Muchos de los hasta ahora reyes de las redes sociales, del deporte y el espectáculo están quedando en sus justas proporciones (humanas), pues, para enfrentar la pandemia del COVID-19, dan consejos y recomendaciones desde sus opulentas vidas a personas que ni siquiera tienen qué comer. Y eso lo están sintiendo sus seguidores.

Eso siempre ha ocurrido. Pero ahora es diferente porque la pandemia puso a la humanidad frente a la inminencia del riesgo de muerte. En esa apremiante situación se ha vuelto más crítica la mirada al contenido y la forma de los mensajes de las celebridades, caracterizados casi siempre por ofrecer la idea ficticia de que viven en un mundo perfecto.

Lee También

Un video de Jennifer Lopez, que muestra a su familia ‘refugiada’ en el amplio patio trasero de su casa en Miami, y en el que su hijo se mueve sobre una moderna patineta que rueda sin problemas sobre un extenso césped bien podado, que le permite demostrar sus habilidades hasta concluir con el salto a una bella piscina, se ha vuelto cabeza de expediente de los analistas.

“Estados Unidos está en crisis, pero las celebridades están prosperando. Están radiantes en nuestras casas, recordándonos que nos quedemos adentro y que ‘seamos positivos’, ya que ‘estamos todos juntos en esto’”, criticó hace dos semanas Amanda Hess en The New York Times. “Todos te odiamos”, fue uno de los comentarios al video de López que destacó Hess, para después sentenciar: “Entre los impactos sociales del coronavirus está el rápido desmantelamiento del culto a la celebridad”.

También cataloga a los famosos como “embajadores de la meritocracia”, porque representan “la búsqueda estadounidense de riqueza a través del talento, el encanto y el trabajo duro”. Pero subraya que “el sueño de la movilidad de clases se disipa cuando la sociedad se cierra, la economía se estanca, el conteo de muertes aumenta y el futuro de todos se congela dentro de su propio departamento lleno de gente”.

Trae a colación el caso de Pharrell Williams, que les pidió a sus seguidores que donaran para ayudar a los que respondían en la primera línea. “Prácticamente lo agarraron por los pantalones y lo sacudieron boca abajo, diciéndole que vaciara sus bolsillos profundos”, escribe Hess.

“Las celebridades tienen una audiencia cautiva de personas traumatizadas que están pegadas a Internet, los ojos se dirigen hacia temas de tendencia en busca de pistas para procesar los horrores inimaginables que se avecinan en el exterior y, en cambio, encuentran a Madonna bañándose en un baño cubierto de pétalos de rosa”, ironiza en otro aparte de su análisis, y agrega que las contribuciones de los famosos “sugieren que la apariencia misma de una celebridad es un bálsamo, como si una pandemia pudiera superarse solo con el poder de las estrellas”.

Para Hess, una de las ironías de este momento es que, por la amenaza de la pandemia, las celebridades se sienten como la gente común. “Parecen sentirse más como nosotros, o al menos, lo que creen que debe ser nosotros. DeGeneres se está volviendo loca por tener que quedarse dentro de su enorme hogar; Katy Perry ha perdido la noción de los días que ha pasado dentro de su enorme hogar”.

Estas situaciones, por supuesto, encuentran también correlatos en Colombia, y los destaca Cristina Vélez Vieira en una columna en El Tiempo, en donde dice que, en esta época, cuando millones de personas están en sus casas “pegadas a internet y buscando en redes sociales respuestas a sus incertidumbres y miedos, muchos ‘influencers’ han defraudado”.

“Algunas celebridades ostentan –voluntaria o involuntariamente– sus espacios de aislamiento; otras aprovecharon la oportunidad para monetizar la crisis; y unas más se quedaron sin libreto”, describe Vélez Vieira. “De manera sorprendente, cuando más atención tienen los influenciadores, más visible se ha hecho la brecha con las audiencias”.

Y también se refiere al video de Jennifer Lopez, del cual rescata inicialmente este comentario: “Solo ver este video me hizo sentir pobre”, aunque también se refiere a los de otros seguidores de la estrella, que “compararon la casa de la cantante con la mansión del ahora famoso filme ‘Parásitos’, que recientemente ganó el Óscar por retratar la inequidad en Corea, donde el exceso de lujos de algunos se sostiene sobre el trabajo de otros”.

En Colombia, Vélez Vieira destaca negativamente (por haber convertido el trauma que está provocando la pandemia en “oportunidad de negocio”) los casos de J.Balvin y Marcela Reyes, que, según ella, fueron “tachados de oportunistas por miles de usuarios por buscar vender productos de lujo –con tapabocas incluido, claro– aprovechando la pandemia”. Y también asegura que “la modelo Elizabeth Loaiza fue más allá: promocionó entre sus 1,8 millones de seguidores en Instagram pruebas para detectar el covid-19. Poco después, Loaiza borró el video en medio de explicaciones y excusas”.

En suma, como indicó la psicóloga Gloria H. en su columna de El País, de Cali, a todos, tanto a celebridades como a la gente del común, el coronavirus les tumbó la careta. “De pronto se derrumbó aquello que creíamos que éramos. La máscara se cayó. Más suave, se ‘nos corrió’ el maquillaje. Como si hubiéramos quedado desnudos, sin ninguna clase de protección”.