Fue bautizado con el apodo de ‘Loba’ porque mientras se desempeñaba como yipero en Caicedonia, era el tercer conductor más veloz y como iba muy rápido no podía esquivar a las gallinas o piscos de fincas aledañas que se cruzaban en el camino y que él, luego, orgulloso, las exhibía colgadas en la tapa trasera de su willys.

Manuel González Manquillo nació en Caicedonia, pero es de corazón quindiano. De niño trabajó con su padre, Silvio González, en una finca cafetera en Aures, vereda del municipio del Valle. Allí hacía labores del campo, recogía café, pero a él no le gustaban esas actividades, lo que en verdad le interesaba eran los willys.

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A los 8 años convenció a su padre para que lo llevara al pueblo a trabajar a un taller para aprender todo sobre los willys. Allá trabajó mecánica y pintura.

“Yo aprendí a armar una caja de un willys sin saber manejar el carro. Yo armaba la caja con Alberto Gallego, quien me enseñó a poner un carro a punto. Desde ese momento empecé”, dijo Manquillo.

A los 10 años aprendió a conducir. “Así ensayaba los carros que arreglaba y me entró la fiebre por manejar un willys. Es increíble manejar un carro de estos con 16 personas, o cargado de café o corotos en una carretera en malas condiciones. Es una pasión”, agregó el experto.

Durante 5 años trabajó en mecánica, 6 años en latonería y pintura y más adelante, por 12 años fue yipero. En el 2001, tuvo que abandonar y dejarlo todo allí a causa del conflicto armado.

“Dejé mi vida en el pueblo. Me fui para Bogotá, luego para Cali y en el 2004 llegué a Armenia. Aquí volví a empezar mi vida”, recordó el intrépido conductor..

En Armenia empezó con un almacén llamado ‘El amigo de su Willys’; era para repuestos.

“Yo hice hasta segundo de primaria, tuve muy poco estudio. Entonces pensé que no podía darles a mis 3 hijos estudios universitarios, así que decidí a cada uno darle un willys cuando cumplieran los 18 años. Así seguían la tradición del yipao y de los piques acrobáticos en los que somos fuertes. Tengo 3 willys: uno blanco —el Palomo— y 2 a los que llamo trocheros. Es un espectáculo cuando vamos a representar al Quindío y al Paisaje Cultural Cafetero. Una gran alegría para mí es vivir esto con mis hijos. Amo mis carros y amo lo que hago. Espero la tradición se mantenga”, dijo Manuel González.

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Fue reconocido como el maestro de los willys, fue quien inventó el pique acro- bático. Sus hijos también comparten su amor por los estos vehículos.

El yipao fue creado en 1988 y el pique tradicional apareció en esa época. Al respecto, Manuel contó: “En ese tiempo no había mucho control y a los yiperos siempre nos ha gustado tomarnos los guarilaques. Entonces un señor, le dicen Cosiaca, salió con un carro cargado de café y para poder que el carro anduviera, tocaba meterle el bajo y cuando uno le mete el bajo, el willys queda con mucha fuerza. En medio de sus tragos, él hizo que el willys se levantara y se fue en 2 llantas”.

Más adelante, junto con sus hijos, inventaron el pique acrobático. “Yo todos los años inventaba algo nuevo. Salía a picar con el carro a control remoto… El caso es que una vez, durante el Yipao, lo que hice fue que giré a la derecha, 4 o 5 veces, luego giré a la izquierda, puse el sistema para que el carro siguiera solo y me salí, me subí al techo. Fue una cosa de locos. Me subí y voleé el poncho. Ahí nació el famoso pique acrobático”.

Tiempo después su hijo en un Yipao de Sevilla se colgó y sacó el machete. “Fuimos declarados maestros de pique acrobático y maestros de trasteo”.

La sala de su casa está llena de afiches, reconocimientos y trofeos por sus trayectorias con los willys. Manuel González dice que vive muy orgulloso de todo eso porque el dinero se va, pero los reconocimientos se quedan. De los premios que recuerda con más afecto están el Yipao de Armenia, donde se ganó por 3 años seguidos el primer puesto, después su hijo lo desplazó al segundo.

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“Acá debería haber una escuela de yiperos para que no desaparezca la tradición”, explicó.

Gracias a los willys han viajado con sus hijos por casi toda Colombia y algunos países. “Yo soy un yipero de corazón, llevo en la sangre, en el ADN, los willys. Yo me conozco por completo estos carros, sé de dónde es cada tornillo”.