Esto, luego de que el talibán tomara el poder en la nación asiática y, dentro de las prohibiciones del régimen hacia las mujeres, se encuentra la estricta norma que les impide practicar cualquier deporte. 

“Hoy les digo que eliminen sus identidades y bajen sus fotos por seguridad. Incluso, les estoy diciendo que quemen o se deshagan de su uniforme de la selección nacional”, manifestó Popal, que vive exiliada en Dinamarca, en conversación con The Guardian.

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La exjugadora, que se retiró del fútbol en 2011 luego de su exilio en Europa, confesó que siente tristeza al ver cómo volvieron las épocas oscuras en las que las mujeres debían esconder su identidad, su trabajo y hasta sus gustos por actividades comunes como la música o el deporte. 

“Es doloroso para mí, para alguien que, como activista, se puso de pie e hizo todo lo posible para lograr y ganarse esa identidad como jugadora de la selección nacional femenina de Afganistán. Ganarnos esa insignia en el pecho, tener derecho a jugar y representar a nuestro país, cuánto nos enorgullecíamos”, reflexionó Popal, en palabras recogidas por ese diario británico. 

Aunque para la sociedad occidental el consejo de Popal parezca exagerado, la dura realidad de Afganistán, luego de la toma talibán, demuestra que no es así. A pesar de que el grupo extremista que tomó el poder manifestó que respetaría los derechos de la mujer “dentro de lo que permite la ley islámica”, ya se han presentado asesinatos de mujeres que son condenadas por simplemente salir a la calle sin vestir el burka. 

Las recomendaciones de la exfutbolista afgana fueron acogidas por la Federación de Ciclismo de ese país, que también recomendó a las ciclistas destruir sus uniformes y ocultar su identidad para salvar su vida. 

“Por el momento, ellas están a salvo, pero tengo la expectativa de que, dentro de unos meses, como uno o dos meses, estoy seguro de que nadie puede garantizarles la vida. Estos son peligros reales”, comunicó una fuente de la Federación de Ciclismo de Afganistán, a la cadena india ABP News. 

Cuando el talibán tuvo el poder de Afganistán, entre 1996 y 2001, a las mujeres no se les permitió trabajar, a las niñas se les prohibió ir a la escuela y mucho menos se les dejó practicar deportes. Las mujeres tenían que usar burkas para salir y solo podían hacerlo cuando eran escoltadas por un pariente masculino.