha, no hay una temática dominante. “No habrá un gran tema que monopolice los debates este año. Por el contrario, se abordará una multitud de temas diversos”, explica Gaïa Febvre, responsable de políticas internacionales en la Red de Acción Climática.
Balance a 10 años del Acuerdo de París, derechos de los pueblos indígenas, protección de los bosques… France 24 repasa los principales temas que marcarán esta nueva cumbre climática.
Hacer un balance 10 años después de París
El primer gran punto será el balance a una década del Acuerdo de París. Desde 2015, cada país debe presentar cada cinco años una hoja de ruta climática con su estrategia para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. El objetivo colectivo: mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5° C.
Pero el proceso ya muestra retrasos. El primer problema: los rezagados. Las llamadas “Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN)” debían entregarse antes de finales de septiembre, pero muchos países no lo hicieron. La Unión Europea, por ejemplo, está muy dividida y recién entregará su propuesta el 4 de noviembre, pocos días antes del inicio del encuentro.
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Y entre los países que sí cumplieron, los resultados son desalentadores: los esfuerzos son insuficientes. A mediados de octubre, solo Noruega y el Reino Unido presentaron CDN compatibles con el Acuerdo de París. En cambio, China entregó un plan considerado poco ambicioso, con un objetivo de reducción de emisiones de apenas 7% a 10% para 2035.
“Sabemos que, al analizar todas las CDN, esta COP confirmará que no estamos alineados con el Acuerdo de París”, resume Gaïa Febvre. “El gran desafío en Belem será ver cómo los Estados responden política y colectivamente a esta falta de ambición: cómo piensan cerrar la brecha entre sus promesas actuales y la necesidad de limitar el calentamiento a 1,5° C.”
Aun así, Febvre destaca que “el Acuerdo de París funciona. Antes de él, íbamos camino a un calentamiento de +4° C. Desde 2015, la curva bajó hacia un aumento de entre +2,6° C y +2,8° C. Pero eso sigue siendo insuficiente para garantizar un planeta habitable”.
Trazar una hoja de ruta “de Bakú a Belem”
El tema financiero también volverá al centro de las discusiones. “La COP30 será también una COP de las finanzas, en continuidad con Bakú”, subraya Lorelei Limousin, de Greenpeace.
En Azerbaiyán, los países desarrollados prometieron aportar al menos 300.000 millones de dólares anuales de aquí a 2035 para ayudar a las naciones vulnerables a adaptarse al cambio climático y avanzar en su transición energética. Pero el acuerdo fue considerado insuficiente: los países del Sur reclamaron un monto cuatro veces mayor y criticaron la falta de claridad en la implementación.
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Un año después, las dudas persisten. “No sabemos quién financiará qué, si será dinero público o privado, ni si se destinará a mitigación, adaptación o compensación por pérdidas y daños. Todo sigue muy poco claro”, lamenta Limousin. “Ahora se necesita un plan de acción concreto”.
Por eso, una de las misiones de la COP30 será establecer una hoja de ruta llamada “de Bakú a Belem”. También se debatirán nuevas fuentes de financiamiento privado, como impuestos de solidaridad sobre transacciones financieras, emisiones de combustibles fósiles o boletos de avión.
Sin embargo, Limousin advierte: “No podemos depender solo del sector privado; su objetivo es generar ganancias, no salvar el clima.”
“Y el dinero sí existe”, añade. “Si se gravaran las ganancias de la industria fósil, se podrían recaudar 400.000 millones de euros anuales para financiar acciones climáticas en los países del Sur. Esta idea se discute desde hace años. La COP30 debe enviar un mensaje claro: la industria fósil debe pagar por los daños que causa.”
Mejorar la protección de los bosques
Al celebrar la COP en las puertas de la Amazonía, Lula deja clara su intención: centrar la atención en los bosques. Para ello, impulsa la creación de un nuevo fondo contra la deforestación: el Tropical Forever Forest Facilities (TFFF, Fondo para los Bosques Tropicales).
“Este fondo busca reunir 125.000 millones de dólares, que se invertirían en los mercados financieros. Las ganancias se destinarían a países con bosques tropicales en la Amazonía, el Congo o el sudeste asiático”, explica Clément Helary, de Greenpeace. Brasil ya prometió aportar 1.000 millones de dólares, al igual que China y Emiratos Árabes Unidos.
“Se presenta como una solución global para detener la destrucción de los bosques y financiar directamente a los pueblos indígenas”, señala Helary. “Pero aún quedan muchos puntos por discutir, como asegurar que el dinero no se invierta en minería o agroindustria, principales causas de deforestación.”
La urgencia es clara: en 2014, decenas de gobiernos prometieron poner fin a la deforestación para 2030. Esa promesa se renovó en 2021, durante la COP26 en Glasgow. Pero el compromiso avanza lentamente: en 2024 se perdieron 8,1 millones de hectáreas, según la ONG Climate Focus. Los bosques tropicales primarios, los más ricos en carbono y biodiversidad, fueron los más afectados, con 6,7 millones de hectáreas destruidas.
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Una “COP de los pueblos”
Después de tres ediciones realizadas en países autoritarios (Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán) y de encuentros marcados por la pandemia de COVID-19, esta nueva cumbre debe ser una “COP de los pueblos”, reclama Fanny Petitbon, de la ONG 350.org.
“Belem debe ser un espacio donde la sociedad civil recupere su libertad de expresión”, afirma. “Es una oportunidad para reactivar la movilización ciudadana y dar voz a quienes más sufren los impactos del cambio climático: los pueblos indígenas, las comunidades más pobres y las mujeres.”
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En ese sentido, se organizará un ‘Foro de los Pueblos’ del 12 al 16 de noviembre, para exigir una mayor inclusión del conocimiento y las necesidades indígenas en las negociaciones. También habrá una gran marcha por el clima el 15 de noviembre, con la participación de la sociedad civil en las calles de la ciudad anfitriona.
“Pero no se trata solo de ocupar los espacios fuera de la COP”, insiste Petitbon. Desde hace un año, una coalición indígena latinoamericana (“La respuesta somos nosotros”) exige participar dentro de los espacios oficiales de negociación. “Quieren estar representados en los debates y grupos de trabajo, con voz y voto al mismo nivel que las delegaciones nacionales. No quieren seguir siendo simples observadores”, resume.
“Se trata de hacer no una COP para los pueblos indígenas, sino una COP con ellos”, concluye.
Adaptado de su versión original en francés
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