Las últimas investigaciones en neurociencia comparada dejan ver que nuestra química cerebral y la de otros animales no-humanos es prácticamente la misma.

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Los cambios en estos circuitos neurales y en su estabilidad bioquímica y neurofisiológica hacen desplegar todo el arsenal de los trastornos mentales tan conocidas por nosotros.

Decir que tu perro tiene una perturbación mental, y que si no llegas a casa antes de las 6:00 de la tarde se pone histérico y empieza a dañar cualquier cosa que se le pase por delante, como tus muebles recién tapizados, orinarse por todo lado o incluso automutilarse, puede resultar una excusa ideal para zafarte de una mala cita, pero resulta que es así literalmente.

En mi experiencia en medicina interna veterinaria, en la especialidad de neurología y en la investigación neurocientífica, he conocido simios deprimidos, caballos inquietos, burros compulsivos, loros obsesivos, gatos con demencia, perros con ansiedad, hámsters con déficit de atención, focas que se quejan de dolores físicos que no tienen, conejos con tics faciales, erizos con trastornos en sus ciclos de sueño, ovejas antisociales, y que decir de la cantidad de humanos que parecen más locos que una cabra. Es decir, cualquier animal con capacidades mentales (pensamientos y emociones), puede sufrir algún trastorno mental en algún momento de su vida.

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Estos cambios son muy diferentes a las alteraciones comportamentales que pueden tratar los etólogos o los mismos adiestradores, ya que estamos hablando de procesos cerebrales que llevan al paciente a sufrir de una falta subjetiva de bienestar, debido a desequilibrios bioquímicos en hormonas, neurotransmisores, comunicación celular, inmunorespuesta, por alteraciones fenotípicas o en la expresión genética, entre otros, y se dan cambios cerebrales, principalmente en el diencéfalo (parte del cerebro emocional), que los hacen comportarse y relacionarse con su entorno de una forma particular, percibiendo una realidad muy diferente a como es. 

Hace unos años se hablaba del paradigma unidireccional de la neurociencia, que decía que cualquier alteración en el cerebro afectaría de forma directa a la mente; es decir, si tenías un trauma craneoencefálico, podías perder capacidades mentales como el control de tus emociones.

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Hoy día, la neurociencia ha demostrado que el paradigma es bidireccional, que la mente puede afectar la estructura y la conectividad del cerebro, y esto es muy importante en veterinaria, pues la causa número uno de los trastornos mentales en animales no humanos es el estrés postraumático, que debido a un ambiente emocionalmente restringido o perturbado, cambia completamente la química y las sinapsis cerebrales, desarrollando animales ansiosos, que no son capaces de autocontrolarse. Pero también existen otras causas, muchas de ellas con componentes epigenéticos, que tienden a desenvolver estas patologías.

Y aunque mucha gente pone en duda la efectividad del tratamiento, debemos recordar que todos y cada uno de los compuestos químicos de los medicamentos antidepresivos fueron probados primero en animales, reflejando estados de calma en ratones estresados, o simios mucho más tranquilos y felices. Es más, me atrevo a decir que estos medicamentos son hechos para animales, pero que posteriormente, al ver su efectividad, se han usado en humanos.

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Hay ocasiones en que el tratamiento farmacológico no es lo único que les ayuda (un tigre enjaulado, por más fluoxetina que le recetes, va a seguir deprimido), por lo que un enriquecimiento ambiental o un cambio drástico de enfoque conductual, pueden necesitarse a la hora de instaurar un protocolo terapéutico.

Asimismo la neurocirugía, en caso de pequeños infartos o tumores meníngeos y encefálicos, también resulta como la única opción realmente valida.

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Síntomas de que una mascota sufre de una enfermedad mental

Estos son los signos en animales, incluidos los humanos, con algún tipo de alteración mental son:

  • Conductas compulsivas (perseguirse la cola, lamerse las extremidades, lavarse las manos varias veces, quitarse los pelos o las plumas)
  • Depresión (dormir más de lo normal para su edad, disminución drástica y por varios días del apetito)
  • Ansiedad (lamerse excesivamente, frotarse las manos compulsivamente, temblores, lenguaje corporal de miedo, alteraciones de conducta al estar solos o en presencia de alguien determinado)
  • Cambios drásticos de comportamiento como dejar de prestar atención, volverse agresivos o muy calmados, nerviosismo excesivo ante determinadas situaciones que desencadenan fobias (días lluviosos, truenos, ruidos, ir en auto a algún
  • lugar)
  • Tristeza incontrolable (que se manifiesta principalmente por la pérdida de un ser querido)
  • Movimientos rítmicos, generalmente faciales, que incrementan ante una situación de estrés, entre muchos otros.

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Diagnosticar estas enfermedades mentales, tratarlas, curarlas y mejorar su calidad de vida, además de ser muy reconfortante, puede arrojar una luz sobre nuestra propia condición humana, y ayudarnos, tanto a entenderlos, como a mejorar nuestra relación con ellos

 

Por: Dr. Felipe A. Moncada Reyes

Médico veterinario Universidad de la Salle, Bogotá Colombia. Especialización en neurología clínica, Universidad de Salta Argentina. jhuMaestría en Neurociencias, Universidad Autónoma de Barcelona, España.